Por Hugo Latorre Fuenzalida.
Las recientes elecciones municipales parecen ser el anuncio de una derrota electoral mayor desde la derecha: las presidenciales.
.En Macbeth, Shakespeare pone en escenas a las brujas que iniciando las acciones anticipan al héroe su tragedia, lo hacen en un lenguaje enigmático, pero que anuncian una desenlace ineludible del destino.
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Algo parece, en esta oportunidad, anticipar las elecciones edilicias. Esta vez el lenguaje no es tan difícil de descifrar, pues en los totales de votos la Alianza cae estrepitosamente y en los lugares más significativos –y donde tenían certeza de triunfar por amplio margen, son derrotados, además, por ventaja sustantiva.
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La derecha, sin crisis económica de por medio, acusa un retroceso persistente en las preferencias populares. El gobierno de derecha hace rato que no logra contentar a nadie en las mediciones de apoyo popular, el problema es que ya no son simples muestreos de encuestas, sino una medición electoral nacional la que ratifica esa dura realidad; en consecuencia se van sumando factores que hacen previsible un destino trágico para las próximas elecciones presidenciales.
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Un año es poco tiempo para recuperarse y, al parecer, uno de los precandidatos de la Alianza se cayó del balcón de manera estrepitosa, y eso, en política, se traduce en un trauma de difícil recuperación, con lo cual les va quedando un solo corredor en la competencia, y no es, para peor, el que se presentaba mejor posicionado en las encuestas, aunque indudablemente es el más sólido, políticamente hablando.
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La derecha tampoco está muy unida internamente. Perdió municipios simplemente por no llegar a acuerdos unitarios: caso La Reina y Recoleta. Pero las desuniones no se dan sólo a nivel de los municipios, se han venido presentando en las diversas dimensiones del acontecer nacional.
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Renovación Nacional ha estado mejor dispuesta para transar en algunos temas valóricos, pero no así la UDI, que sostiene firmemente una tradición conservadora extrema; En ciertos temas tributarios RN ha estado más pronto a aceptar ciertos cambios, aunque más formales que reales, para dar otra imagen de la distribución de riqueza y de la contribución de los más ricos al gasto del Estado, pero la UDI en sus segmentos más ultramontanos ha estado poniendo las barreras que inmovilizan pertinazmente al gobierno.
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En fin, con los estudiantes se ha dado una postura más de cuerpo, desde el gobierno, para oponerse a las demandas de cambios y, curiosamente, fueron los estudiantes quienes dieron una dura lección en las municipales, pues pareciera que se dedicaron a derrumbar a los íconos más feroces y consolidados del sistema comunal derechista.
De hecho, fueron los alcaldes que más combatieron a los estudiantes movilizados en el 2011 los que sufrieron derrotas específicamente señeras.
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El nivel de abstención superó las predicciones de los más pesimistas. Hubo llamados a la abstención, para significar un voto de protesta o rechazo al sistema político y electoral dominante, pero es indudable que al quitarse la obligatoriedad, la masa de votantes voluntarios sería menor que la de los votantes obligados. Con todo, no se esperó nunca que de la nueva masa incorporada, es decir de los 5.5 millones, no se sumaran al total de votos ni siquiera en cifra mínima.
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Con la desaparición de más de 1.4 millones de votos, se está dando una nueva situación, pues siempre se tuvo una credibilidad enorme en el sistema electoral. Ahora hay un desconcierto que inquieta y abre un nuevo frente de cuestionamiento hacia las instituciones que supuestamente “funcionan”.
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Frente al nuevo escenario, las fuerzas políticas de la derecha y el gobierno se aprontan a apurar las estrategias electorales, para lo cual se reorganizará el gabinete y los precandidatos saldrán al ruedo desde fuera.
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La Concertación aparece como ganadora, pero los líderes más sensatos reconocen que es un triunfo de toda la oposición; es decir saben que no se pueden apropiar de un caudal electoral que ya no les pertenece en términos absolutos.
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Los movimientos sociales y los estudiantes, parecen entonar himnos de triunfo. El caso de la Pepa Errázuriz en Providencia es la más relumbrante de las victorias de los movimientos sociales. Derrumbar las pretensiones de omnipotencia de ese “ogro” de la dictadura y del militarismo, como de hecho es Labbé, ha constituido la epopeya máxima de la nueva democracia que se anuncia. Ahora sí que pareciera insinuarse, por primera vez, esa sonrisa que nunca llegó durante los gobiernos de la Concertación.
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A mano de los nuevos actores sociales Chile parece buscar un rostro democrático acorde con el futuro y no el que tuvimos, que permaneció estancado en el siglo XIX.
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Es indudable que se deben ejecutar reformas políticas de gran peso estructural para poder hablar de democracia futurista, pero con estas demostraciones de las nuevas fuerzas, de los nuevos protagonistas, podemos abrir las puertas y ventanas del país a un “aggiornamento” que puede ser y debe ser la gran tarea de democratización, que es, a su vez, el paso previo a la búsqueda de un sistema económico social justo, equitativo, integrador y partcicipativo.
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El nivel de abstención superó las predicciones de los más pesimistas. Hubo llamados a la abstención, para significar un voto de protesta o rechazo al sistema político y electoral dominante, pero es indudable que al quitarse la obligatoriedad, la masa de votantes voluntarios sería menor que la de los votantes obligados. Con todo, no se esperó nunca que de la nueva masa incorporada, es decir de los 5.5 millones, no se sumaran al total de votos ni siquiera en cifra mínima.
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Con la desaparición de más de 1.4 millones de votos, se está dando una nueva situación, pues siempre se tuvo una credibilidad enorme en el sistema electoral. Ahora hay un desconcierto que inquieta y abre un nuevo frente de cuestionamiento hacia las instituciones que supuestamente “funcionan”.
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Frente al nuevo escenario, las fuerzas políticas de la derecha y el gobierno se aprontan a apurar las estrategias electorales, para lo cual se reorganizará el gabinete y los precandidatos saldrán al ruedo desde fuera.
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La Concertación aparece como ganadora, pero los líderes más sensatos reconocen que es un triunfo de toda la oposición; es decir saben que no se pueden apropiar de un caudal electoral que ya no les pertenece en términos absolutos.
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Los movimientos sociales y los estudiantes, parecen entonar himnos de triunfo. El caso de la Pepa Errázuriz en Providencia es la más relumbrante de las victorias de los movimientos sociales. Derrumbar las pretensiones de omnipotencia de ese “ogro” de la dictadura y del militarismo, como de hecho es Labbé, ha constituido la epopeya máxima de la nueva democracia que se anuncia. Ahora sí que pareciera insinuarse, por primera vez, esa sonrisa que nunca llegó durante los gobiernos de la Concertación.
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A mano de los nuevos actores sociales Chile parece buscar un rostro democrático acorde con el futuro y no el que tuvimos, que permaneció estancado en el siglo XIX.
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Es indudable que se deben ejecutar reformas políticas de gran peso estructural para poder hablar de democracia futurista, pero con estas demostraciones de las nuevas fuerzas, de los nuevos protagonistas, podemos abrir las puertas y ventanas del país a un “aggiornamento” que puede ser y debe ser la gran tarea de democratización, que es, a su vez, el paso previo a la búsqueda de un sistema económico social justo, equitativo, integrador y partcicipativo.
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