Por Abraham Santibañez
No cabe duda de que un período presidencial de cuatro años es demasiado breve. Su sola instalación, en especial porque significó el cambio de una combinación a otra, tomó demasiado tiempo. El partir a pocos días de un terremoto, complicó todavía más las cosas. Pero un año después, pese a las grandes réplicas sísmicas de este mes, es evidente que al gobierno de Sebastián Piñera lo afectan otros problemas.
Se ha hablado con insistencia de los efectos negativos del carácter del Jefe de Estado: impulsivo, permanentemente acelerado como si todavía estuviera en campaña. Pero, en este primer año de gobierno también se pueden advertir otros problemas: la Coalición por el Cambio, que fustigó siempre a la Concertación y prometió una nueva forma de gobernar, no ha sido capaz de llevar a la realidad sus promesas. El viejo dicho de que “otra cosa es con guitarra” se ha hecho evidente en situaciones que van desde las descoordinaciones más obvias al afloramiento de duras críticas internas. Resulta sorprendente que Darío Paya, embajador en la OEA diga que le sacaron de contexto sus palabras (Piñera era un jerk, lo que se ha traducido como “imbécil”, cuando era candidato) pero no las ha negado. Tampoco ha negado Jacqueline van Rysselberghe que haya dicho no muy finamente que “ni cagando” votaría por Sebastián Piñera. Y la todavía flamante ministra del trabajo, Evelyn Matthei en ningún caso se ha desdicho de sus fuertes expresiones en este debate.
Siempre hubo recriminaciones en la Concertación, pero no hay cómo comparar lo que ocurrió a lo largo de sus 20 años y cuatro gobiernos con el festival de dimes y diretes con que llega este gobierno a su primer aniversario. Cumplida la cuarta parte de su período, los años que vienen se pasarán volando. En 2012 habrá elecciones municipales y las divergencias entre RN y la UDI pueden conducir a una catástrofe. Ello explica, por cierto, que haya más – o se perciba mejor- preocupación por este panorama en los partidos que en el gobierno. Y después, la situación entrará en el deslizadero inatajable de la nueva campaña presidencial.
Tempus fugit, decían los romanos: El tiempo vuela, pero aquí estamos enredados en otros vuelos: las palabras “desafortunadas”, los dichos irreflexivos, la creencia de que las personas públicas están al margen de grabaciones y que los wikileaks no tienen importancia.
Sin olvidar, claro, los vuelos del helicóptero.
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