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miércoles, 21 de abril de 2010

DOCUMENTACION: EL TERRORISMO EN RUSIA

VIOLENCIA NO DA NI JUSTICIA NI EQUIDAD - DUDAN SOBRE ESTRATEGIA DE PUTIN

SERIE EN TRES CAPÍTULOS (Hoy 3/3)


Por KrohneArchiv


La historia de la violencia en el Cáucaso Norte comenzó en el siglo XVI y perdura hasta nuestros días. Son pueblos que nunca han vivido con una seguridad plena de paz. Es así como los métodos de guerra han ido adquiriendo con los años características de mucha violencia y salvajismo que lleva a sus guerreros a entregarlo todo por ganar las batallas independentistas, hasta la propia vida si fuese necesario.

Esto tiene alarmadas a las poblaciones caucásicas como también a las ciudades y pueblos del resto de Rusia incluyendo desde luego a la capital Moscú.

La situación geopolítica del Cáucaso, entre los mares Caspio y Negro y Europa y Asia, y la riqueza de hidrocarburos hicieron que esta zona fuera manzana de la discordia entre las grandes potencias.

La conquista rusa del Cáucaso Norte, o Ciscaucasia, comenzó en el siglo XVI y terminó en la segunda mitad del XIX, aunque el conflicto y los brotes de violencia perduran hasta la actualidad.

Los primeros rusos en llegar a estas tierras fueron los cosacos, que se asentaron en las llanuras al pie de la gran cordillera.

Sin embargo, solo más de 200 años de guerra y los esfuerzos de uno de los imperios más poderosos del mundo permitieron a Rusia terminar en 1859 la conquista de sus regiones montañosas, lo cual permitió asegurar las comunicaciones con Georgia, anexionada en 1800, y Azerbaiyán y Armenia, conquistadas a Persia a fines del siglo XIX.

No obstante, los brotes de resistencia en las montañas del Cáucaso Norte volvieron a surgir cada vez que Rusia se veía debilitada. Así ocurrió tras la revolución de 1917, cuando el Ejército Blanco se vio obligado a retirar las fuerzas tan necesarias en su ofensiva contra Moscú, entonces la capital de la Rusia bolchevique, para asegurar su retaguardia de los ataques de los destacamentos de motaña. Esos destacamentos se sumaron más tarde a su aliado, el Ejército Rojo, en la conquista de las repúblicas de Azerbaiyán, Armenia y Georgia. Pasaron primero a la República Soviética de los Montañeses y luego a ser repúblicas autónomas en el marco de la Federación de Rusia.

Más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, el resurgimiento de la resistencia desató nuevos enfrentamientos entre las tropas del Ejército Soviético y los destacamentos rebeldes y en 1944 sirvió de pretexto para la deportación a Asia Central de los "pueblos traidores", los chechenes, ingushes y balkares.

Tras la muerte del dictador soviético José Stalin y la llegada del "deshielo", se les permitió regresar al Cáucaso y fueron restablecidas las repúblicas autónomas, aunque en algunos casos sus fronteras debieron de ser recortadas, lo cual sembró las raíces de nuevos futuros conflictos en la zona. En la etapa de la "Perestroika" de Mijail Gorbachov (reforma que fue implantada en 1987 y duró hasta 1991) fueron estas repúblicas las primeras en levantarse.

Por entonces, el más sangriento fue el conflicto entre los ingushes y los osetas, que terminó con la expulsión total de los primeros de la zona oriental de Osetia del Norte, que hasta 1944 les perteneció. No obstante, en 1991, cuando Chechenia se proclamó independiente de Rusia (después de que las autoridades rusas se independizaran de hecho de la URSS), los ingushes decidieron seguir formando parte de la Federación Rusa. La respuesta rusa fue el empleo de la fuerza.

Las vecinas repúblicas caucásicas permanecieron neutrales en la guerra, aunque en la guerrilla chechena hubo voluntarios de otras etnias caucásicas y los pueblos del Cáucaso del Norte no ocultaron sus simpatías hacia sus vecinos chechenes. El enfrentamiento decisivo se produjo a fines de 1994, cuando Moscú inició una verdadera guerra contra Chechenia que terminó en 1996. El resultado fue un país arrasado, la capital, Grozni, reducida a escombros, decenas de miles de muertos y desplazados.

Las elecciones presidenciales del 27 de noviembre de 1996, celebradas en presencia de observadores rusos y extranjeros, dieron la victoria al jefe militar chechén, Aslán Masjádov (59,3 por ciento), seguido por otros ex comandantes guerrilleros no menos independentistas.

No obstante, los permanentes conflictos entre los señores de la guerra y la creciente influencia de los islamistas radicales debilitaron el poder de Masjádov. En 1999 varios destacamentos chechenes entraron en las regiones fronterizas del vecino Daguestán, dando a Rusia el pretexto para reiniciar la guerra contra Chechenia el 30 de septiembre de 1999. A fines de marzo del 2000, las tropas rusas controlaban casi toda Chechenia y los independentistas pasaron a la lucha de guerrillas, que fue degenerando cada vez más en terrorismo de grupos islamistas radicales.

La extensión de las operaciones de la guerrilla a las repúblicas vecinas y en sumo grado el comportamiento de las tropas rusas en todo el Cáucaso hicieron que poco a poco la violencia se fuera extendiendo por la región. El caso más conocido fue la toma de rehenes por un comando chechén en una escuela de Beslán, en Osetia del Norte, y el posterior asalto de las fuerzas rusas, que arrojó un saldo de más de 300 muertos, en su mayoría niños (septiembre de 2004).

