Por José Antequera – Diario16
La UE pretende copiar el modelo migratorio de Giorgia Meloni consistente en recluir a miles de extranjeros en campos de concentración
En la puerta del
cielo, la magnífica película de Michael Cimino, un siniestro grupo de poderosos
hombres de negocios, la elitista Asociación Stock Growers del condado de
Johnson (estado de Wyoming), se conjura en la sombra para crear un ejército
paramilitar contra los pequeños propietarios y granjeros inmigrantes. Para ello
redactan una lista negra con 125 nombres, a los que irán ejecutando (más bien
exterminando como insectos), a tiro limpio y uno a uno. Es la guerra sucia
dentro del Estado. Una especie de implacable Ku Klux Klan para preservar los
privilegios de las clases dominantes, un racismo económico que no se diferencia
demasiado del que vivimos hoy en día. No estamos tan lejos de esa distopía.
“Altos muros
grises de hormigón, alambradas, cámaras y torreones de vigilancia. Centros que
podrían calificarse como los Guantámano de Giorgia Meloni”. Así describen las
oenegés los complejos para inmigrantes que Italia está construyendo en Albania,
un modelo que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen,
quiere implantar en todo el territorio de la UE. Centros que recuerdan en buena
medida a aquellos viejos campos de concentración del siglo pasado. Centros de
detención ilegal que atentan contra los más elementales derechos humanos.
Centros de represión, racismo y muerte. Europa como un sórdido e inmenso gueto.
Finalmente, Von
der Leyen ha claudicado ante el empuje de la nueva lideresa de la extrema
derecha europea, Giorgia Meloni, admirada y adulada por el conservadurismo
clásico de todo el viejo continente. El fascismo le está ganando la partida a
la democracia liberal. Lo que el Gobierno de Roma está haciendo con Albania es
sencillamente un chantaje a un país en vías de desarrollo. Dinero a cambio de
cárceles de alta seguridad para inmigrantes. Los albaneses tragan con esto
porque nos les queda otra, porque han iniciado los trámites de ingreso en la UE
y porque cualquier problema con Italia podría poner en serio peligro su entrada
en el selecto club europeo. Tienen que aparentar que son buenos chicos,
cumplidores, sumisos y plegados a los deseos de la primera dama del nuevo
mussolinismo posmoderno, y lo asumen todo.
Cuando el amo
toca a la puerta, se calla y se obedece.
Llama la
atención que esta infamia de pacto migratorio haya sido aceptada por el primer
ministro albanés Edi Rama, el político pintor, el político escritor, el
político profesor universitario, publicista, exjugador de baloncesto y unas
cuantas cosas más, además de presidente del Partido Socialista de Albania. ¿Qué
le ha prometido Meloni a Rama para que haya pasado por el aro de la nueva
esclavitud del siglo XXI? Hará bien Pedro Sánchez en mantener las distancias
respecto a este sujeto, un lacayo de la extrema derecha supremacista europea.
Hoy llega el
barco con los primeros migrantes que serán aparcados en dos de los centros de
la deportación, en los centros de la vergüenza. Dieciséis desgraciados galeotes
salidos de Egipto y Bangladés y conducidos a Albania en un buque militar, como
enemigos o delincuentes. Los primeros infelices condenados al rancho de la
prisión, a la vida dura de la celda y a las estrictas medidas de seguridad de
los Guantánamo albaneses. Salieron de sus casas huyendo de la miseria y el
hambre y van a terminar en una cárcel por un delito gravísimo: jugarse la vida
en el mar para llenar el estómago cada día, soñar con labrarse un futuro mejor
para ellos y sus familias, probarse en la ruleta de la suerte en un país
extranjero, como han hecho generaciones enteras de seres humanos desde que el
mundo es mundo. La inmigración es un derecho universal. ¿Qué hubiese sido de
tantos españoles, los célebres gallegos que llegaron al otro lado del charco
con una maleta, una gorra y el corazón lleno de ilusiones, si los hubiese recibido
una implacable carcelera como Meloni dispuesta a devolverlos a España? ¿Cómo se
hubiesen construido los Estados Unidos de América sin inmigrantes italianos,
irlandeses, alemanes o polacos?
La Europa de hoy
necesita mano de obra para seguir creciendo, tanto como 30 millones de
trabajadores. Sin ese capital humano, el Estado de bienestar colapsará. No se
podrán sostener las pensiones, grandes sectores económicos dejarán de producir,
la sombra de la crisis y la recesión asomará en el horizonte. Ya ocurrió en el
Reino Unido tras el Brexit, donde los lores de Su Majestad cerraron el grifo de
la inmigración, y ocurrirá también en Alemania, en Francia, en España. Los
vientos de la xenofobia arrecian en todas partes. La extrema derecha,
consolidada en el poder en más de diez países de la UE, impone sus dogmas y
postulados. E influyen, y mucho, en las políticas de Bruselas. Un
segregacionismo que empieza a recordar demasiado a la Solución Final de la
Alemania nazi. Un nauseabundo apartheid que trata a los inmigrantes como
delincuentes, o algo peor, como animales sin derechos. Feijóo, espoleado por
Santiago Abascal, se declara admirador del modelo Meloni y ya fantasea con
implantarlo en Canarias; Pedro Sánchez, situándose en el lado bueno de la
historia, jura que jamás se someterá a la infamia de los campos de
concentración. Sin embargo, nada parece frenar la corriente macabra de la
época. Las sociedades europeas ven en la inmigración multirracial no una
ventaja para crecer económicamente y para la integración y hermanamiento de los
pueblos, sino una guerra cultural, una amenaza para la pureza de la sangre, el
final de la tradición cristiana. La teoría del reemplazo, tan falsa como
nauseabunda.
Europa retorna
al pasado. Nos hemos convertido en seres insensibles y codiciosos, temerosos e
inhumanos. Primero encarcelamos a gente inocente, privándoles del legítimo
derecho a su libertad, ¿qué será lo siguiente? ¿Salir a por ellos escopeta en
mano, como los sicarios de Cimino?
(*) Diario 16 de España. Aporte de la agencia europea Other News con sede en Roma.
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