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martes, 19 de agosto de 2014

DON  POLO
Por Wilson Tapia Villalobos (*)


Esta historia es como muchas que ocurren en el país. De esas que no acaparan atención mediática y no dejan surcos en la conciencia colectiva pero que nos muestran el verdadero Chile en que vivimos. Ese en que nos explayamos día a día y del que conocemos sólo una parte ínfima.
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Don Polo murió a los 71 años. Era un chileno modesto, nacido en la costa central. Mirasol, El Yeco, Tunquén, Quintay, fueron sus pagos. Tipo simpático, ladino, su vocación la marcó la necesidad, no la descubrió al conocer posibilidades. Su rubro era amplio. Iba desde la venta de leña, que él mismo preparaba talando pequeños bosques de la zona, hasta el acarreo de escombros. Sus herramientas de trabajo, una camioneta Ford del año 1978 y un pequeño furgón Suzuki, de 1992.
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Cuando la tarea era sólo talar, iba en su furgón en que llevaba a su perro mezcla de salchicha y otra raza indefinida, y una motosierra que manejaba con maestría y extraordinaria agilidad. Después llegaría con su camioneta y se llevaría las ramas. Luego cortaría la leña en pequeños trozos o, si se trataba de pinos, en las dimensiones adecuadas para la venta en aserraderos.
Hipólito Urbina conocía su oficio, al que lo había llevado el instinto de supervivencia. Nunca le pregunté por su grado de instrucción, pero me imagino que, como la mayor parte de la gente de su generación en la zona, no superó la enseñanza primaria. No por falta de ingenio, que tenía de sobra, sino porque no existían las oportunidades, que hasta ahora no son muchas. Pero él era lo que constantemente se ensalza tanto: un emprendedor. Un trabajador sin contrato, sin previsión, sin seguridad. Uno de los miles de chilenos que viven sin protección de ninguna especie.
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Hace una semana, Don Polo cortaba unos cipreses. La motosierra se trancó en unos alambres. Al tratar de liberarla, la hoja le rebanó una pierna. Su ayudante, Gamal, trató de socorrerlo. La impresión pudo más que el espíritu solidario. Los borbotones de sangre, la fuga de la vida del amigo lo anularon. Como pudo corrió hasta el camino a pedir ayuda. En el trayecto se desmayó varias veces. Finalmente pudo hacer señas, pero los conductores que pasaban creyeron que era otro borracho más y no pararon. Don Polo se desangraba. A los gritos, Gamal pidió que llamaran a Carabineros. La ayuda tardó. Don Polo agonizaba cuando fue llevado al Hospital. Murió a las 4 de la mañana del día siguiente.
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¿Es un caso extraordinario o sólo uno más del que no se ocupan quienes nos crean la visión de sociedad que tenemos? Hipólito Urbina hay muchos entre nosotros y el Estado chileno hace poco por ellos. Y si no lo cree, vaya al Bancoestado y vea como son tratados los ahorristas. Cómo esa institución, que fue concebida para estimular el ahorro, ahora es un banco comercial más, en que se esquilma a los ahorristas, a aquellos para los que fue creado. Dirán que era otra época, que las cosas cambiaron. ¿Pero los subsidios son mejor que estimular el ahorro?
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La fiebre privatizadora aún no ha terminado, aunque ya quedan pocas cosas en manos del Estado subsidiario que creó la dictadura y los gobiernos democráticos cimentaron con más fuerza, entregando el agua, el cobre, las carreteras, los servicios básicos a manos privadas.
Las reformas que se anuncian no tocan esta idea de fondo. Nada dicen del papel que debe jugar el Estado. Y cuando alguien se atreve a hablar de mejorar la educación pública, la campaña de la derecha, asustando a los padres, es furibunda. Como si muchos de los padres de esos padres no hubieran estudiando en escuelas y universidades gratuitas. Como si ese sistema no funcionara en la mayoría de los países desarrollados que aquí se admiran tanto.
Tal vez a esto se refería el senador Quintana cuando habló de la retroexcavadora. Fue una frase un tanto ríspida, es cierto, pero nadie ha sido más preciso. Las reformas no sirven para evolucionar si no terminan con lo dañino. Y el Estado subsidiario es dañino aplicado como se aplica en Chile.
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Un Estado que sólo puede intervenir en las áreas que no interesan a los privados y cuando lo hace en aquellas en que su presencia es indispensable, como la salud, la educación, la vivienda, el transporte, tiene que hacerlo compitiendo con los privados, es un engaño. Con certeza, si se crea una AFP estatal bajo este prisma, será otra tomadura de pelo.
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A quienes para salir de la pobreza sólo les queda a alternativa de ser "nano emprendedores", seguramente terminarán abandonados a una suerte que asquea. Un chileno más ha partido y doy fe de que Don Polo era una excelente persona.
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(*) Periodista y profesor universitario

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