kradiario.cl

viernes, 1 de julio de 2016


POR EL MAL CAMINO
Por Hugo Latorre Fuenzalida

Arturo Uslar Pietri, el tremendo intelectual venezolano, una vez comentó en un programa de televisión, por allá en las postrimerías de los 80, cuando la delincuencia asomaba recién sus garras criminales en ese país, que tuvo el interés de conocer a un criminal que estaba preso, pues se trataba de un hombre muy joven y que ya tenía varias muertes a su haber. Uslar Pietri se aproximó pues, como escritor y quería indagar en la mentalidad del criminal, es decir quería saber qué sentía respecto a las víctimas, a su actuar; qué quedaba en su espíritu, en su cerebro luego de estas experiencias atroces.
El gran escritor señaló que al hacerle la pregunta sobre  cuántas muertes había contabilizado de mano propia, el asesino  se quedó pensando un momento y respondió que había matado a “nueve muñecos”.
Uslar, que poseía una voz firme, gruesa  y pectoral, la elevó para resaltar esa palabra expresada por el joven preso: “muñecos”. La sensibilidad de estos criminales ante sus semejantes es nula, dijo Uslar Pietri; para él son sólo “muñecos”, un objeto material desechable, exterminable.
¿Existen estos hombres así, desde su nacimiento, o se hacen en el transcurso de sus vidas?
Esta pregunta es antigua; el mismo Dostoievski, en su famoso “ Los hermanos Karamazov”,  relata las barbaridades cometidas por las hordas de guerrilleros campesinos contra niños indefensos, como ejemplo de esa otra “alma” que constituía la compleja Rusia de su tiempo. El famoso marqués de Sade reivindica esa condición perversa que anida en el hombre y se deleita en echar las culpas al Creador, que hizo mal su trabajo, permitiendo que estas naturalezas extraviadas maduren en este Reino animal, confundidas con toda clase de alimañas.          
En Chile, país de pocos crímenes cometidos por delincuentes comunes, pero con  muchos crímenes cometidos por el Estado y por la pasión desenfrenada de los machistas contra las mujeres-, y también  por los pervertidos sexuales-, comienza a dar a luz esta criminalidad sin sentido, ese afán de matar por matar, como es el caso de la mujer asaltada recientemente y asesinada sin mediar provocación alguna.Asesinada por delincuentes muy jóvenes. No olvidemos también el caso de Soledad Lapostol, asesinada sin razón alguna por un criminal que en el juicio daba lecciones y consejo a sus propios abogados,  con una visible sonrisa de superioridad.
En la misma Venezuela de Uslar Pietri y por el mismo tiempo en que el escritor entrevistaba al delincuente asesino, se dieron varios casos de crímenes sin sentido, que eran comentados por la prensa, justamente por lo extraño de los mismos. Una estudiante que caminaba  a la universidad a plena luz del día, se para un motorista con casco oscuro, le  apunta y la mata; un abuelo que estaba por la tarde sentado frente a su casa disfrutando un bello atardecer en el barrio de El Paraíso, de pronto se detiene enfrente un auto y lo matan, sin más ni más, de un certero disparo; finalmente un joven del barrio alto que bajó a hablar a un teléfono público ubicado frente a su edificio, en un parque muy transitado, sin que se percatara se detiene un auto, se baja un fulano que se ubica por detrás y le da un tiro en la cabeza.
Como no se encontraba explicación a estos crímenes, se terminó por concluir que este tipo de asesinatos eran exigidos como prueba de valor (o de “pecho frío”) a quienes pretendían enrolarse en las mafias del narcotráfico.
Un amigo sociólogo explicaba con cierta razón, que aquí la delincuencia es poco criminal, pues –decía- saben que si no hay sangre, el delito queda en el limbo, no hay pena. Pero ahora pareciera que esa lógica encuentra sus excepciones. Mientras se mantenga esa excepcionalidad poco hay  que preocuparse, pero como los criminales de sangre son cada vez más jóvenes, el temor es que esos delitos de sangre sean cada vez más frecuentes…y lo terrible sería que esos crímenes sin sentido no sean efecto del nerviosismo de delincuentes inexpertos sino fruto  de la degradación por degeneración de los mismos, porque feo sería hablar de un ascenso a una escala superior de criminalidad.
Una sociedad con un 38% de los jóvenes que no trabajan ni estudian, que habitan en la periferia de las grandes ciudades, tiene un solo destino: el incremento imparable de la delincuencia y la violencia. Los pecados sociales de una estructura marginadora se pagan tarde o temprano en una especie de anomia y de entropía. No podremos evitar esa caída, esa inmersión en el conflicto moral y social, como de hecho lo enseña toda experiencia donde se contrasta la extrema riqueza frente a la pobreza de las grandes mayorías, más aun cuando la extrema riqueza va manchada de una inocultable delincuencialidad económica y moral, que queda sin castigo por el lado de la justicia.
La solución es a largo plazo y va necesariamente por el camino de la equidad social y la aplicación de una justicia inflexible; las medidas de corto plazo deben tomarse, pero sin las otras…no habrá resultados efectivos.
El crimen nació con la humanidad, pero cuando el crimen se hace un problema que amenaza a cada ciudadano como un fantasma, entonces la cultura ha sido secuestrada por la violencia y la sociedad por el terror.Los ricos no matan físicamente para delinquir, pero asesinan el alma de un pueblo al aniquilar los valores de la comunidad.
A la pregunta inicial podemos responder que el mal, es decir la violencia criminal viene con el hombre, si atendemos a los estudios más exhaustivos de la ciencia moderna, pero el medio ambiente es fuertemente incidente en que la violencia emerja como criminalidad, así es que debemos cambiar ese ambiente social que fomenta la violencia por otro que humanice al hombre, pues “quien a hierro mata a hierro muere”…..y quien da cariño, amor recibe.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario