Por Walter Krohne
Con tres expresiones puede resumirse el viaje que el presidente Sebastián Piñera realizó la semana pasada a Europa: Exceso de farándula, metidas de pata y poca transparencia.
En el primer punto, la explotación del rescate de los mineros ha sido como mucho. Está bien destacar que el gobierno ha hecho bien las cosas, especialmente en este punto, pero de ahí a sostener toda una política de Estado en torno a aquello, creo que es una exageración. Esperamos que este episodio comience a perder fuerza tras la visita realizada hoy por los mineros al Palacio de la Moneda y el partido de fútbol que jugaron posteriormente los equipos de Esperanza (mineros de los 33) y Gobierno en el Estadio Nacional.
Las piedras de la mina San José del desierto de Atacama, que Piñera repartió en Europa, así como también el mensaje anunciando que los 33 estaban vivos, enviado por los mineros en el día Nº 17 tras el derrumbe de la mina que los mantuvo atrapados durante 69 días, fueron vistos más bien como una cosa curiosa latinoamericana, con una actitud que está más cerca de lo farandulero que de la alta política.
Nadie discute que hubo eficacia real en el rescate, lo que se dio a conocer oportunamente. Está fuera de tono, entonces, seguir insistiendo en lo mismo en lo que se denomina hoy “la chilean way”, el camino chileno para hacer las cosas bien. Hasta la primera Dama Cecilia Morel le pidió en un momento a Piñera que no insistiera con la cuestión del "papelito con el mensaje". La utilización excesiva de todo esto produce sorpresas, como la mirada curiosa de la Reina Isabel Segunda de la piedra de la mina que le regaló Piñera en el Palacio de Buckingham o la respuesta de la canciller alemana, Angela Merkel, cuando el mandatario chileno le habló de la vía chilena, ella le respondió que había muchas vías y que la chilena no era la única.
El segundo punto es el de los errores comunicacionales o vulgarmente "metidas de pata” que comprenden ciertas extrañas y fuera de foco intervenciones del mandatario, que causaron mucha sorpresa en los medios y entre los políticos europeos, acostumbrados a recibir en los últimos años a duchos y experimentados políticos del nuevo continente y particularmente de Chile. Apoyar a su colega de Francia, Nicolas Sarkozí, en la medida de subir la edad de jubilación en Francia de 60 a 62 años, que ha originado en este país europeo una huelga con pérdidas millonarias de hasta 400 millones de euros diarios, es un poco “desubicado”. No debe un político chileno de la “chilean way” ir a Francia y meterse a opinar sobre los problemas internos de Francia. Es “too much” como podría decir un twittero fanático. Es lo mismo que si viniera a Chile un político francés, en misión oficial, y le diera todo su apoyo al gobierno y al presidente en el tema limítrofe con Perú o manifestara su negativa a una solución marítima para Bolivia.
Pero más grave fue lo que ocurrió en Berlín cuando Piñera se registró con un comentario desacertado en el libro de huéspedes durante la reunión-desayuno que tuvo en el Palacio Bellevue con su colega alemán Christian Wulff, el sábado último. Escribió “Deutschland über alles” (en español, Alemania sobre todo). Con esa frase comenzaba el antiguo himno alemán, tan relacionado con el nazismo, al siginificar nada menos que "la raza aria germana por encima de todo".
En el himno actual no existe ninguna frase similar y es más, el país penaliza toda apología del nazismo, en cualquiera de sus formas. Tampoco le sirvió a Piñera como consejero su embajador Jorge O’Ryan Schütz quien asintió ante la pregunta del mandatario "es ¿Über alles?, ¿verdad?"
El incidente dio la vuelta al mundo, igual que el rescate de los mineros. Todas las agencias noticiosas se ocuparon hoy del tema y el Presidente tuvo que disculparse públicamente ante Alemania.
Fuentes presidenciales germanas comentaron que la hoja con la embarazosa frase y firma de Piñera será eliminada del libro de visitas y que se ha solicitado al Presidente que escriba otro saludo para sustituir al primero, lo que no recuerda a otra demanda similar que Alemania le hubiese hecho a un presidente visitante. El canciller chileno Alfredo Moreno desmintió, en todo caso, que existiese esta petición y le bajó el perfil al incidente.
Para el ex presidente Ricardo Lagos hubo otro momento poco feliz en esta visita, como fue la referencia de Piñera en Francia, durante la presentación de un power point, sobre cuáles habían sido los crecimientos que habían logrado los jefes de Estado concertacionistas entre 1990 y 2010, dando a entender que cada uno de los cuatro gobiernos creció menos que el anterior, lo que en la realidad no es erróneo, pero, según Lagos, Piñera no lo debiera haber mencionado en el marco de una visita de Estado.
Lo que si se comenta en la oposición y en algunos círculos del oficialismo es la escasa información entregada para poder explicar con la mayor claridad posible lo que significó para Chile y los chilenos la gira presidencial que incluyó Gran Bretaña, Francia y Alemania, además de una escala en Portugal. Hablamos de posibilidades concretos, ya sea en los campos tecnológico, de intercambio científico, educacional, o comercial. Este tipo de viajes siempre son útiles para el Estado chileno, pero sería mucho más valioso que lo chilenos supieran en que podría beneficiarlos tras esta gira europea relámpago o si se han abierto nuevos caminos en estas relaciones bilaterales.
En síntesis, a este gobierno, que ya tuvo serias dificultades para instalarse en marzo y abril, hasta que pudo aprender la lección de la política dura desde el poder y en plena acción, debería ocuparse ahora de mejorar los estilos y prácticas diplomáticas, porque no hay que olvidar que las visitas de políticos latinoamericanos y especialmente de los más “nuevos” en el escenario público, son examninadas con lupa por la prensa europea y los analistas internacionales y todo error o exceso se paga muy caro, como ocurrió hoy con Alemania.
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