Columnistas del último fin de semana
LA CUECA EN PELOTA
Por Jorge Navarrete
La Presidenta de la República nos ahorró los clásicos
balances al afirmar que “este es el peor año de mis mandatos”. En efecto, el
2015, que se inició con la explosión del caso Caval, para continuar con la
arista SQM, los varios episodios de abuso y colusión en el sector privado, las
continuas improvisaciones en materia de política pública, los bochornos en la
tramitación de proyectos de ley, o los múltiples desastres naturales, no podía
terminar sin honrar otra de las frases que nos regaló Bachelet: “cada día puede
ser peor”.
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En un operativo tan inédito como absurdo, se despierta a los
periodistas a las seis de la mañana para, sin decirles nada más, citarlos al
Grupo 10 de la Fach y así abordar un avión sin conocer su destino. Solo una vez
despegados, en ausencia de toda comunicación, se les indica por la propia
Presidenta que aterrizarían en La Araucanía. En La Moneda, y a esa misma hora,
se informaba a sus principales inquilinos de esta brillante idea, incluyendo al
propio ministro del Interior -el jefe de gabinete, responsable de la seguridad
y el que había visitado en cinco ocasiones la zona- quien, aunque parezca
tragicómico, estaba ya previamente alertado por los rumores de la prensa. El
resto de la historia es conocida.
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Aunque los más optimistas han querido juzgar el hecho como
una simple torpeza y carente de toda mala intención, no hay que ser muy
perspicaz para notar que el silencio del propio intendente de la región, con
quien Burgos conversa casi a diario, o la reserva de Carabineros, institución que
varias veces ha sido respaldada por el jefe de gabinete, obedecieron a una
específica instrucción de no comunicarle a él y a su entorno lo que estaba
sucediendo. Pero aun siendo
condescendientes en la interpretación de las motivaciones, a falta de manifiesto
dolo, lo que al menos sí hubo fue “culpa grave”, concepto que -como sabemos los
abogados- la doctrina define como la conducta que no cometería la persona de
inteligencia más vulgar.
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Pero esto no solo fue una vulgaridad, sino también una
tamaña estupidez, que no cumplió con ninguno de los objetivos propuestos,
alentando además las críticas de unos y otros. Nadie hoy recuerda lo que dijo o
hizo Bachelet en La Araucanía. Menos cuando se quiere transmitir una imagen de
normalidad -desayuno con empresarios y visita a un cultivo de frutillas
mediante- el que fue precedido por un operativo solo comparable a los de Bush
para visitar Irak, escenificando lo anormal que constituye el viaje de la
Presidenta a una parte del territorio que gobierna.
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A estas alturas, lo único rescatable es la actitud del
propio ministro del Interior, la figura mejor evaluada de su partido, quien
pese a todas las recomendaciones y sugerencias que le hicieron, incluyendo la
del suscrito, decide permanecer en el cargo, poner nuevamente a disposición su
capital político y así evitar una crisis de mayor envergadura. Lo hace, además,
sin pedir nada a cambio, salvo la sujeción al más básico y mínimo sentido
común. ¿Será mucho pedir?
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