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jueves, 15 de agosto de 2013

15-8-2013-KRADIARIO-EDICIÓN N°866
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LOS QUE PUEDEN NO QUIEREN Y LOS QUE QUIEREN NO PUEDEN
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Por Hugo Latorre Fuenzalida

Chile se encuentra atrapado en esta disyuntiva histórica, que por lo demás no es exclusiva de Chile. Si usted pregunta a la gente, se encontrará con la sorpresa de que la gran mayoría desea cambios estructurales, pero no todos los que votan se atreven a  hacerlo por quienes proponen los cambios. Si usted hace una encuesta informada respecto a las AFP, ISAPRES, propiedad del cobre, tributación, educación, etc. seguramente el resultado será el que ya señalamos: cambios.
¿Por qué se da esta paradoja?
Se puede intentar varias curiosas explicaciones:
1.- Que el padrón electoral anterior es de personas, de edad promedio, bastante mayor y, como se sabe, los mayores tienen varias condicionantes de conducta: son conformistas con lo que hay, pues sus vidas están “educadas” dentro de la autoridad como norma. Es decir son gente “normalizada”.
Ellos, los mayores,  no piensan mucho en el futuro, sino que su vida se constituye en retrospectiva, es decir viven vueltos hacia atrás- como la porfiada mujer de Lot-.
La prospectiva, en cambio,  requiere una imaginación creativa y gran espíritu crítico, cualidades propias de la juventud. Entonces tenemos una población votante conformista, conservadora, arrimada al sistema por más de una complicidad existencial.
2.- Una de esas complicidades existenciales, la conforma un pasado traumático. La ruptura de la ilusión transformadora, vivida entre los 60 y los 70, que llevó a la condena, por muchos años, a una especie de penitencia  por las culpas libertarias; algo así como el castigo eterno de los dioses sobre Prometeo o sobre Sísifo, que define anímicamente un sentido de tragedia sobre las cabezas de quienes abren cajas de Pandora.
Así como Edipo, la culpa les lleva a arrancarse los ojos para no ver y dejar que otros les guíen. El horror que dejan esos traumas, anulan las capacidades vitales y los hombres se resignan al furor del destino, entendiendo por tal una especie de fatalismo demoniaco, negador y sádico.
Ese hombre que deambula sin proyecto y prisionero de culpas que no logra racionalizar, y  las acepta como males que penetran su inconsciente hasta domesticar su voluntad y castrar sus potencias, ya no es un ciudadano, sino un feligrés, un penitente, un desterrado, un minusválido social, del que nada se puede esperar, hasta que las Moiras se los lleven para aliviarles el peso de un existir rastrero y opaco.
3.- Los jóvenes, quienes son los que cargan la insolencia  de los rebeldes, capaces de enfrentar a los dioses del sistema, se encuentran separados entre los que son ciudadanos y los que no pueden serlo. Son ciudadanos, ese tercio de jóvenes que se integran  a la educación o a un relativo o inestable bienestar.
Son parte separada en un verdadero “apartheit” ese 70% de jóvenes que proliferan en las áreas marginales del país sin acogida familiar, laboral ni de educación. Siempre fueron separados por la violencia y las barreras sociales. Nunca pudieron sentirse pertenecientes a una sociedad que les guardaba una identidad de respeto o consideración; nunca pudieron percibir una especie de “hogar público”, sino a un Leviatán poderoso e insensible que simplemente los marginó y negó toda oportunidad.
Ellos tampoco son ciudadanos, pues viven el ostracismo existencial desde siempre. Ni siquiera tienen referencias de poseer un derecho; sus mentes han sido anuladas de espíritu crítico y su rebelión, si es que florece, llega hasta el arrebato delincuencial contra todo ese mundo que le es insensiblemente ajeno y distante. La otra forma de salir de su opresión está en la autoaniquilación mediante las drogas, el alcoholismo o el suicidio (que de paso ha aumentado en un 60% en la última década).
Ellos ya viven condenados en un infierno sin luz, sin imaginar siquiera una acción salvífica de mesías sociales, ni Marías que aplasten la cabeza de esa serpiente cuartelaría que los retiene en su fatal  e infernal destino.
Esa gran mayoría de jóvenes marginales “no están ni ahí” con la sociedad, el Estado o la política. Esas instancias  no existen para ellos; nunca asomaron en su radio visual, por tanto no son cotizables electoralmente. Es sabiendo esto que los políticos maliciosos les otorgaron el derecho a estar inscritos en los registros, pues saben que es como si no existieran.
Pero es verdad que la vida da sorpresas, y de pronto, pudiera suceder que lo improbable se torne posible….y esa gente rompa las cadenas o retorne de su exilio humano y social. Entonces sí que se vería Chile remecido de pies a cabeza. Ahí sí temblarían los poderes instalados; ahí se podría dar lo que dijo ese profeta social: que “Todo lo sólido será arrasado y todo lo sagrado será profanado”.
Las élites están viviendo el sueño de un momento estelar. Ellos, ingenuamente, creen que se puede paralizar la inteligencia de los que están sometidos. Todos los poderes han actuado igual en la historia y todos han terminado derrumbándose. Las excepciones han sido pocas, como Licurgo, Solón, Pericles o Pisístrato, que fueron insignes reformadores y lograron la grandeza de sus pueblos, justamente por adelantarse a las caídas de sus sistemas corrompidos o abusivos.
 

 


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