Diario La Razón de La Paz Bolivia
Los 33
El sistema de izaje funciona y los valerosos mineros emergen como el ave Fénix
La expectación, era de suponerse, ha ido creciendo desde el 5 de agosto, cuando se produjo el derrumbe en el interior del socavón. Y a medida que eso ocurría, tomaba cuerpo la incómoda sensación de que este reducido grupo de mineros recibía una atención totalmente opuesta a la que viven a diario millones de colegas suyos en todo el mundo.
Porque ni bien salen de su tortuosa experiencia y cada uno de los mineros de San José camina 50 metros para someterse a un primer chequeo médico, se reproducen las ofertas de trabajo que nunca imaginaron recibir; las propuestas de publicaciones de libros y de filmaciones de documentales y películas; los regalos de reproductores de música, en fin, presentes tan disímiles como insospechados. Como que aquellos primeros pasos probablemente los lleven a Grecia o a estadios de los clubes de fútbol más poderosos del mundo, de acuerdo con las primeras invitaciones que han recibido bajo tierra por haberse salvado de un derrumbe en una mina.
Las luces de neón que parecieran brillar en cada noticia fruto de la rimbombancia con que los hechos son presentados no alcanzan a ocultar, así, la contracara de los mineros que viven en las profundidades de la tierra y que ojalá sintiesen como suyos algunos de los premios que recibirán los 33; merecidos premios a una vida de trabajo infatigable y mal apreciado.
Anoche, mientras los bolivianos esperábamos atestiguar la salida de Carlos Mamani y el presidente Morales se alistaba para participar del acontecimiento, subía la ponderación a los chilenos por su espíritu de acero: en pocos meses se han sobrepuesto de manera admirable a un terremoto y a la tragedia de San José. Las imágenes de felicidad de los parientes que hacen vigilia son un aliciente para el alma dolida en los interminables días de Copiapó.
El sistema de izaje funciona y los valerosos mineros emergen del fondo del socavón como el ave Fénix cada 500 años. Hay alegría, por supuesto. Y admiración. Mucha admiración por un país, Chile, que ha mostrado al mundo lo que es organización, trabajo en equipo, tecnología, profesionalismo.
Algo más. Lo decía anoche la televisión chilena: nunca tantas personas —millones en el mundo siguiendo el rescate en directo— se han ocupado de unas pocas de la forma en que se ha hecho con los 33. Todo un símbolo en un mundo en que unos pocos suelen estar dispuestos a dañar a muchos
Diario El Mercurio de Santiago de Chile
Una gesta ejemplar
Cuando anoche se inició la operación de rescate en la mina "San José" y se puso fin a 69 días de angustia que conmovieron al mundo por la magnitud del accidente que dejó atrapados a 33 mineros, Chile entero se estremeció de alivio, alegría y orgullo.
Se ha vivido una gesta, y las gestas requieren poco comentario, porque su fuerza se evidencia por sí misma. "El Mercurio", como todos los chilenos, se inclina con respeto, admiración y gratitud ante la magnitud y generosidad del esfuerzo desplegado, con el unánime apoyo nacional, la solidaridad del mundo y la activa colaboración de muchos países y empresas chilenas y extranjeras, así como de innumerables hombres y mujeres, muchos de cuyos nombres no son conocidos y quizás nunca lo serán.
Trabajadores y empresarios, técnicos y profesionales de diversas especialidades, las Fuerzas Armadas y de Orden, las autoridades -desde el Presidente de la República hasta anónimos funcionarios- y simples particulares, se aunaron en hacer absolutamente todo lo posible por salvar así fuera una sola vida, sin reparar en sacrificios personales y materiales, sin cejar ni en los momentos de mayor desesperanza.
Los frutos se están recogiendo en estos mismos momentos, y más allá de cualquier amargura vivida, son éstas horas de alegría. El país ha dado una prueba de admirable unidad solidaria, pero si este sentimiento no se hubiera canalizado en acción eficaz, en madurez de organización por sobre cualquier diferencia de otro origen, no habría despertado el reconocimiento mundial que recae sobre Chile en estas horas.
