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CARLOS OMINAMI VERSUS ELIODORO MATTE
Por Carlos Peña
¿Debería Carlos Ominami -imputado de fraude
fiscal- dejar la presidencia de Chile XXI, un think tank de izquierda?
Hace apenas un par de meses, Eliodoro Matte renunció a la
presidencia del CEP, un think tank de derecha. Lo hizo luego que se supo que
una de sus empresas se había coludido con otras para defraudar al mercado.
Matte, o quienes le aconsejaron, pensó que su presencia lesionaba a la
institución que presidía y que lo correcto era apartarse. A Matte no se le ha
imputado delito alguno. Su vínculo de propiedad con la empresa coludida fue
suficiente. Se alejó del CEP.
Carlos Ominami preside Chile XXI y será formalizado por un
grave delito tributario: se habría concertado para defraudar al fisco. Luego,
si la renuncia de Matte fue correcta -si Eliodoro Matte hizo lo que cualquiera
en su situación debía hacer-, entonces, Carlos Ominami debe también renunciar a
la presidencia de Chile XXI. Después de todo, su caso es más grave que el de
Eliodoro Matte. Matte no ha sido imputado de delito alguno; Ominami, sí. En
consecuencia, si el directorio de Chile XXI piensa que Matte hizo bien
renunciando, pero cree que Ominami no debe hacerlo, o no le pide la renuncia,
está faltando a la imparcialidad.
Hace pocos días la UDI decidió no sancionar a Jovino Novoa a
pesar de que fue condenado por un delito tributario. La razón que la UDI
esgrimió fue que Novoa no había actuado en interés propio, sino en el interés
de todos los miembros del partido; había adoptado, por decirlo así, una
conducta sacrificial. Bien. Si la decisión de no reprochar a Novoa pretende ser
imparcial, entonces, nadie que haga o haya hecho lo mismo merecerá reproche.
Así, si se descubre que un miembro del equipo de campaña de
la Presidenta obtuvo dinero ilícito, no deberá ser reprochado por la UDI:
después de todo, al igual que Novoa, no habría obrado para sí, sino para la
colectividad a la que pertenecía.
Y es que la imparcialidad obliga.
¿En qué consiste ser imparcial? En términos generales,
consiste en mostrarse ciego a los vínculos a la hora de juzgar un acto. Un
ejemplo se encuentra, casi al pasar, en uno de los diálogos de Platón. Allí,
Sócrates se muestra sorprendido de un hombre joven que denuncia a su propio
padre de haber matado a un extraño. ¿Acaso los vínculos no importan?, pregunta
Sócrates. No, en casos como este no importan, dice Eutifrón: hay que proceder
contra quien cometió el delito aunque "viva en la misma casa y coma en la
misma mesa".
Esa ceguera de los propios vínculos induce a juzgar los
actos sin consideración a la identidad social o política de quien los cometió.
En eso parece consistir la imparcialidad. Por eso, John Rawls sugiere que para
que la celebración de un contrato sea imparcial, cada uno debe concurrir a él
con un "velo de ignorancia". La ignorancia de los vínculos
conduciría, en este caso, a obrar imparcialmente. Sobra decir que la
imparcialidad es una virtud básica de la vida democrática. El igual trato que
se niega en las oportunidades, en la riqueza o en la educación, al menos puede
brindarse a la hora de juzgar los actos ilícitos.
La exigencia de imparcialidad pesa sobre los fiscales y los
jueces, por supuesto, y también sobre los medios de comunicación y los partidos
que, de esta forma, podrían remontar su maltrecho prestigio.
Pero a juzgar por los casos anteriores, no parecen estar muy
dispuestos.
Quizá aquí radique la causa principal de los problemas de
probidad que se han enfrentado en la esfera pública: en la falta de
imparcialidad a la hora de juzgar las conductas.
Y es que cuando no hay imparcialidad, lo que falta no es una
cualidad moral. Es peor. Faltan las reglas. Una regla, con prescindencia de su
contenido, es ante todo un propósito de imparcialidad: un juzgamiento de actos
sin consideración a los vínculos. Cuando, en cambio, los actos se juzgan
atendiendo a los vínculos (cuando la derecha exculpa a Novoa, pero condena a
Ominami y la izquierda condena a Novoa, pero exculpa a Ominami), las reglas se
esfuman. Por eso, a pesar de que haya enunciados escritos y leyes formales (de
las que en Chile sobran), una sociedad no tiene reglas allí donde sus miembros,
sus políticos, la prensa, los intelectuales, no están dispuestos a obrar
imparcialmente.
Es grave.
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