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lunes, 4 de octubre de 2010

¿Quién usurpó a quién?

Por Eugenio Alvial Díaz

A propósito de la prolongada contienda que sostuvieron los mapuches en huelga de hambre y personeros del Gobierno por la aplicación o no de algunas leyes, creemos oportuno traer a colación algunos tópicos relacionado con este complejo asunto, que por lo demás, tiene varias facetas y aristas.

Está a la vista que el primer gran problema, o de fondo, es la posesión de la tierra a la que aspiran los mapuches, objetivo que rechazan de plano los actuales propietarios o terratenientes; luego están otras aspiraciones como el respeto legal a su cultura; asistencia por parte del Estado para que puedan desarrollar actividades productivas; acceso a la educación estatal, dentro del marco de su cultura, más algunas otras peticiones que desconocemos.

Así es que, para hacer un análisis objetivo, el tema amerita uno que no pierda de vista los hechos históricos que se remontan al siglo XV.
Chincha fue una importante cultura del Intermedio Tardío.

Según consigna don Francisco Encina en su Historia de Chile: “uno o dos siglos antes de la invasión incaica (1460-1490) un pueblo guerrero (se refiere a los mapuches) se incrustó, como una cuña, en la cultura que acabamos de reseñar (se refiere a la civilización chincha-chilena), a la altura del Cautín, cortándola en dos porciones (se refiere a picunches por el norte y huilliches por el sur). El uso por parte de los mapuches de vocablos tales como nahuel (tigre) y huanque (avestruz), aparte de otras costumbres, hace suponer a Encina que los araucanos (denominación española) provenían de las hoy, pampas argentinas, sin posibilidades que hubieran llegado por el norte o sur del actual territorio chileno (recuérdese que hasta 1881 el territorio nacional abarcaba también desde el sur de la provincia de Cuyo, en diagonal hasta Bahía Blanca y hasta la Patagonia, área que pertenece hoy a Argentina).

La alfarería chincha
 En esta apretadísima síntesis, queremos resaltar el hecho que el pueblo mapuche no tiene origen ni pertenencia a la civilización chincha-chilena (actualmente ellos han manifestado claramente que no son chilenos), por lo tanto, la “cuña” de la que habla Encina tendríamos que calificarla como una usurpación de tierras, desde el río Bio-Bio hasta el río Cautín, pertenecientes a los naturales chincha-chilenos.

Es obvio que la preponderancia que alcanzó el pueblo mapuche durante la conquista española se debió a la belicosidad y actitud guerrera que demostraron frente al bien entrenado y disciplinado ejército español, a la sazón el más importante de Europa.

El poeta y escritor Alonso de Ercilla se vio abocado a crear un magnífico poema épico, La Araucana, que destacó sin reservas la capacidad guerrera de los mapuches, tal vez, como una forma de justificar las dificultades tuvieron los experimentados militares españoles ante estas hordas de salvajes e impresionar positivamente al rey Felipe II para mantener su apoyo en la conquista. Ensalzando al enemigo, las derrotas se hicieron más soportables y el picor en el orgullo hispano menos caústico.


Cerámica chincha

De esta forma, la mayoría del resto de indígenas del territorio chileno y colindantes con el océano Pacífico, por ser no beligerantes e industriosos, pasaron a un segundo plano y casi ignorados, hasta que la Historia salió al rescate.

Como estamos empeñados en ser siempre objetivos, debemos reconocer que desde la llamada pacificación de la Araucanía hasta hoy, han ocurrido hechos que están fuera de lo legal, respecto a la pertenencia de la tierra, tal como ha ocurrido también con los naturales en Norteamérica, por ejemplo: abusadores con la fuerza y abusados que se han dejado atropellar.
 

Mapuches en ruca
  Es indudable que el Estado chileno, a través de los años, no ha sabido encarar y encontrar una solución justa para las partes. Creemos que está fuera de toda discusión, en el año 2010 y como miembros de la OCDE, establecer una política clara que respete las etnias naturales que están bajo la bandera de Chile: sus territorios razonablemente demarcados, costumbres, cultura, religión y apoyo para su progreso.

No es lógico ni sano para el país, convivir con un contrincante dentro del territorio nacional.


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