Por Hugo Latorre Fuenzalida
Tuvo que cometerse un despropósito como el de conmemorar y homenajear al general Pinochet para que, de pronto, se produjera esa conversión del ministro Chadwick. Una conversión casi como la de Paulo de Tarso; de esas que vienen con caída del caballo y todo.
Claro que lo de Saulo pudo ser un ataque de epilepsia en pleno desierto, con las consecuencias que ello acarrea. De hecho se sabe que Saulo era epiléptico, y sufría de las epilepsias severas.
Pero en el caso del ministro, convertido ahora en alma penitente, la cosa va por otro derrotero. El hombre está físicamente sano; algo entrado en carnes, pero eso es normal entre gente de tan buen pasar. Lo que encuentran dudoso algunos de sus correligionarios es su estado psicológico, pues para esta gente, de poderosa convicción y fervorosa doctrina, salirse de las filas constituye no un pecado venial, sino uno de calibre mortal.
Un amigo letrado en temas literarios me comentaba: “Porque desde que el general pasó a pagar sus culpas en la otra rivera del Aqueronte, conducido por la barcaza de Caronte y autorizado a entrar a ese inframundo por la bestia perruna, llamado Cerbero, quedando en compañía de Brutus, Casio y algunos Papas crápulas, y de tantas legiones de personajes que han venido a infectar al Mundo de dolor y muerte.
Este viaje no hace tanto que se inició, pero como los obstáculos que se anteponen a esas almas penitentes para llegar a su residencia final y eterna es de cuatro años- si se sigue el misterio órfico-, tenemos que llegar a concluir que recién está arribando a su destino este personaje, que un amigo, de los tantos que fue víctima del General, le llama “ Abadón” (ángel de la muerte). Debió llegar, entonces, al “lago helado”, ese que el mismo Dante describe como el peor sitio donde pueden sufrir las almas pérfidas, condenadas al Hades.”
¿Entonces qué se puede celebrar?
La alegría de las conmemoraciones está destinada a otro tipo de almas, no a estas. Solo el rechinar de dientes puede acompañar a un aniversario como este. Es por eso que el ministro y otros ministros más declaman letanías por el horror de sus culpas, si no de acción, al menos sí de omisión.
Un mismo compañero de tienda política, creo que se denomina Hasbún, le enrostra que cuando murió el General el ministro Chadwick estaba en primera fila haciendo presencia y manifestando su pésame muy sentido a la familia del occiso y ya se sabía hace mucho rato de la violación de los derechos humanos. Lo mismo puede decirse del presidente Piñera, que en furibundo discurso defendió al General en manifestación pública de sus partidarios, cuando fue detenido en Inglaterra.
Ahora que les toca ser gobierno pareciera que se les ha producido una infección moralizadora, como si se les hubiese despertado de pronto una virtud dormida, como a esos niños prodigio que cuando el cerebro supera una etapa, le aparecen cualidades extraordinarias, y son tan repentinas que le dejan a uno alelado e incrédulo, como si se estuviera viviendo una fantasmagoría o una ilusión.
Pero ahí están las declaraciones, no se pueden poner en duda, más cuando otro ministro, el señor Lavín, que también apoyó fervorosamente al General en sus tiempos mozos, aparece apoyando los dichos de Chadwick y afirmando su propio arrepentimiento.
La verdad, me dice mi amigo literato-quien posee una lógica muy sensata- que si este paso de la derecha por el poder gubernamental sirve para democratizarlos y sensibilizarlos de este modo, hasta les daría mi voto para que permanezcan en el gobierno todo lo que sea necesario para que no vuelvan nunca más a aliarse y apoyar a gentes de la calaña que formó el aparato de la dictadura militar.
Claro que, me acota, uno puede aceptar el arrepentimiento, pero lo que no es aceptable que le quieran hacer creer a uno que no sabían de la violación de derechos humanos cuando estaban en el poder. Que no dependiera de ellos directamente la acción asesina, no los exculpa del deber de retirarse y protestar por tales atropellos y de tales crímenes.
Simplemente, estos señores de la derecha actuaron como Caín, cuando Dios le pregunta ¿Caín, dónde está tu hermano?
Respuesta: ¿Acaso soy yo el cuidador de mi hermano?
Bien sabemos, por la historia, la intención eterna de la pregunta; y bien sabemos cuál debe ser la respuesta, sobre todo cuando se ha tenido la responsabilidad de gobernar a los hombres.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario