Por Abraham Santibañez

- Poco antes, en su última polémica, acusó al Consejo Nacional de TV de obligar al canal a censurar sus anuncios sobre sismos, terremotos y tsunamis. Ello fue desmentido más tarde por la propia estación, pero también terció el Consejo reiterando que su papel no consiste en censurar contenidos: “El CNTV no puede intervenir en la programación de los canales de TV. Regula los contenidos ya emitidos en pantalla principalmente vía denuncias ciudadanas”.
Ahora que ha reconocido ser consumidor de cocaína “de vez en
cuando”, es difícil establecer cuál es su verdadera personalidad: ¿cuándo emite
juicios delirantes en pantalla o cuando se muestra compungido por eventuales
malas interpretaciones de sus dichos?
Como no es periodista, Salfate no está bajo la tuición del
Tribunal de Ética del Colegio de Periodistas. Tampoco ha sido denunciado ante
el Consejo de Ética de los Medios.
Comunicador sin miedo, capaz de suscribir la acusación de
que los terremotos son parte de un plan secreto de Estados Unidos, que la NASA
maneja información sobre extraterrestres y ganar fama como “especialista” en
conspiraciones y fenómenos paranormales, en esta vuelta Juan Andrés Salfate
parece haber perdido asertividad.
Salfate estudió publicidad en la USACH. Desde entonces
acumuló una larga serie de actividades: comentarista de cine en El Mercurio,
panelista y presentador de doce programas de TV, de siete espacios de radio,
dos historietas y dos películas.
En entrevista en La Red tras su detención, dijo:
“Usted no se equivoca con quien tiene adelante. No tengo dos
caras, dos discursos. Yo soy una persona que vivió intensamente en la
adolescencia, probé de todo y pude entender cuáles eran mis límites. Si tengo
que pedir perdón por una cierta imagen, creo que es momento de hacerlo. No soy
adicto a las drogas, pero sí entiendo su poder y obviamente las conozco”.
“No soy un adicto. Tengo tres pegas además de (la que tengo
en) el canal, Si estuviera enganchado no podría cumplir con todo eso…creo que
la gran mayoría (de los otros personajes públicos que también compraban droga
al acusado) pudieron estar a la altura de los gustos prohibidos que se dieron,
pudieron seguir trabajando, ya fuese en una oficina o frente a una cámara”.
No es la primera vez que un personaje del espectáculo o de
las comunicaciones reconoce su cercanía con drogas “duras”. Pero, dada su fama,
el caso se convirtió en trending topic en twitter y tema de apasionada
discusión en foros reales o virtuales.
El apoyo de la Red es encomiable.
La duda es si este apoyo tiene o no límites. Inmediatamente
después de la extensa entrevista con Eduardo Fuentes, en la cual pudo hablar
con toda libertad pese a algunas incoherencias, el Consejo Nacional de
Televisión recibió tres denuncias contra el espacio de La Red "Mentiras
verdaderas".
Los reclamos de los televidentes apuntan a que durante su
conversación con Eduardo Fuentes, "Salfate hizo una apología del consumo
de drogas".
No es la única interrogante.
De tiempo en tiempo surgen en nuestras pantallas fenómenos comunicacionales como este. Se podría sostener que la libertad de expresión que asegura nuestro ordenamiento jurídico impide una prevención mayor en materia de excesos. La censura previa –que tanto mal nos ha causado a lo largo de nuestra historia- aquí no tiene cabida. Pero la truculencia desmedida, las pesadillas desatadas por divulgadores de fantasías terroríficas, deben recibir sanción.
Tampoco se puede eludir la responsabilidad de los medios.
Como señaló editorialmente El Mercurio, “este episodio centra la atención en el altamente sensible problema social del consumo de drogas... Promover políticas públicas orientadas a combatir las redes de narcotráfico, evitar el consumo y avanzar en rehabilitación es una tarea que involucra a toda la ciudadanía, y en especial a los medios de comunicación. La responsabilidad social que tiene la televisión en su misión educativa e informativa es ineludible y no permite ambigüedades en materias tan importantes como el rechazo a las drogas. La influencia transversal de este medio exige una cuidadosa y responsable entrega de contenidos, y demanda de sus "rostros" especial prudencia en aspectos tan relevantes para la salud y calidad de vida de la población”.
Confiemos en que este llamado de atención sea oportunamente escuchado.
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