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martes, 22 de febrero de 2011

El coronel Gadafi creó en 42 años un gobierno a su medida que estaría llegando a su fin

Coronel Gadafi
Todo tiene un fin en la vida. El que fuera conocido como el omnipotente coronel Gadafi, en el poder desde hace 42 años, también está llegando al final de su carrera revolucionaria que hoy todo el mundo desprecia, mientras sus enemigos ven la oportunidad única de terminar con décadas de violencia y terrorismo internacional, del que ha sido acusado constantemente su  régimen.

Es la tercera máxima jerarquía de un país árabe en la etapa del desplome en mil pedazos, como antes ocurrió en Túnez y en Egipto, con las destituciones de los presidentes Zine al-Abidine Ben Alí (23 años en el poder) y Hosni Mubarak (31 años de gobierno), respectivamente. En el actual levantamiento popular en Libia, el coronel ha vuelto a mostrar su rostro más violento y los muertos en dos o tres días se estiman ya entre 250 y 500.

Gadafi con primer ministro
italiano Silvio Berlusconi
Gadafi, un tirano excéntrico, como lo definió el diario El País de España, es el más veterano de los dictadores árabes. Ha modelado Libia a su imagen y semejanza, logrando sacar al país del ostracismo, aunque nunca le devolvió la libertad.

Gadafi llegó al poder en un golpe de Estado en 1969 tras derrocar al ya enfermo rey Idris acabando con la monarquía, aunque él ha gobernado como "Rey absolutista". Su sucesor iba a ser o puede ser Saif al Islam, el segundo de los ocho hijos que tuvo con dos esposas. Todo esto fue así o estaba programado. Sin embargo, nadie puede tener una visión clara de lo que realmente pasará en este hoy confuso país, después que desaparezca Gadafi y su Corte de Trípoli, que es lo que más cercanamente se vislumbra.

Nacido en la ciudad de Sirte en 1942, en el seno de la tribu Gafafa y criado en una familia dedicada al pastoreo de camellos, logró estudiar para acceder a la Academia Militar, trampolín al poder. Allí, el   coronel tuvo una formación panarabista proveniente de la  influencia de Abdel Gamal Nasser que  gobernó el vecino Egipto entre 1956 y 1970, la que entremezcló con su espíritu rebelde heredadedo de su propia familia que luchó contra la ocupación italiana en Libia.

De esta mezcla de sentimientos y formación, surgió un líder caprichoso que sostuvo con las riquezas del petróleo sus 42 años de revolución, creando un estado "a su medida" con un gobierno diferente al capitalismo y el comunismo, corrientes ideológicas que influenciaban al mundo a fines de la década del sesenta y principios de la del setenta, y adaptando también el islamismo, cuya aplicación al modo Gadafi, fue siempre rechazado por la oposición de los fundamentalismas del Islam.

Estableció el "yamahira" como forma de gobierno, una palabra formada de república (yamhuria en árabe) que los analistas políticos han traducido como el "gobierno de las masas o democracia popular directa".

Mientras Gadafi se autodesignó como  "Líder de la Revolución" y concentró el poder absoluto, en teoría el poder regional se ejerció en los comités populares. Según El País, estos comités sirvieron en realidad de pretexto para arrinconar al Consejo de Mando de la Revolución y quitar competencias a ministros, gobernadores provinciales y otros altos funcionarios.

Como dictador, estaba "enchapado a la antigua", porque como descendiente beduino pasaba grandes temporadas en el desierto, viviendo en tiendas, sólo con la diferencia de que en los interiores de ella había siempre un gran confort dejando muy atrás la simplicidad de una de vida tradicional beduina. Se distinguía también por el gusto que tenía por los uniformes y trajes regionales.

Sus caprichos y frustraciones llevaron al suelo las relaciones con otros países, tanto es así que EE UU bombardeó Trípoli y Bengasi  en 1986, bajo el gobierno de Ronald Reagan, ocasión en que fue muerta la hija adoptiva Jana del coronel, aunque el objetivo del ataque habría estado dirigido a asesinarlo a él. Con este hecho, que fue una "aventura" de la administración de Reagan para castigar a Gadafi por el atentado contra la discoteca berlinesa La Belle (1986), donde murió un soldado estadounidense, dejó docenas de muertos. Con este hecho, Libia y su líder comenzaron a ser marginados por la comunidad internacional.

Al mismo tiempo se le acusó a Gafdafi  de apoyar a terroristas como el IRA norirlandés,  a los palestinos de Abu Nidal y a la ETA española, y en concreto de estar detrás de los atentados contra los aeropuertos de Viena y Roma (1985), la discoteca La Belle de Berlín (1986) y el atentado contra un avión de la Panamerican Airlines cuando sobrevolaba la ciudad escocesa de Lockerbie con destino a Nueva York y que dejo 270 muertos, el 21 de diciembre de 1988.

