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jueves, 14 de octubre de 2010

El rescate de los 33 subió el nivel de calidad y eficiencia de los chilenos en el mundo

Por Walter Krohne

Los generales después de la batalla han despertado hoy, un día después del rescate de los 33, llenos de imaginación, pensando seguramente que ellos podrían haberlo hecho mucho mejor. Igual que algunos políticos opositores que ya están escudriñando en las cifras del costo de la Operación San Lorenzo para pedir cuentas con “comprobantes en mano”.

Otros del oficialismo comentarán quizá que los 33 tuvieron mucha suerte por haber sido atendidos en su tragedia por un equipo de rescatistas eficientes y no como ocurrió en algunos casos del pasado en que por la falla de buenos equipos humanos grandes proyectos se derrumbaron o dejaron al país en el más soberano ridículo (transantiago, reconstrucción del norte terremoteado, falta de una alerta oportuna de tsunami en febrero,  una Onemi inoperable o la inauguración de un hospital con camas y personal prestados).

Todo esto o todo lo que se diga ahora ya no tiene importancia, porque los 33 están vivos y en condiciones de comenzar a vivir de nuevo. Es decir, la vida humana era en este caso lo más importante y este objetivo se cumplió plenamente.

Tampoco resulta relevante los comentarios que me llegan del extranjero cuando se justifica en parte el éxito obtenido en Chile, por el envío de Estados Unidos de un técnico experto en perforaciones o en los consejos dados por la Nasa sobre cómo debe organizarse la vida humana en espacios tan reducidos como si se tratara de una cápsula espacial. Y desde Alemania se nos dice que algunos medios destacan el éxito de la operación rescate, pero sin dejar de mencionar que “los cables que tiraron la cápsula Fénix durante más de 22 horas seguidas” eran de fabricación alemana.

Es una cuestión humana y del ser humano que está dispuesto a opinar después de la batalla, porque así somos en todas partes, en Sudamérica, en Africa, en Asia o en el norte de Europa. Da lo mismo de dónde, pero somos así. ¿Qué habrían dicho los alemanes si las cuerdas del Fénix se hubiesen cortado en medio del rescate? Seguramente que los chilenos las emplearon mal, evitando reconocer una supuesta falla de materiales.

Me acuerdo muy bien cuando la televisión, después de comenzar el derrumbe que podía transformarse  en tragedia, mostró a un hombre que corrió detrás del ministro estrella Laurence Goldborne en una calle del centro de Santiago diciéndole que en las perforaciones estaban ocupando una máquina equivocada y que no necesitaban recurrir a maquinaria extranjera porque aquí en Chile había varias y de todo. El ministro de Minería, quien como tal, sabía lo que había o no había en el país, sólo atinó a escucharlo con la diplomacia y educación que lo caracteriza. Es el humano que cree saberlo todo.

En el caso de la mina San José hay que destacar la calidad humana y profesional que hubo en los actores de todos los niveles que participaron en la Operación Rescate. La parte de los 33 fue fundamental en la forma como se organizaron, como proyectaron sus vidas en un mar de incertidumbres, respetándose unos a otros, los más jóvenes a los más viejos y viceversa. Otro punto fue la coordinación que existió entre los de arriba y los de abajo. Todos terminaron dialogando y algunos se convirtieron en amigos. Fue una muestra desconocida de unidad que no veíamos desde hacía muchos, muchos años.

Hubo un intercambio permanente de ideas y modos de vida, porque por Dios que habían problemas que resolver día a día. La parte médica, psicológica y nutricional fue fundamental para que este proyecto tuviera éxito. Ninguno jugó o adoptó el papel del "jefe tradicional o ya pasado de moda", porque desde el punto de vista organizativo todos estaban en un mismo nivel e iban navegando en el mismo buque. El objetivo era mantener vivos a los de abajo con ideas y mucha tecnología que proporcionaban los de arriba.

Habría que dar muchos nombres de verdaderos “héroes” que sin ellos esta operación hubiese tenido algunos percances muchos más graves que los hasta ahora conocidos. Partiendo por el ministro Goldborne, que se preocupó de todos los detalles, tanto técnicos, de equipamiento o de abastecimiento, siempre con la sonrisa en sus labios de noche y de día. Para que decir del ingeniero de Codelco André Sougarret que recibió el título de líder máximo del salvataje o algunos mineros como el “gran líder” de los de abajo, Luis Urzúa, y tantos otros. Todos héroes.

Todo esto permite explicar el interés del gobierno de proyectar esta imagen de eficiencia y éxito a todo el mundo, mediante una transmisión oficial de televisión que captó detalladamente la Operación San Lorenzo en la mina San José, porque como escribió José Rodríguez Elizondo, el rescate es hoy nuestra mejor marca. Así somos, eficientes y creativos, pero nuestro problema está en que nunca lo demostramos o lo decimos, porque nos damos a conocer muy poco.

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