Como vemos, la violencia en el Cáucaso Norte no es nueva. Si bien este enfrentamiento se extiende por más de dos siglos y compromete a diversos pueblos contra Rusia, los analistas coinciden en que las dos guerras de los años noventa entre Rusia y la pequeña e independentista Chechenia han deteriorado profundamente la situación de esa zona. Derrotado en 1996, Moscú invadió Chechenia en 1999, abriendo una ola de atentados que se fueron mudando a territorio ruso y a objetivos civiles.

En Chechenia, las condiciones de vida se agravaron: creciente pobreza, violencia, violación masiva de los derechos humanos. ¿Eso es suficiente para que un grupo de personas se vuelque al terrorismo suicida? ¿Y por qué tanto mujeres como hombres han tomado esa opción en el Cáucaso?

“Ustedes están sufriendo un mal día, pero nosotros llevamos sufriendo 10 malos años”, le dijo una Viuda Negra (mujeres suicidas-ver Primera Parte) chechena a un rehén ruso en el ataque al teatro Dubrovka de Moscú, en octubre de 2002.

El uso checheno de tácticas terroristas fue adoptado en 1995, cuando fuerzas de ese país tomaron rehenes en un hospital ruso. Desde el año 2000, cuando se conoció el primer caso de inmolación de una "viuda negra", unas sesenta mujeres han seguido el mismo camino hasta la fecha.

La información disponible sobre el perfil de las Viudas Negras tiene un denominador común: su juventud y se trataría de una forma de participación política que aparece “debido a las experiencias femeninas en tiempos de guerra, como la ausencia de los hombres y la necesidad de ocupar nuevos roles que antes eran masculinos”, afirma la investigadora y experta en sociología caucásica Elizabeth Frombgen.

Pero esto sólo se manifiesta en “situaciones en las que hay una historia de terrorismo o ataques suicidas conducidos por hombres”, pues experimentar la guerra, las privaciones y las pérdidas no produce en forma automática “mujeres terroristas suicidas”, agrega la experta.

La cultura y forma de vida de los pueblos autóctonos del Cáucaso son muy diferentes a las de Rusia, señala Nino Kemoklidze, especialista del Centro de Estudios Rusos y Centroeuropeos de la Universidad de Birmingham en el artículo "La victimización de las terroristas suicidas: el caso de Chechenia".

La célula de esa sociedad es el clan, “teipy”, una estructura cerrada y patriarcal. Su cultura e historia se construyeron en torno de los relatos de la “bravura” masculina de sus guerreros. Los matrimonios están prohibidos dentro del teipy. En un “complejo sistema matrimonial inter tribal” los cuerpos femeninos son convertidos en “mercancía y objeto de intercambio político”. En los 75 años de vigencia del régimen soviético esta estructura se debilitó, pero sus tradiciones y las normas islámicas consuetudinarias se siguen sintiendo hoy.

Según Kemoklidze, las mujeres eran percibidas como bienes de ganancia política o económica, con sus cuerpos permanentemente comprometidos en intercambios tribales, en el teipy, o dedicados a sostener la recompensada natalidad soviética.

En esa región ni las mujeres son “esencialmente” pacifistas ni las condiciones sociales son favorables a otro tipo de participación, arguye Kemok. Los medios de comunicación han jugado un papel importante en describir a las suicidas como “víctimas desesperadas” del terrorismo checheno, “drogadas” o “con el cerebro lavado”. O bien como víctimas de violaciones sexuales en manos de las tropas rusas, con esposos o hermanos brutalmente torturados. De pronto se convierten en personajes que casi despiertan simpatía.

La autora no niega que algunas de esas razones movilicen a los chechenos a la violencia, sean hombres o mujeres. Pero, advierte, el mundo occidental, que acusa al Islam de “una estricta demarcación social”, termina “atrapado en una visión con cristales similares”.

La agresión sigue siendo territorio masculino, mientras las “mujeres violentas sufren desequilibrios mentales o están poseídas por un mal inimaginable”. Este mito nos impide entender la violencia y sus complejidades. En casi todos los actos terroristas chechenos ha habido mujeres. Fueron muchas las que detonaron bombas en estaciones de metro, autobuses y aviones, matando a decenas o cientos de personas. “¿Qué son esas mujeres, sino actoras de esta guerra brutal?”, se pregunta Kemoklidze.

Las "Viudas Negras" no luchan sólo por venganza o por una tragedia personal. Y al hacerlo, quizás indirectamente o sin intención, “desafían las fronteras de los géneros… transgreden la profunda división entre lo público y lo privado”, afirman otras dos especialistas en el tema Nickie Charles y Helen Hintjens.

Si hay algo que la violencia no proporciona es justicia y equidad.

La geopolítica

Tanto Rusia como Estados Unidos consideran la región del Cáucaso como esencial para sus intereses estratégicos. El motivo: los hidrocarburos del mar Caspio, donde hay 25.000 millones de barriles de crudo. Las reservas de Kazajstán, Turkmenistán y Uzbekistán igualan a las de Kuweit y superan a las de Alaska y a las del mar del Norte juntas. Por eso el control de esos yacimientos es tan importante.

Actualmente, existe un oleoducto que va desde Bakú, vía Grozni, hasta la ciudad rusa de Tikhoretsk y termina en el puerto de Novorossiysk, en el mar Negro. Rusia intenta que el trazado de los nuevos oleoductos le sea también favorable, pero cada vez le resulta más difícil imponerse en la región.

Estados Unidos intenta convertir el Cáucaso en zona de influencia para hacerse con el control del petróleo del mar Caspio y depender menos de Oriente Medio. Algunas multinacionales petrolíferas tienen ya proyectados varios oleoductos en la región. Georgia, que comparte fronteras con Azerbaiyán, tiene gran interés estratégico para Estados Unidos porque a través de su territorio se puede conducir el petróleo del mar Caspio hasta los puertos de Turquía.

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