Se pueden leer de diversas maneras. Depende desde la perspectiva que se los mire. Sirven la trascendencia, el positivismo más recalcitrante. En fin, cada uno encuentra lo que busca. Pero lo que no se puede desmentir es que están allí.
En algo menos de seis meses, los chilenos escucharon dos veces la voz de la Tierra. Una llegó atronadora, destructiva. Dejó casi quinientos muertos y a miles de personas sin hogar. Y demostró la debilidad de los seres humanos ante la fuerza de la naturaleza. Eso fue en febrero. En agosto, nuevamente la Tierra puso a prueba a un grupo de chilenos. Treinta y tres trabajadores de la mina San José quedaron atrapados a casi setecientos metros de profundidad. Otra vez la debilidad de los seres humanos se ponía de manifiesto.
El mensaje de febrero tuvo diversas lecturas. Desde apocalípticas, hasta políticas. Estas últimas se mezclaban con las heridas o satisfacciones electorales. Y allí se abría un terreno extenso. Pero todo quedó sepultado por la solidaridad que pretendía paliar el dolor, la desesperanza. Paliar con cariño lo que se había llevado la devastación telúrica.
Lo de los mineros fue distinto. Desde la desesperación se pasó a la ansiedad y de ella, directamente, a la autosuficiencia. A un tufillo soberbio. No bastó con la alegría de saberlos vivos y la satisfacción de sacarlos de su encierro.
Este último mensaje de la Tierra ha sido transformado en una frase publicitaria. En un eslogan que sirve para todo. Mientras el presidente Sebastián Piñera reparte piedras por Europa, los mineros empiezan a quejarse del agobio a que los somete la prensa. La nacional y mundial, para ser justos. Más de alguno esboza con sensatez un argumento irrefutable: “Soy minero nomás”. Y se adivina el “déjenme tranquilo para tratar de encontrar de nuevo mi vida de minero”.
El aviso que hizo famoso a Piñera en el mundo |
Esto del eslogan no es chiste. Ya se anuncia que la imagen exterior del país estará orientada por una nueva frase. “Hazlo a la chilena” (“Do it the chilean way”) será nuestra carta de presentación. En el Reino Unido, la reina Isabel y David Cameron, ya conocen esta nueva imagen. Es algo pétrea. Igual cosa ha ocurrido con Nicolás Sarkozy, en Francia. Los mandatarios electos no tendrán problemas al dejar el poder. Con seguridad no se verán obligados a pagar por llevarse el regalo que les entregó el presidente chileno.
El nuevo eslogan llama a confusión. Tal vez sería más claro decir: “Hazlo a la Piñera”. Se trataría de un mensaje sin eufemismos. Reflejaría intrepidez, amor al riesgo, tenacidad. Pero más de alguien pensaría que hay un contenido subliminal. Uno que apunta hacia saltarse las reglas, a utilizar mañosamente información privilegiada, a aprovechar ventajas vedadas en beneficio propio. Yo lo advierto. Nunca falta el aficionado a echarle pelos a la leche.
Piñera entrega a la Reina Isabel una piedra de la mina San José que mantuvo atrapados a 33 mineros chilenos durante 69 días. |
Y miradas así las cosas, el “Hazlo a la chilena” abre un gran signo de interrogación. Que es el mismo al que se enfrentan los trescientos trabajadores de la Minera San Esteban, a la que pertenece la mina San José. Hasta ahora no les pagan sus sueldos. La empresa se declaró en quiebra. Y el ministro estrella, el titular de Minería, Laurence Golborne Riveros, ya no sólo es aplaudido. Ha tenido que escuchar el despectivo “Chanta”, de parte de los trabajadores despedidos. “Hazlo a la chilena”.
Miles de afectados por el terremoto siguen esperando. Y ahora quieren que el gobierno les de más atención. Ellos no han visto la eficiencia del “Hazlo a la chilena”. Han pasado más de seis meses y la ayuda llega a cuenta gotas.
La ministra del Trabajo, Camila Merino, mostró otra arista del “Hazlo a la chilena”. Ella reconoció el lunes pasado que el Gobierno manejaba información sobre las malas condiciones de la mina San José. Por lo que se debió haber actuado con antelación. Desde La Moneda la obligaron a rectificar sus palabras. Otra facetas que tiene el “Hazlo a la chilena”.
Los mensajes de la Tierra fueron muy fuertes. Quizás hubiera sido mejor que no los enviara. Tal vez no los supimos interpretar. Creo que es poco quedarse con un grupo de trabajadores estresados, mucha gente esperando y un eslogan que pide que nos copien.
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