Evo en Senegal
Mientras el pasado sábado los pobres de nuestro país nos hallábamos empeñados en adquirir unos pocos alimentos en los mercados para luego hacer colas larguísimas para comprar un poco de azúcar, nuestro Presidente se dirigía a Senegal en su lujoso avión que aterrizó en Dakar, donde contribuyó a la solución de problemas mundiales e hizo conocer los movimientos revolucionarios que se operan en Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
Toda la información acerca del viaje relámpago del presidente Evo, o sea el raid aéreo La Paz–Dakar–La Paz, me la contó mi amigo el yatiri Wayruru que había sido uno de los acompañantes del Primer Mandatario, quien le había encargado milluchar el avión presidencial que acababa de volver de los Estados Unidos, donde lo “overjolearon” de acuerdo con las instrucciones de los fabricantes. Pregunté al yatiri si se había enterado del precio que demandó la revisión y de los montos que cobran los pilotos venezolanos por hora de vuelo, pero el brujo andino me respondió que esos datos son “secreto de Estado”.
Aunque es un mentiroso y le creo poco de lo que cuenta, Wayruru me dijo que realizó una ceremonia rapidísima antes del decolaje del avión presidencial y que en vez de rociar el aparato con alcohol (como prescriben los ritos originarios), el Ministro de Economía le había ordenado que usara champaña francesa, que no es lo mismo para un rito aymara.
Le pregunté al yatiri Wayruru si había estado en Senegal anteriormente y no me entendió la pregunta porque dijo que en su vida anterior sólo había conocido un cenizal a la vuelta de su casa, pero que nunca había soñado conocer Senegal, con su capital Dakar.
Wayruru me contó que Senegal es un país del occidente africano que tiene más de diez millones de habitantes y en eso estamos casi “tas a tas” con el joven país africano que es diez veces más pequeño que Bolivia. Haciéndose el gringo, Wayruru me dijo que lo malo es que la mayor parte de la población es negra, que él no es racista ni tiene nada contra los negros, pues él también es moreno, aunque con ideas rojas y avanzadas, siendo por eso que desde muy jovencito le llaman Wayruru, que lleva los colores rojo y negro. Recordó que Evo y él fueron bien recibidos en Dakar, pero que todos hablaban en francés y en sus lenguas nativas, y que fueron recibidos por el Presidente de Senegal y que este señor también era moreno oscuro como casi todos los senegaleses.
Wayruru quería quedarse más días en Dakar, pero Evo se hallaba muy preocupado por la situación boliviana que estaba al mando del vicepresidente Álvaro, ordenando el Presidente el retorno inmediato de la misión porque el 10 de febrero es la fiesta de Oruro y él sigue sintiéndose muy orureño, aunque cada día es más planetario. De esa manera volvieron al país y Evo estará varios días en Oruro entregando obras importantes y varios campos de fútbol con césped sintético.
Aún no tenemos satélite espacial, pero gracias a Dios tenemos yatiris como Wayruru que nos dan a conocer noticias acerca de nuestro Presidente cósmico.
Diario La Razón de La Paz
Histórico encuentro
En Bolivia, la restitución de las relaciones pasa por un acceso al océano Pacífico
El inédito encuentro entre los cancilleres de Bolivia y Chile, que se vivió el lunes en La Paz, puede marcar un nuevo rumbo en las relaciones bilaterales, propicio para el beneficio económico y comercial de ambas naciones, pero sobre todo para avanzar en la resolución del conflicto marítimo que mantiene enclaustrado al país desde hace 132 años.
El lunes tuvo lugar en La Paz un hecho histórico: después de 60 años, un canciller chileno pisó suelo boliviano con claras intenciones de encauzar positivamente las relaciones con Bolivia. Tal fue el mensaje proyectado por las declaraciones formuladas por el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alfredo Moreno, antes de viajar a La Paz; pero también por la comitiva de alto nivel que lo acompañó.
Si bien la mediterraneidad boliviana constituye solamente un punto más de los 13 que serán discutidos, las autoridades de ambas naciones están conscientes de que cualquier avance en las relaciones bilaterales pasa por la resolución del conflicto marítimo. El enclaustramiento del país no es solamente geográfico, sino también cultural. En el imaginario boliviano, la pérdida del acceso marítimo se renueva en cada generación como una herida abierta que no termina de cerrarse, y se constituye en un escollo permanente que impide estrechar lazos con el vecino país.
