A Sebastián Piñera le gustaría pasar a la historia como el presidente que luchó y logró la unidad nacional. El mismo lo ha mencionado en un par de entrevistas y nos parece que es un convencido de que esto se puede lograr para poder terminar con un largo período negro de divisiones y acciones violentas que fueron lentamente desmoralizando a algunos sectores de la población nacional. La dictadura militar es lo más nefasto que le puede haber ocurrido a Chile.
Mucha gente terminó con miedo esta etapa de nuestra historia hasta el punto de que en algunos casos ya no se atrevía ni siquiera a tener una relación básica con el vecino del barrio, con ese vecino que hasta antes de la dictadura había compartido tardes primaverales y veraniegas con un buen asado en el patio de la casa. La desconfianza era entonces extrema y continuó durante los gobiernos de la Concertación hasta ahora, en que la derecha retornó al poder por elecciones libres después de 52 años.
No queremos decir con esto que sólo la derecha puede ser capaz de unirnos. Esto no es ni ha sido nunca así. Lo que ocurre es que la alianza por el cambio debe aprovechar un momento histórico para demostrar que no es un factor de disociación, como se le ha clasificado durante años, sino debe ser distinta si es que desea lograr una continuidad en el mando de la Nación . Pero no sólo eso. El gobierno actual tiene tres partes fundamentales que deben considerarse: Los partidos políticos vistos seperadamente; la Alianza como “conglomerado” que en la práctica no funciona como tal; y tercero, el piñerismo con su líder personalista Sebastián Piñera. Este hecho es importante para analizar el caminar del actual gobierno, al que muchos lo etiquetan como "el Gobierno de Piñera" saltándose a la derecha o a la alianza y sin identificarlo con una línea ideológioca totalmente definida. A veces puede ser plenamente derechista, otras veces más de la línea concertacionista y en otras como un político centrista.
Y desde este punto de vista, Piñera ha estado atento de aprovechar a fondo todas las oportunidades que se le han presentado para avanzar en este objetivo de la unidad nacional. Primero, en el momento mismo de asumir el poder, se vio enfrentado a las consecuencias de un terremoto y maremoto, lo que le significó trabajar intensamente desde el primer día con la totalidad de su equipo de gobierno, aunque poco se sabe actualmente de los avances reales logrados. En este contexto, Piñera ha sido criticado y calificado de populista, especialmente por las parcas rojas que visten tanto él, sus ministros y los funcionarios gubernamentales en terreno y también por dormir en una mediaagua con la primera Dama Cecilia Morel con el objetivo de ver por televisión a la selección mundialista chilena en sus partidos en Sudáfrica acompañando a los daminificados del terremoto que estaban viviendo en casas de emergencia.
Pero Piñera se ha preocupado de ciertos detalles importante dentro de su concepto de unidad nacional, como fue invitar a todos los ex presidentes a participar en el acto central del bicentenario en la Catedral Metropolitana y luego en la Plaza de Armas de Santiago. Todo el mundo, de Arica a Punta Arenas, vio como los ex presidentes, dos socialistas y dos demócrata cristianos, conmemoraraban unidos con el presidente de derecha este aniversario patrio. Fue un gesto muy republicano como también el hecho de haber invitado, meses antes, a todos los ex mandatarios a almorzar al Palacio de La Moneda, también en relación al bicentenario.
Un punto central en este esfuerzo de unidad ha sido el tema de los mineros en el marco de una operación gigantesca que ha comprometido a todos los "estamentos" del Estado incluyendo también a los privados. Los 33 mineros, desde el mismo día 5 de agosto, cuando se produjo el derrumbe en la mina San José que los dejó atrapados, fueron el punto central de preocupación nacional. Los más influyentes, los talentos chilenos más brillantes, los políticos de todas las tendencias, y centenares de entidades privadas llegaron hasta las cercanías de Copiapó, ciudad situada a 800 kilómetros al norte de Santiago, para entregar regalos, ofrecer la colaboración o simplemente dejar un mensaje de aliento para estos mineros que hoy han cumplido 67 días viviendo bajo tierra.
Todos los esfuerzos se han cumplido a plenitud, llevando al lugar las mejores y más potentes perforadoras, las técnicas más modernas, a los expertos más destacados y a un equipo asesor formado por médicos psicólogos y otros especialistas para mantener a los mineros en buen estado físico y psicológico con el fin de que puedan soportar sin problemas el retorno a la superficie. El costo se ha estimado en 4.873 millones de pesos, es decir, unos 10,1 millones de dólares (72.731.343 pesos o 150.746 dólares diarios). “No importa el costo, lo que importa es la vida de los mineros”, ha dicho el gobierno.
El otro hecho que ha sido manejado como un factor de unidad nacional es el de los mapuches. Piñera se ha preocupado personalmente de hacer todo lo que legalmente le ha sido posible para terminar con una huelga de hambre de ochenta días e iniciar una mesa redonda para resolver los problemas más graves en la relación entre el pueblo mapuche y el estado chileno, considerando que este asunto de unidad está pendiente desde hace 200 años, en los cuales los avances han sido muy escasos y la violencia enorme. El camino que falta por recorrer es aún largo y pedregoso, pero hay optimismo en que podrían lograrse algunos acuerdos como, por ejemplo, el reconocimiento constitucional de este pueblo originario, aunque quizá esto tampoco cambie radicalmente las cosas.
Hay si una diferencia grande en el tratamiento de los problemas de los mineros y de los mapuches. En el primero se trabajó con eficiencia empresarial como están acostumbrados los hoy empresarios-políticos que forman el gobierno de Piñera. La operación ha tenido dos aristas: Eficiencia y dinero. En cambio, en el caso de los mapuches la eficiencia y el dinero servían poco o nada, porque lo que realmente se requería para convencer a los 34 comuneros que suspendieran la huelga de hambre, eran buenas estrategias políticas que es el punto donde la actual administración parece estar "flaqueando". No le quedó entonces otro camino que recurrir a las Iglesias para poder avanzar. La integración de los mapuches en Chile y la integración de los chilenos en la Araucanía son dos temas importantes en la unidad nacional de la que habla el Presidente.
Decisivo será entonces lo que viene, que se cumplan las promesas que se le hicieron al pueblo mapuche, porque de lo contrario la violencia y la inseguridad afectarán nuevamente a un sector importante del territorio chileno con consecuencias mucho más extremas que hasta ahora. Si esto ocurre, la unidad nacional que persigue Piñera será seriamente perjudicada.
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