Las labores de rescate en curso -rodeadas por los votos de éxito de todos quienes las siguen minuto a minuto, dentro y fuera de nuestras fronteras- son muestra de una potencialidad profunda del espíritu, a la que Chile puede volver ante cada adversidad que pueda deparar el futuro.
Hay motivo de legítimo orgullo en este logro de un país apartado y en tantos aspectos aún subdesarrollado, capaz, sin embargo, de consagrar una asombrosa organización y eficacia a la consecución de un resultado como este. Él es obra de todos sus sectores sociales, en una página inolvidable de su historia.
La Tercera de Santiago de Chile
La lección de unidad tras la odisea de los mineros
La historia de los 33 trabajadores de la mina San José ha servido para unir a un país que este año ha sabido enfrentar la adversidad.
Las experiencias traumáticas compartidas suelen tener el efecto de unir a las personas en busca de apoyo mutuo y en función de una causa común, como ocurrió en Chile a resultas del terremoto de febrero pasado. En esa ocasión, millones de personas fueron afectadas, en mayor o menor grado, por el sismo y el maremoto, pero también millones se movilizaron de distintas maneras para entregar ayuda o participar directamente en las múltiples labores que exigía la emergencia: búsqueda de sobrevivientes, rescate de cuerpos, distribución de agua, ropa y alimentos, construcción de mediaguas, atención médica, reparación de servicios básicos, etc. En esa dura experiencia -con escasísimas excepciones- los chilenos mostraron sus mejores cualidades y el peso de la tragedia fue menos gravoso gracias a ello.
Aunque distinto, el caso de los 33 trabajadores atrapados en la mina San José ha despertado a nivel nacional un sentimiento de unidad muy similar al que afloró después del sismo. En esta ocasión un grave accidente puso en riesgo las vidas de un grupo de hombres y afectó sensiblemente las de sus familiares y cercanos, pero no a todo un país. Pese a ello, las particulares circunstancias y características del hecho lo convirtieron rápidamente en algo mucho más significativo: una desgracia que encontró eco en millones de personas no afectadas ni directa ni indirectamente por ella, pero que conocieron un drama humano ante el cual no pudieron permanecer indiferentes. El intenso interés con que la prensa internacional ha seguido todo el proceso y los mensajes de aliento que han llegado a Chile desde todas partes del mundo a raíz de esa cobertura son demostraciones palpables de cómo la odisea de "los 33" ha tocado las fibras de muchos.
Tal vez el primer impulso de unidad provino de la firme decisión de no permitir que un grupo de trabajadores permaneciera enterrado sin conocerse a ciencia cierta su destino, pese a que las posibilidades de encontrarlos eran remotas. El gobierno asumió el reto de dar con ellos a como diera lugar y logró contagiar al país la determinación por llevar a cabo esa tarea, aun cuando fuera con el ánimo abatido por las pocas esperanzas de un desenlace feliz. Cuando el premio a ese esfuerzo fue descubrir que los mineros estaban vivos, contra todos los pronósticos, a la determinación se sumaron la ilusión de rescatarlos de su encierro bajo tierra, el orgullo de realizar una operación con ribetes de proeza por su complejidad y la admiración ante el indomable espíritu de quienes, atrapados a casi 700 metros de profundidad, se mostraban confiados de salir bien de la experiencia. Como ocurre cuando el país celebra grandes logros o conmemora fechas importantes, la gente salió a las calles a festejar la noticia, los bocinazos se escucharon de norte a sur y muchas ventanas se llenaron de banderas.
Con ese mismo ánimo el país espera el buen término de las labores de rescate iniciadas anoche y el regreso de los mineros al seno de sus familias. Sin duda, merecen un recibimiento de héroes, pues han dado muestras de un temple que ha conmovido al mundo y que enorgullece a sus compatriotas (chilenos y bolivianos). Con justa razón, todo el país se siente unido detrás de su hazaña y de alguna forma partícipe, porque sin los denodados esfuerzos por encontrarlos y luego por sacarlos con vida, la historia hubiera sido otra.
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