Por Federico Mayor Zaragoza*
Vivimos
tiempos que requieren, por la potencial irreversibilidad de muchos procesos
sociales y medioambientales, acciones rápidas e imaginativas. Es inaplazable un
rápido viraje para no defraudar a las generaciones que llegan a un paso de la
nuestra.
Los EE.UU. deben convertirse ahora en líderes del respeto y ejercicio pleno de los Derechos Humanos, de los principios democráticos y del multilateralismo.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, vencidos -¡a qué precio!- el nazismo y el fascismo, el Presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt no sólo creó las Naciones Unidas con un excelente diseño multilateral democrático, sino que designó la Comisión que, presidida por su mujer Eleonora, redactó lúcidamente la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El país que en
1948 fue abanderado, por la propia viuda del Presidente Roosevelt, para la
redacción, difusión y adopción por la Naciones Unidas de la Declaración
Universal, no puede seguir ahora la política que tanto propició el Presidente Reagan
y que el Partido Republicano ha continuado y fomentado desde
entonces: alejamiento del Sistema de las Naciones Unidas, con imposición de
grupos plutocráticos (G7, G8… G20); minusvaloración de los Derechos Humanos; y
no formar parte de los países promotores y signatarios de instituciones de la
justicia internacional, como el Tribunal Penal Internacional…
Deber de memoria para recordar que el desastre político de la Segunda Guerra Mundial se debe a que el Partido Republicano de los Estados Unidos evitó que ¡el gran país, cuyo Presidente creaba la Sociedad de Naciones decidiera no pertenecer a la misma! (concebida durante la P^rimera Guerra Mundial, la Sociedad de las Naciones se estableció en 1919 en virtud del Tratado de Versalles "para promover la cooperación internacional y para lograr la paz y la seguridad".
Deber de
memoria, de la valiente proclama del Presidente Eisenhower al pasar el poder
presidencial en los Estados Unidos el 20 de enero del año 1961 cuando comunicó
a su sucesor John Fitzgerald Kennedy y al pueblo estadounidense que el poder no
se hallaba en manos del Presidente, sino del complejo bélico industrial de los
Estados Unidos
Es muy
preocupante la progresiva disminución de la participación electoral, que pone
de manifiesto la desafección ciudadana y la fragilidad de democracias cuyos
gobiernos y representaciones parlamentarias tienen tan escaso respaldo popular.
Una gran
mayoría ciudadana, consciente, pero silenciosa, ve cómo se producen situaciones
preelectorales que podrían conducir al triunfo de una gobernanza plutocrática y
supremacista que, una vez más, impediría que fueran “Nosotros los pueblos”, los
que, como establece la lúcida primera frase de la Carta de las Naciones Unidas,
“deben evitar a las generaciones venideras, el horror de la guerra”…
Es
necesario un llamamiento global de las grandes instituciones, de los
países de todo el mundo, sin matices, para facilitar el
advenimiento del multilateralismo democrático a escala global. ,
eliminando la actual gobernanza plutocrática y supremacista. Hoy, después de 78
años, nunca ha podido aplicarse la sabia Carta de las Naciones Unidas y, en los
últimos años, el agravio que representa para la democracia mundial el
veto, se ha extendido también a la Unión Europea, que requiere como
requisito en la adopción de decisiones, la unanimidad, antítesis, precisamente,
de la democracia.
Ante la
posibilidad de que se apliquen las mismas pautas antidemocráticas en las
próximas elecciones, la mejor solución sería que el mundo clamara en favor de
la eliminación del veto y con la progresiva puesta en práctica de una
gobernanza mundial basada en la palabra y no en la fuerza.
Deber de memoria de la reunión que mantuvieron el Presidente Reagan y el flamante Presidente ruso Mikhail Gorbachev en Reikiavik en el mes de octubre del año 1986, en la cual Gorbachev (se propuso al norteamericano la eliminación total del número de ojivas nucleares, que hasta ese momento sumaban 17 mil por cada una de las dos potencias).
Al llegar a las 6.000 por cada país, el Presidente Reagan adujo que por razones de “seguridad global”, no podía seguir la eliminación total que se había propuesto. No sólo es lamentable recordar aquellas fechas por este motivo, sino porque el Presidente Reagan crea a continuación el G6, lamentable precursor de la actual gobernanza.
Al término de la “guerra fría”, en la década de los 80, cuando por fin era posible conferir al multilateralismo la amplitud, altura y eficacia necesarias, dotándolas de los recursos personales, de seguridad, técnicos y financieros adecuados, el Presidente Reagan, con la Primera Ministra Margaret Tatcher crearon los grupos plutocráticos (G6, G7, G8…), integrados por países muy prósperos, para marginar a las Naciones Unidas, no suscribiendo la Convención de los Derechos Humanos de la Infancia en 1989.
Así el neoliberalismo ha ido disminuyendo, hasta anular la ayuda al desarrollo, con lo que se incrementa el número de emigrantes porque en sus países de origen se mueren de hambre. Es un hecho inadmisible, desde todos los puntos de vista, que cada día se inviertan en gastos militares y armamento más de 4.000 millones de dólares al tiempo que mueren de inanición y desamparo miles de personas, la mayoría niños y niñas de 1 a 5 años de edad.
Deber de
memoria de que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos tiene una mayoría de
jueces “Trumpistas”, lo que constituye una realidad de acción antidemocrática
de una enorme trascendencia. La imparcialidad de los jueces debe ser algo que
vuelva a ser absolutamente indiscutible. La representación de un juez son las
de los platillos de balanza al mismo nivel. No puede haber jueces
“progresistas”, “conservadores”… Esto es una de las primeras decisiones que
deben adoptarse a escala mundial: la imparcialidad de la justicia.
Ha llegado el momento inaplazable de “Nosotros los pueblos”. Debemos proclamar la puesta en práctica de la Carta de las Naciones Unidas, sin veto, porque debemos constatar —deber de memoria— que nunca ha sido posible poner en práctica la Carta debido al veto otorgado a los cinco países vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
Es apremiante corregir la enorme incongruencia de que los Estados Unidos sea el primero en fuerza y el último en cuestiones fundamentales para la Humanidad.
Ha llegado el momento impostergable del multilateralismo democrático a escala mundial, empezando por un país de especialísimo relieve, los Estados Unidos de Norteamérica, cuyas elecciones tienen lugar este 5 de noviembre.
Es el momento
inaplazable de la palabra, de la democracia, de la paz, de la igualdad, de la
solidaridad, del reconocimiento pleno de la igual dignidad. Por fin, “Nosotros
los pueblos”.
(*) Artículo enviado por el autor a la agencia Other News, Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid (1958), ha sido catedrático en diferentes universidades españoles y ha desempeñado numerosos cargos políticos, entre otros el de ministro de Educación y Ciencia (1981-82). Entre 1987 y 1999 fue director general de la Unesco. Actualmente es presidente de la Fundación para una Cultura de Paz.
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