Por Felipe Portales
Aparte de constatar el total engaño respecto de los
resultados de las elecciones municipales que han intentado hacer la Alianza y
la Concertación, es importante resaltar que la gigantesca abstención que hubo
en ellas (que combinada con los votos nulos y blancos representa más del 60% de
los ciudadanos) constituye una seria derrota para la legitimidad del sistema
político-social autoritario y neoliberal impuesto por la dictadura de Pinochet,
y consolidado por el liderazgo de la Concertación a través de sus 20 años de
gobierno.
Más allá del
hecho obvio de que dicha abstención no se debe a una sola causa; es claro que
ella refleja una muy grande y creciente cantidad de gente que –de una u otra
forma- se ha dado cuenta que el ejercicio de su voto no tiene un efecto
significativo en la variación de las condiciones de su vida, dado que la
coalición que teóricamente plantea el cambio social (la Concertación) hace
mucho ya que dejó de tener dichas intenciones. Esta conclusión se reafirma
porque -a diferencia de países muy desarrollados donde la gran cantidad de
abstención constituye el reflejo de la satisfacción generalizada con el
statu-quo- la generalidad de las encuestas expresan que la mayoría de la
población está en desacuerdo con las estructuras económico-sociales vigentes,
heredadas de la dictadura.
Por cierto que la inmensa mayoría de estos ciudadanos
abstencionistas está todavía desinformada respecto del regalo de la mayoría
parlamentaria efectuada por aquel liderazgo a la derecha en 1989; o del bloqueo
de fondos externos (holandeses) y de la discriminación del avisaje estatal
aplicados por los gobiernos concertacionistas a sus diarios y revistas
teóricamente afines, y que terminaron destruyéndolos en la década de los 90; o
de la feroz oposición de sus sucesivos gobiernos a devolver los bienes del
confiscado diario Clarín a su legítimo dueño (Víctor Pey), consolidando así el
duopolio El Mercurio-Copesa; o de la aprobación de una ley a comienzos de los
90 que amplió la posibilidad de desnacionalizar el cobre; o de que dichos
gobiernos efectuaron fraudes estadísticos con las encuestas CASEN de
aproximadamente 35 mil millones de dólares, con la finalidad de exhibir una
mucho menor desigualdad de ingresos que la realmente existente (Ver El
Ciudadano; Nº 52, diciembre de 2007); o de numerosas otras medidas de aquellos
gobiernos que, de saberse, dejarían perplejos –por decir lo menos- no solo a la
mayoría de estos ciudadanos sino también al conjunto de la sociedad chilena.
Pero así como no se puede tapar el sol con el dedo,
tampoco se pueden dejar de percibir los resultados fundamentales de la obra de
los gobiernos de la Concertación. Es decir, ningún engaño retórico puede
ocultar el hecho que TODAS las estructuras económico-sociales impuestas por la
dictadura durante los 80 quedaron esencialmente iguales al 2010 (por lo que
acentuaron la concentración del poder y del ingreso de los grandes grupos
económicos); y, por cierto, han continuado vigentes durante el gobierno de
Piñera: El Plan Laboral; las AFP; las ISAPRES; la LOCE-LGE; la ley de
universidades; los sistemas financiero y tributario; las privatizaciones; la
ley de concesiones mineras; la neutralización de los sindicatos, de las juntas
de vecinos y de los colegios profesionales; etc.
Además, adquiere mayor significación la abstención
electoral de las recientes elecciones si consideramos la profusa propaganda
electoral efectuada –especialmente por la derecha política propiamente tal- y
los insistentes llamados realizados por el conjunto de las instituciones
nacionales, y particularmente por los canales de televisión, a apelar al
sentido del “deber ciudadano” para que la población se sintiera éticamente
obligada a concurrir a depositar su voto.
Otro elemento de la reciente elección que refuerza la
derrota del sistema autoritario vigente son los malos –e incluso sorprendentes-
resultados obtenidos por alcaldes que se distinguieron por aplicar duras
políticas represivas al movimiento estudiantil del año pasado. Fueron los casos
de Labbé en Providencia (que además, se “distinguió” por homenajear a uno de
los peores criminales de la DINA, como Miguel Krasnoff) y de Zalaquett en
Santiago, que perdieron rotundamente su esperada reelección. Y también fue el
caso de Sabat en Ñuñoa que –más allá si gana o pierde finalmente la elección-
logró una aprobación muchísimo menor a la esperada. En la misma línea apuntan
los excelentes resultados –y también sorprendentes- alcanzados por el ex
presidente de la FEUSACH, Camilo Ballesteros, en su postulación a la alcaldía
de Estación Central.
A todo lo anterior hay que agregar que –dentro del muy
disminuido conjunto de votos válidamente emitidos- la Concertación, con su
¡17,09% del total del universo electoral!, obtuvo en conjunto con los demás
partidos de “centro” o de “izquierda” (5,55%) mucho más que la derecha política
propiamente tal (13,08%). Es cierto que se puede deducir que una cantidad
significativa de votantes de la Concertación también ya “se ha comprado” el
modelo neoliberal o va a seguir confiando ciegamente en su liderazgo. Pero no
hay duda también que una gran parte de ellos perciben con molestia la
derechización de aquel; y si continúan votando por dicho conglomerado es más
por razones histórico- emocionales o de “mal menor” que por compartir el viraje
ideológico de su cúpula dirigencial. Por lo mismo, al preferirla a la derecha
está demostrando una mucho menor adhesión a la obra económica de Pinochet que
si votara a la inversa.
De todas formas no es posible sacar cuentas muy
alegres de esta derrota del sistema autoritario. Pese a que también dentro de
los militantes y dirigentes concertacionistas están creciendo
significativamente las voces que demandan una democratización del país a través
de la única vía posible para ello, esto es, una Asamblea Constituyente
libremente electa por todos los ciudadanos chilenos; la hegemonía de la
dirigencia conservadora de la Concertación es todavía abrumadora. Ya vimos como
el furor de la derecha ante la sola mención de tal Asamblea gatilló un cerrado
rechazo de aquella a esa posibilidad. Incluso, dos de los mayores líderes
fácticos del PS –Escalona e Insulza- se refirieron muy despectivamente a ella.
Es más, Escalona –reconocido “vocero” de Bachelet en Chile- señaló con su
particular estilo que al proclamar esas ideas “se estaba fumando opio” y se le
estaba haciendo un gran daño a la candidatura presidencial de la propia
Bachelet: “Se le estaba colocando un salvavida de plomo”. Y, reveladoramente,
ella no dijo nada…
Por otro lado, el creciente número de personas y
grupos que están planteando la necesidad de convocar a una Asamblea
Constituyente se encuentran desperdigados, no siendo aún capaces de formar un
auténtico movimiento socio-político en esa dirección. No es fácil el camino
para una democratización del país.
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