El restablecimiento de cualquier relación fragmentada, ya sea comercial, cultural o sentimental, pasa por olvidar rencillas del pasado y orientar la mirada hacia el futuro, perdón de por medio; y en Bolivia, el perdón pasa por la restitución de un acceso al océano Pacífico. Sin embargo, no se trata de una decisión sencilla, por cuanto pone en cuestión uno de los aspectos primordiales para la paz entre los Estados, pero también para la seguridad interna: los límites territoriales y los tratados que los sustentan.
Ante la consulta de “cuál debería ser la actitud del Estado chileno ante la demanda marítima de Bolivia”, un reciente sondeo realizado en el país vecino entregaba datos preocupantes: 43% de la población chilena rechaza ceder una salida soberana al océano Pacífico, así como cualquier compensación económica. Un 35% está de acuerdo “sólo” en entregar beneficios económicos, y únicamente un 13% estaría de acuerdo en conferir a Bolivia una franja soberana por el norte de Chile. Las respuestas son contundentes y complican a la diplomacia chilena.
Si el gobierno de Piñera en verdad está interesado en restituir las relaciones, tal como parece, queda entonces discutir estrategias que reviertan la opinión adversa del pueblo chileno al respecto (como una posible compensación equivalente a la superficie de tierra y a los espacios marítimos entregados), y es justamente allí donde la diplomacia boliviana podrá y deberá cobrar protagonismo.
Diario La Razón de La Paz
Histórico encuentro
En Bolivia, la restitución de las relaciones pasa por un acceso al océano Pacífico
El inédito encuentro entre los cancilleres de Bolivia y Chile, que se vivió el lunes en La Paz, puede marcar un nuevo rumbo en las relaciones bilaterales, propicio para el beneficio económico y comercial de ambas naciones, pero sobre todo para avanzar en la resolución del conflicto marítimo que mantiene enclaustrado al país desde hace 132 años.
El lunes tuvo lugar en La Paz un hecho histórico: después de 60 años, un canciller chileno pisó suelo boliviano con claras intenciones de encauzar positivamente las relaciones con Bolivia. Tal fue el mensaje proyectado por las declaraciones formuladas por el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alfredo Moreno, antes de viajar a La Paz; pero también por la comitiva de alto nivel que lo acompañó.
Si bien la mediterraneidad boliviana constituye solamente un punto más de los 13 que serán discutidos, las autoridades de ambas naciones están conscientes de que cualquier avance en las relaciones bilaterales pasa por la resolución del conflicto marítimo. El enclaustramiento del país no es solamente geográfico, sino también cultural. En el imaginario boliviano, la pérdida del acceso marítimo se renueva en cada generación como una herida abierta que no termina de cerrarse, y se constituye en un escollo permanente que impide estrechar lazos con el vecino país.
El restablecimiento de cualquier relación fragmentada, ya sea comercial, cultural o sentimental, pasa por olvidar rencillas del pasado y orientar la mirada hacia el futuro, perdón de por medio; y en Bolivia, el perdón pasa por la restitución de un acceso al océano Pacífico. Sin embargo, no se trata de una decisión sencilla, por cuanto pone en cuestión uno de los aspectos primordiales para la paz entre los Estados, pero también para la seguridad interna: los límites territoriales y los tratados que los sustentan.
Ante la consulta de “cuál debería ser la actitud del Estado chileno ante la demanda marítima de Bolivia”, un reciente sondeo realizado en el país vecino entregaba datos preocupantes: 43% de la población chilena rechaza ceder una salida soberana al océano Pacífico, así como cualquier compensación económica. Un 35% está de acuerdo “sólo” en entregar beneficios económicos, y únicamente un 13% estaría de acuerdo en conferir a Bolivia una franja soberana por el norte de Chile. Las respuestas son contundentes y complican a la diplomacia chilena.
Si el gobierno de Piñera en verdad está interesado en restituir las relaciones, tal como parece, queda entonces discutir estrategias que reviertan la opinión adversa del pueblo chileno al respecto (como una posible compensación equivalente a la superficie de tierra y a los espacios marítimos entregados), y es justamente allí donde la diplomacia boliviana podrá y deberá cobrar protagonismo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario