Por Hugo Latorre Fuenzalida
En Chile se producen miles de violaciones por día. Cinco de ellas son de carácter sexual, las restantes son económicas, políticas, morales y sociales.
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El problema de tanto atropello está en que la normativa que poseemos (gran parte heredada de la dictadura, a la que los sectores dominantes –Alianza y Concertación- han tenido el coraje de consagrar y bendecir) simplemente sintoniza y cuadra con tanta barbaridad acumulada en el ejercicio de varios lustros de iniquidad.
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Chile, que fue un país y una nación, es hoy un territorio donde conviven de manera asimbiótica diversos grupos de gentes: dominadores y dominados; los que dictaminan y los que obedecen, los que legislan y los que acatan; los que pueden eludir y quienes son obligados a responder; los que pagan y a los que se les perdona; los que acumulan siempre más y los que deben siempre más; en definitiva, están aparte los pocos a los que la vida en Chile les sonríe y la gran mayoría a quienes la vida les gruñe, pero tienen en común el territorio, que es lo único que comparten, pero de forma tan desigual, que ya a los más casi ni siquiera les pertenece.
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Las violaciones sexuales tienen una visión criminal; las violaciones económicas una sanción de “falta”; las violaciones sociales, son vistas como fuerzas de simple poder y las violaciones morales, como saber arreglárselas en un mundo de ruda competencia.
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Vemos hoy que los violadores de las farmacias coludidas, se les condena sobre una ley tan benigna como si fueran infantes de Kinder que hicieran una travesura: media hora mirando hacia la pared y traerle una frutita de regalo a la maestra en compensación. No duden que pasará lo mismo con los violadores de La Polar, puesto que pasó lo mismo con los violadores de “Las Chispas”, Inverlink, Banco de Talca, perdonazo a Johnson’s y tantos casos espectaculares que suenan y resuenan en nuestras atribuladas memorias.
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Es que no terminamos de comprender que en una sociedad de las más oligopólicas del planeta-como la nuestra-, es imposible que la ley los castigue; más bien la ley fue hecha para que esos caballeros medraran a su antojo y placer…y por eso lo hacen a diestra y siniestra; se ríen en la cara de sus víctimas y de los tribunales cuando solemnemente pretenden castigarlos. ¡OPS!...la ley no los castiga de manera efectiva, simplemente contempla un “consejo” judicial: tomen clases de ética y los pecados serán perdonados….
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Las violaciones son otra cosa. Siempre nuestra cultura cristiano occidental ha sentido un rechazo de ira contra las tropelías sexuales…Es que al sexo se le ha degradado a función pecaminosa, satánica, pervertidora. El que contenga un trasfondo instintivo no les problematiza ni que Freud sostuviera hace tiempo que el ser humano es el único animalito que sufre la pugna entre instinto y razón, donde las más de las veces triunfa el primero.
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Claro que la violación es cosa fea y debe ser sancionada, porque implica una agresión física y moral, pero no me vayan a decir que es menos pecado que arrebatar el trabajo, la salud y la vida de la gente que es víctima de las violaciones económicas.
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Como el estado nunca podrá impedir que los violadores cometan sus violaciones, tanto en el sexo como en la economía, y como la inviolabilidad de la persona como de la propiedad están amparadas por la ley, entonces deberán tomarse cartas igualitarias en el asunto: el que viola el derecho a la integridad física y sexual de una persona, debe merecer penas tanto como el que viola el derecho de propiedad de los indefensos, como son las mayorías pobres a las que los pillos victimizan. Esto es igualar culpas por base mínima, puesto que ya un loco filósofo como el Marqués de Sade establecía un diferencia moral entre el crimen pasional y el crimen cerebral: la diferencia está en que los hombres en sus arrebatos pasionales pueden llegar al crimen y la culpa es menos evidente que aquél que comete un crimen pensado, reflexionando y en todas sus cabales.
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Es cierto que el violador sexual es un animal desaforado en sus bajas pasiones; pero el violador económico es un animal desaforado en su avaricia, ante la que pone todas sus capacidades y privilegios.
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¿Quién es más peligroso y dañino?
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La violación sexual y el aborto es un tema controversial. En esto no cabe más que dos posturas coherentes: los que niegan el aborto en términos absolutos, deben establecer la obligación del Estado de hacerse cargo del niño nacido de violación, desde el momento que la victima es reconocida como tal. Lo criará o entregará en adopción, pero es responsabilidad del Estado. Cuando se niega el derecho a transgredir la vida, desde que es engendrada, entonces debe ser responsable de sus consecuencias en un mundo donde, hay y habrá, violaciones y donde nadie tiene derecho a obligar a una víctima a hacerse cargo de una “agresión” que, además, le compromete de por vida en todas las dimensiones de su ser.
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A los violadores sexuales y a los económicos, se les debe obligar a pagar lo que han defraudado y abusado, trabajando para la sociedad hasta devolver íntegramente lo quitado y a mantener al niño, fruto de la violación, trabajando en la cárcel hasta que ese hijo se desarrolle como persona adulta.
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