COLUMNISTAS DESTACADOS DEL FIN DE SEMANA EN LA PRENSA CHILENA
BARÓMETRO POLÍTICO
Por Max
Colodro
La reforma laboral no estaba
entre los proyectos emblemáticos del programa de gobierno, pero ha terminado
siendo el símbolo de una coalición marcada a fuego por diferencias
estratégicas. Se han buscado fórmulas y
postergado definiciones, pero no hay hasta el momento maneras de salvar lo
aparentemente ‘insalvable’: visiones distintas y antagónicas sobre el modo en
que deben establecerse las relaciones entre el capital y el trabajo asalariado,
un nudo que desde Marx aquilata la naturaleza del conflicto político en las
sociedades contemporáneas.
El ministro Valdés ha sido claro:
en la actualidad los votos para aprobar el proyecto ya despachado por la Cámara
de Diputados simplemente no existen. En rigor, un sector mayoritario de la
bancada de senadores DC no está disponible para dar su venia a una legislación
que no otorgue flexibilidades mínimas a la hora de enfrentar un conflicto
laboral; a su vez, los partidos de izquierda -hegemónicos en la Nueva Mayoría-
permanecen completamente cerrados a cualquier alternativa que signifique
debilitar o ‘perforar’ el derecho a huelga. Este disenso, que toca la fibra
íntima de la heterogeneidad ideológica de la coalición gobernante, no tiene
hasta ahora cómo resolverse sin que una de las dos posiciones termine siendo
claramente derrotada. Corolario: el proyecto debió ser postergado hasta marzo.
El reciente cónclave realizado en
Cerro Castillo por el oficialismo no logró resolver el problema. La CUT ha
decidido suspender el diálogo con el Ejecutivo, ya que percibe una inclinación
a acoger la tesis de los senadores DC favorable a las ‘adecuaciones mínimas’,
es decir, a alguna fórmula de remplazo interno presentada de manera encubierta.
Parlamentarios de izquierda han solicitado a la Presidenta Bachelet que asuma
un liderazgo en este tema y resuelva finalmente entre las opciones en juego.
Hasta ahora, la Mandataria ha mantenido silencio.
Así, de manera
quizás inesperada, el destino de las reformas laborales ha pasado a ser un
barómetro y un catalizador de la correlación de fuerzas hoy existente al
interior del gobierno y de su coalición. Como en ningún otro proyecto, aquí se han
puesto finalmente en juego aspectos políticos y simbólicos muy relevantes del
imaginario oficialista, un factor cuyo desenlace inevitable tendrá impacto en
las definiciones futuras del bloque gobernante. De algún modo, el conflicto
todavía subyacente entre la vieja Concertación y la Nueva Mayoría comenzará a
decantarse, incidiendo en la proyección de la alianza de gobierno y,
probablemente también, en sus opciones presidenciales.
En definitiva, estamos
frente a una encrucijada que será muy clarificadora de lo que viene hacia
adelante en el mundo de la centroizquierda, un dilema político mayor del que no
podrá salirse a través de eufemismos o una síntesis ambigua. Aquí, insalvablemente
habrá ganadores y perdedores, lo que ayudará mucho a proyectar el destino del
oficialismo. Es, sin duda, uno de esos hitos que cierran y abren etapas; es
también la razón por la cual el gobierno trata desesperadamente de postergarlo.
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