Por Eugenio Alvial Díaz
No somos eruditos ni entendidos en la materia, pero como simples ciudadanos y como consecuencia de las informaciones de los medios y ciertos hechos que relata la historia, nos hemos formado un criterio respecto a la ansiada y buscada salida al mar por parte de Bolivia.
Previamente, como preámbulo, debemos señalar que basta examinar un atlas universal para comprobar que hay países desarrollados que nunca han tenido costa, en cambio hay países costeros e islas que son subdesarrollados, lo cual indica que el mar es un complemento para el progreso, pero no es un factor determinante en el desarrollo de una nación
Al recorrer someramente la historia chileno-boliviana respecto a dominios territoriales hay que destacar algunos puntos (Fuente: Historia de Chile – F.A. Encina – Ed. Nascimento, 1970):
- Según el censo de 10 de noviembre de 1878, la circunscripción de Antofagasta tenía una población de 8.507 personas, desglosado en 6.554 chilenos; 1.226 bolivianos y el resto otras nacionalidades. (1)
- Un recuento poblacional en el litoral de Antofagasta de 1879, dio como resultado: 85% chilenos, 5% europeos, 5% peruanos y 5% bolivianos. (2)
- Cuando el coronel Sotomayor tomó posesión de Antofagasta, el 14 de febrero de 1879, el prefecto boliviano sólo contaba con 40 policías. (3)
A juzgar por estos datos, Bolivia nunca en su historia, salvo la actual, demostró mayor interés por las costas nortinas, aún cuando los hechos que hemos descrito ocurrieron en pleno auge del salitre y el guano, lo que indica que las intermitentes reclamaciones de diversos gobernantes bolivianos sobre la salida soberana al mar, tiene más bien connotación política antes que necesidad real de progreso para su país.
En la actualidad es de sentido común desear que los vecinos que tenemos sean grandes y prósperos, porque de esa manera la región se hace rica y solvente. Pero, no es aceptable que ese hipotético progreso de los países limítrofes sea por cuenta, una vez más, de Chile.
El plan que trazaron los consejeros del general Pinochet, y que le dieron a conocer al general Banzer de Bolivia, respecto a una banda territorial con soberanía, entre la línea del ferrocarril Arica - la Paz y la línea de la Concordia, a cambio de una compensación para Chile de una porción de territorio equivalente en la frontera con Bolivia, estaba destinada al fracaso, pues se necesitaba la aprobación por parte de Perú, según lo estipulado en el protocolo de 1929, que regula la cesión de territorios, que fueron peruanos, a un tercer país.
Efectivamente, el presidente de Perú de aquella época, el general Morales Bermúdez, replicó con un plan alternativo que consistía en el control y gobierno tripartito de Arica, esto es, de Chile, Perú y Bolivia. La idea, lógicamente, fue rechazada por el gobierno de Pinochet y todo quedó en nada.
Podría ser ésta la futura playa boliviana en el Pacífico |
Entonces, la pregunta es, ¿por qué o para qué insistir sobre un plan fracasado, a sabiendas que el leitmotiv de la política internacional de Perú es la recuperación de la ciudad de Arica? ¿O es que hay acuerdos previos que la ciudadanía desconoce?
Hemos conversado el tema con personas de mayores conocimientos que nosotros sobre esta materia, y todos coinciden en que la salida al mar para Bolivia no incidirá mayormente en el desarrollo de ese país. Es más, los primeros años de un litoral propio grabaría de manera importante el presupuesto fiscal altiplánico, por el costo de las adecuaciones que significaría construír carreteras, servicios básicos, instalaciones portuarias, ¿flota mercante?, edificios, casas, ,etc.,etc.
Aparte de estas consideraciones, no hay que olvidar que Bolivia no está enclaustrado; cuenta con las estructuras portuarias chilenas, transporte por carreteras o ferrocarril y demás servicios.
Y aún así, pensamos que limitar con dos países es mejor que limitar con tres, por lo menos, en nuestra región; no olvidemos, y lo hemos comentado anteriormente, que Chile, desde la independencia, no ha contado con las simpatías de ninguno de nuestros tres vecinos limítrofes, incluso un cuarto que es Brasil, porque cada cual tenía planes sobre nuestro territorio, los que se vieron frustrados por la tosudez de los chilenos; luego, repetimos, tener dos vecinos es mejor que tres.
Haciendo un paréntesis, agregamos, recuérdese que un principio básico de geopolítica dice que, para que un país se considere potencia, debe tener acceso a dos océanos. Bueno, estas son las aspiraciones vigentes de Argentina y Brasil, máxime cuando el gran foco comercial de hoy está radicado en el Pacífico. Tal vez, Brasil tenga planeado una salida expedita al Pacífico, negociada, a través de territorio boliviano.
Sintetizando el problema, la ciudad de Arica continuará siendo chilena y el territorio chileno no se puede dividir en dos para darle un pasadizo hasta el mar a Bolivia.
Sr. Alvial,
ResponderBorrarDemasiado simplista su enfoque, como si la cantidad de habitantes fuera determinante de la importancia de un territorio en todo tiempo y circunstancia!
Es bueno recordar la importancia de ese territorio para Chile. No se olvide que Salvador Allende proclamó que el sueldo de Chile es el cobre, y ese cobre -como el guano, el salitre y muchos recursos marinos- se halla en el territorio usurpado a Bolivia por Chile.
Sería bueno y oportuno que también considere, por ejemplo, las estimaciones realizadas por el economista J. Sachs que señala que los países mediterráneos, es decir, sin acceso directo a la costa, tienen una tasa de crecimiento económica anual menor en 1% que los países sin dicha limitación.
Estoy de acuerdo en que la falta de acceso al mar no es determinante del desarrollo; por ello los bolivianos continuamos avanzando, aunque a ritmos muy inferiores a los que nuestro potencial y recursos lo permitirían, si no nos halláramos sujetos a esa gran traba.
Sería de desear que la tozudez chilena se orientara más bien a construir una vecindad más fructífera, no tan encerrada en sus intereses y apartada de la problemática regional y de la búsqueda conjunta de soluciones para todos, pues Chile tampoco es una panacea, ¿verdad?
Saludos
Carlos Rodrigo Zapata C.
Economista boliviano