Oportunismo Político
El oportunismo ha sido uno de los reproches más duros del
gobierno del Presidente Piñera a la oposición. Es un descalificativo que sirve
para rechazar casi cualquier iniciativa. Con igual entusiasmo se ha
descalificado el acuerdo de la Concertación y el Partido Comunista, dando a
entender que se trata de un giro nefasto, recuerdo de pasadas campañas del
terror.
Pero esta estrategia tiene un talón de Aquiles: la mayor demostración
de oportunismo la acaba de dar el propio gobierno al reaccionar, en apenas unas
pocas horas, sacando de la manga un proyecto para terminar con el binominal. Lo
que se postergó por años, se materializó instantáneamente después del acuerdo
de Renovación Nacional y la Democracia Cristiana, con el beneplácito del resto
de la Concertación.
Se trata, en buen castellano, de inconsecuencia.
Y hay más: en el último tiempo, a la falta de
consecuencia y el oportunismo de las fuerzas oficialistas, se debe sumar el
desconcierto que se refleja en la pérdida de rumbo. Este gobierno ha sido
incapaz de anticiparse a los conflictos de intereses tantas veces anunciados o
denunciados.
Aunque sea obvio, hay que subrayarlo.
Desde la abrupta salida de la candidatura del ex ministro
Golborne, al no menos abrupto despido del director de Impuestos Internos, la
gran debilidad oficialista se refleja permanentemente en tres pasos: 1) el
cerrado rechazo ante cualquier acusación. 2) el apoyo al acusado, atribuyendo
todo a maniobras interesadas de la oposición. 3) la brutal decisión de sacar a
quien está en entredicho, cuando todavía se producen declaraciones contradictorias
entre los ministros y los dirigentes de RN o la UDI.
Ya tiene poco sentido hacer escarnio de la proclamada
“nueva forma de gobernar”, pero conviene no olvidar. La soberbia de creerse
“los mejores”, los que eran capaces de hacer en 20 días lo que la Concertación
no hizo en 20 años, resultó mala consejera.
Como la guinda de la torta, aunque parezca difícil de
creer, hay que agregar ahora la sorprendente competencia desatada para la
campaña electoral de cuatro años más. Y, más sorprendente es el hecho de que
quien encabeza esta carrera es el propio Jefe de Estado.
¿Cuáles fueron las acusaciones de siempre? ¿Ambición?
¿Afán de poder? ¿Incapacidad de reconocer los errores propios?
Hay espacio para las interpretaciones.
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