UN GASTO INESPERADO DE CAPITAL POLÍTICO
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El problema de Mauricio Macri es ahora empezar a ordenar la administración de la crisis. Esa crisis no tiene relación, únicamente, con el error político del sábado cuando se anunció a coro una detención de los tres prófugos (Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci) que no había sido. La raíz mas compleja es la obligación de continuar la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia con un sistema de seguridad, a nivel nacional, que ofrece escasas garantías.
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El Presidente blanqueó en su rueda de prensa de ayer el cúmulo de fallas. La comunicacional, casi siempre una pata fuerte del PRO, y también la estructural que, sin dudas, constituye una herencia de la década kirchnerista. Para intentar enmendar la primera se abrió una investigación que apuntará a dilucidar desde que lugar se deslizó información equivocada al Gobierno. La fuerzas policiales y de seguridad, a la vez, recibieron la primera notificación de los tiempos que pueden venir: fueron desplazados siete comisarios generales de la bonaerense.
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La administración de aquella crisis insumirá capital político. Quizás una dosis superior a la que Macri pensaba conceder en su primer mes de su gestión. Porque no se trata del único flanco abierto. Habría otro tan delicado y sensible como ése para la sociedad: la evolución de la economía, que soportó sin histerias el levantamiento del cepo. Aunque, como aseguró el propio ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, referiría a la tarea "menos peligrosa". Habría que formular ruegos sobre el futuro.
Ese capital político que se le escurriría prematuramente a Macri dañaría también las arcas de María Eugenia Vidal. Es imposible disociar una cosa de la otra. Simplemente porque la acumulación de poder del Gobierno adquirió otra densidad a partir del batacazo electoral que la hoy gobernadora dió en Buenos Aires. El macrismo pasó a controlar el territorio histórico de la oposición. El peronismo corcovea.
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Habrá que observar primero cuánto costo demanda al Gobierno llegar a la verdad. Se abrió una primera fisura con la administración socialista de Santa Fe a raíz de las presuntas responsabilidades por la información falsa divulgada. Cristian Ritondo, el ministro de Seguridad bonaerense, apuntó contra Miguel Lifschitz, el gobernador, y su colega provincial del area, Maximiliano Pullaro. Los socialistas no esquivan el error pero lo adjudican a un informe falso del jefe de operaciones de Gendarmería en la zona. Los gendarmes descargan culpas aduciendo que en las tres detenciones participó de manera directa la policía santafesina. Es cierto, pero omiten una cosa: que fue por casualidad ya que, por recelos y desconfianza, había sido raleada de la vanguardia de las operaciones.
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Tremendo embrollo
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Habrá que ver en los próximos días como se desenvuelven esas diferencias. Macri había tendido un primer puente razonable con Lifschitz en aquella cumbre l con todos los gobernadores en Olivos. De la relación con los mandatarios, en gran medida, dependerá la articulación de sus alianzas en el Congreso. En Diputados y el Senado. El gran secreto de su Gobierno una vez que pase el verano. El macrismo, en ese terreno, no posee ni una moneda para regalar.
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Con Santa Fe se plantea, por otro lado, una cuestión singular. El poder están en manos de los socialistas en un frente que también incluye al radicalismo. Los radicales integran Cambiemos, el conglomerado con el cual Macri derrotó a Daniel Scioli. Tal vez la UCR pase a representar una pieza clave de esa martingala. El epísodio con los prófugos no representó la primera alteración en el vínculo entre macristas y socialistas. Las voces críticas del partido de Guillermo Estévez Boero ya sonaron cuando el Presidente empujó un decreto, que luego retrotrajo, para llevar a la Corte Suprema a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz.
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En ese momento el radicalismo entró en hervor. Bastó con la intervención de el ex senador Ernesto Sanz para que recuperara, al menos, la disciplina pública. Uno de los dirigentes que más lo respaldó en la labor fue José Corral, su reemplazante en el timón de la UCR. Se trata del intendente reelecto de Santa Fe, convertido también en un brazo de la gobernabilidad del socialismo. Lifschitz tendría en cuenta tanto ese detalle como otro que se desprendió del resultado del balotaje de noviembre: el electorado socialista se corrió bastante más hacia Macri que hacia Scioli.
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Hay otra discusión en el aire que resultará mas difícil saldar. Cómo combatir, de verdad, al narcotráfico. Como hacerlo con fuerzas provinciales y nacionales que han demostrado permeabilidad y llamativa incompetencia. El problema no es sólo la deuda gigantesca que Vidal descubrió también en Seguridad y la falta de equipamiento de los agentes. Sería, sobre todo, su falta de profesionalismo. Adiestramientos de apenas seis meses para salir a la calle a cazar narcos y delincuentes. La improvisación excedió a la creación de las policías comunales.
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La gobernadora y su equipo colocaron extrema energía en desmenuzar las debilidades económico-financieras de la herencia. No repararon tanto en el destartalamiento institucional. Quizás por esa razón los primeros pasos en el area de seguridad fueron, a la luz de lo sucedido con la historia de los prófugos, excesivamente cautos. Casi una continuidad de lo que había sembrado el sciolismo. Acaso el sismo mayor en el tablero fue la designación de Pablo Bressi a cargo de la policía bonaerense en reemplazo de Hugo Matzkin.
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