Todo el mundo lo dejó de lado. Las sanciones de la ONU hicieron que las empresas europeas siguieran a las norteamericanas y abandonaron un país al que se le cortaron incluso las conexiones aéreas con el exterior (aunque curiosamente no se le prohibió exportar su petróleo). Ni siquiera sus hermanos árabes salieron en  defensa de Gadafi. En el fondo siempre lo habían encontrado demasiado impredecible como para tomarle en serio.

Sin embargo, para librarse de las sanciones internacionales, Gadafi admitió sorpresivamente en agosto de 2003 la responsabilidad de su país en el atentado de Lockerbie y aceptó indemnizar a las familias de las víctimas. Su decisión permitió que se levantaran las sanciones de la ONU. Poco después también reconoció su implicación en un ataque similar contra un avión de la compañía francesa UTA que dejó 171 muertos en 1989.

Con estos antecedentes fracasaron sus intentos de concretar una utópica unidad árabe, lo que le hizo mirar a sus vecinos africanos que se beneficiaron con la ayuda económica libia, aunque tampoco prosperó su idea de formación de los Estados Unidos de África.

Más sorprendente fue su anuncio de que renunciaba a las armas de destrucción masiva. Estados Unidos restableció poco después las relaciones diplomáticas suspendidas en 1986. Tal medida permitía el regreso de las compañías petroleras estadounidenses a Libia.

Su Libro Verde, considerado unas de "sus genialidades políticas", aborda la unidad del mundo árabe con pretensiones de establecer alianzas que lo pusieran al frente de unos Estados Unidos del Sáhara, o efímeras fusiones con Egipto, Túnez, Argelia o Marruecos. Al egipcio Gamal Abdel Nasser y al palestino Yasser Arafat les propuso en Rabat, en diciembre de 1969, la formación de un mando militar unificado que sirviera de ayuda a los palestinos en su lucha contra Israel, aunque su propuesta no tuvo éxito.

Sobreviviente de más de un golpe de Estado, su llamada “revolución cultural”, anunciada el 15 de abril de 1973 tras una fallida intentona golpista, reafirmó su poder tras implantar una nueva estructura de gobierno con la creación de los comités populares a los que nos referimos anteriormente.

Manifestaciones en Trípoli
Sin embargo, ahora todo está en el suelo y el segundo hijo de Gadafi, Saif al-Islam, advirtió ya el domingo, en un discurso, sobre el serio peligro de una guerra civil.

Mucho se especula que el coronel Gadafi se habría replegado en Sirte o Sebha -ciudades que lo apoyan- con el fin de organizar sus próximas acciones. El hecho de que las protestas contra el régimen se concentraran en un primer momento en la región de Cyrenaica, en el este del país, da algunas pistas de lo que en realidad está ocurriendo o puede ocurrir. El oriente de Libia ha sido por largo tiempo hostil a la yamahiriya, el sistema político impuesto por Gadafi basado en la llamada “democracia popular directa” que ordena que todos los libios deben participar en el proceso político. Cyrenaica, después de todo, fue el lugar de nacimiento de la monarquía que precedió a la revolución y Bengasi siempre ha tenido fama de su falta de rigor revolucionario.

La fuerza militar de Gadafi

El régimen, sin embargo, posee fuerzas muy poderosas, sumando 119.000 hombres a su disposición. En el pasado no ha dudado en usarlas si siente que esa nación de seis millones de habitantes se ve amenazada, dijo la BBC.

Más allá de su ejército y fuerzas policiales de 45.000 efectivos, donde la lealtad a veces ha estado en entredicho, existen los mukhabarat (servicios de seguridad) y el movimiento Comité Revolucionario que brutalmente ha disciplinado a la sociedad libia desde la década de los 80.

Estos activistas se han comprometido con el régimen por afiliación tribal así como por preferencia ideológica. Las tribus de Qadhadhfa, Maghraha y Warfalla son consideradas revolucionarias y deben aceptar a Gadafi como su único jefe.

Junto a estos está el Batallón Disuasivo, la conocida Brigada 32, que opera en Ouezzane, cerca de la frontera con Túnez que es comandada por uno de los hijos de Gadafi, Khemis, y diseñada para lidiar con revueltas dentro del país.

También está la oscura Legión Islámica, creada en los años 80 por musulmanes provenientes de Sahel, donde ha habido rumores de que está formada por “mercenarios extranjeros”.

El régimen, en resumen, tiene una gama de mecanismos de represión a su disposición y en el pasado nunca ha mostrado titubeos en responder con brutalidad a la menor señal de protestas.

No hay ninguna razón para pensar que el gobierno de Gadafi no tomará medidas drásticas en estos días ante la posibilidad de que su poder esté seriamente amenazado.

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