Un buen amigo nuestro, estudioso y sabio, más preocupado de las cosas del espíritu que lo material, quien ya no está con nosotros, nos decía, repetía e insistía, que nada es casualidad, si no, causalidad.
Él, abundando, decía que la vida es una larga cadena de “causalidades” que tienen sus respectivas consecuencias y que éstas se transforman automáticamente en causas para otras consecuencias.
El grave accidente que ocurrió en la mina San José de Atacama, fue sin duda, la consecuencia de la irresponsabilidad de empresarios omnubilados, que con riesgos evidentes, querían aumentar las ganancias, a costa de la vida de muchas personas.
Podríamos decir que este dramático episodio, tiene ramificaciones; por un lado, como causa principal, es la temeridad con que se desafió la fuerza de gravedad y que produjo el derrumbe que selló la mina. Las consecuencias son ampliamente conocidas, aparte de quedar al descubierto que la excavación no contaba con las vías de escape adecuadas y que el organismo fiscalizador tampoco funcionó eficientemente.
Todo lo comentado, como consecuencia menor frente a la mayor, que significó un gran movimiento de gestiones y recursos, lo que tuvo alcance internacional. Pero, no perdamos de vista la causa aparentemente inicial, como fue excavar codiciosamente un pilar que movió una roca de varios miles de toneladas y cuya consecuencia fue desplazar hasta el lugar a cientos de personas, maquinarias, medios técnicos y por ende, disponer de cuantiosos recursos.
Por supuesto, hemos dejado, como mención especial, la angustiosa incertidumbre, por minutos, días, horas y semanas de los familiares y seres queridos, tanto de los atrapados en el fondo de montaña, como de los espectantes en la superficie.
Otra de las ramificaciones causales es la necesidad imperiosa de trabajo, con riesgos extremos, a la que acude gente acorralada por deudas u obligaciones de familia, sin importar los riesgos y apelando a la buena suerte para no sufrir un accidente que podría ser fatal. Las prevenciones o mitigaciones, que son de cuenta de organismos oficiales, no funcionan de acuerdo al reglamento, por lo tanto el trabajador queda en la indefensión laboral.
Las consecuencias inmediatas, de las cuales hemos mencionado algunas, obviamente, no tardaron en producirse y las mediatas, más temprano que tarde, empezarán a manifestarse irreversiblemente.
Siendo así los invitamos a analizar otras consecuencias, que se relacionan mas bien con los individuos que con las cosas.
El primer impacto del desastre entre las víctimas, esto es, los mineros, luego que decantara el polvo del derrumbe, trajo como consecuencia tomar conciencia de una situación difícil, que podría poner en serio peligro sus vidas además que en la superficie había seres queridos que esperaban su vuelta. ¿Qué sería de ellos si no volvían?
La consecuencia les indicó duramente el amor y cariño que tenían por esposas, hijos, novias, padres, amigos..., y la propia vida. Es posible que a más de uno, sobrepasado por la lucha por la vida, se le hubiera olvidado estos sentimientos de aprecio hacia los suyos, los que afloraron con fuerza en la oscuridad de la tierra, ante lo cual sintieron la enorme importancia de lo uno y de lo otro, sensación probablemente no experimentada antes.
Mientras tanto, en la superficie, viviendo otra consecuencia, los dueños y responsables del funcionamiento del yacimiento, se enfrentaban a la lógica deducción del término de la empresa, por la magnitud del desastre a causa de manejos inadecuados y pretensiones de ganancias más allá de lo razonable.
Siguiendo la cadena de consecuencias, entre los familiares de los mineros atrapados, la angustia de no volverlos a ver con vida y tal vez, el arrepentimiento de no haberle dicho a cada cual, ya sea esposo, padre, hijo, hermano, amigo, cuanto lo amaban y apreciaban. Tal vez le exigíamos demasiado, pueden haber dicho algunos o haberlos ignorado un poco, otros
Por su parte, para las autoridades gubernamentales las consecuencias se materializaban sintiendo sobre si la responsabilidad de no controlar con eficiencia las actividades privadas, que conllevan riesgos para los trabajadores, aparte de tener que iniciar con prisa las medidas para rescatar con vida a los mineros sepultados. ¿Tenemos las capacidades técnicas para hacerlo?, surge la pregunta candente.
En medio del intercambio de ideas para tomar medidas, unos pocos recomendaron al Gobierno no involucrarse en este accidente, que era cosa de privados, y que podría tener consecuencias políticas negativas si las acciones fallaban.
Como se sabe y visto por millones de personas, los mineros fueron rescatados con vida y sanos.
Las consecuencias, hasta este momento, han sido varias.
- Se valoró lo humano muy por encima de lo material
- Todos los técnicos, nacionales y extranjeros, pudieron comprobar sus capacidades
- La ciudadanía se preocupó y aglutinó su espíritu en torno a los 33 mineros sepultados en el fondo de la montaña y sus familias
- El Gobierno creyó en sus planes y funcionarios para tener éxito en la tarea
- El Gobierno vivió estrechamente de cerca la realidad de los que deben trabajar, aún con riesgo de sus vidas, para mantener a una familia
- La entereza de espíritu de los que arriesgan sus vidas, por la de otros, aún cuando no los conozcan
- Y a nuestro parecer, lo más importante, después del rescate de los mineros, ha sido el fuerte renacer del amor entre esposos, padres e hijos, hermanos, que se vivió en el momento de la “resurrección” de estos 33 hombres, una vez que salieron del pique, agregando la alegría desbordante y el abrazo sincero con compañeros y amigos, manifestaciones todas, que al producirse, generaban poderosas ondas de alegría sincera que inundaban especialmente a los más cercanos al rescate y que provocó que hombres curtidos por la vida o circunspectos por su rango, dejaron escapar algunas lágrimas de emoción.
Como decía nuestro amigo Alfonso, no hay ninguna casualidad, si no que causalidad y que trae consigo una consecuencia. En esta ocasión, sin lugar a dudas, la consecuencia ha sido demostrar que, a pesar de todo, los humanos tenemos, como algunos dicen, tendencias divinas o positivas. ¡Que bueno!
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