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jueves, 17 de diciembre de 2015

CÓMO DESMONTAR EL BIPARTIDISMO

El caso de España

Por Carles Castro

El secreto de un posible derrumbe del bipartidismo en España está en los detalles. Y los detalles se traducen en lo que ocurra el próximo domingo en cada una de las 52 circunscripciones del mapa electoral español. Hasta hoy, era fácil echarle la culpa al señor d’Hondt (*) y a su fórmula de atribución de escaños en cada provincia. Este supuesto villano condenaba a los partidos pequeños y medianos a estar infrarrepresentados en el Congreso y premiaba a los grandes con más diputados de los que les correspondían.

Y, sin embargo, esas acusaciones no son del todo ciertas. Es verdad que en las últimas elecciones generales los resultados arrojaron una notable desproporción entre los escaños atribuidos y los votos obtenidos. En el caso del PP, por ejemplo, la prima electoral se elevó a 30 escaños. Si los populares se hubiesen adjudicado una cifra de diputados proporcional a sus votos, habrían logrado 156 diputados, en lugar de 186. Y en este sentido, otro sistema de cálculo para la atribución de escaños –como el Hare, basado en los restos mayores y utilizado por Alemania hasta el año 2009– habría dejado al PP con 170 diputados (y sin mayoría absoluta).
Ahora bien, el bipartidismo que ha venido dominando el mapa político español tiene otro culpable perfectamente identificado: el tamaño de las provincias. O, más concretamente, la existencia de demasiadas provincias con pocos escaños que repartir y que, inevitablemente, dejan sin representación a las minorías y entregan los escasos diputados a las dos fuerzas mejor colocadas: PP y PSOE. Pero el papel de ese diseño territorial en la sobrerrepresentación de sólo dos partidos es limitada. Algunos precedentes históricos (ver gráficos) demuestran que el tamaño de las provincias no impide que un tercer partido pueda lograr diputados en casi todas ellas.
Así, entre 1986 y 1989, la formación de Adolfo Suárez (el CDS) obtuvo representación en distritos de pequeña dimensión (tres o cuatro escaños), con cuotas de voto incluso por debajo del 20%. Además, los centristas lograron escaños en provincias de entre cinco y diez diputados con entre un 9% y un 16% de los sufragios. Sin embargo, el proyecto del CDS como partido bisagra con capacidad para condicionar mayorías de uno u otro signo, no cuajó. Primero, porque esos porcentajes locales que permitían a los centristas obtener representación en los distritos pequeños o medianos sólo se produjeron en algunas zonas de Castilla, Aragón, Valencia y Galicia. Y segundo, porque el electorado centrista acabó apostando desde 1989 por el voto útil al PP para desalojar al PSOE del poder.


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Si ahora, en cambio, el derrumbe del bipartidismo parece verosímil, ello se debe a la división del voto de centro derecha entre PP y C’s y del de izquierda entre PSOE y Podemos. Dos fenómenos paralelos que se iniciaron en el electorado urbano pero que pueden haberse extendido al medio rural. Al menos, así lo augura, entre otros, el macrosondeo del CIS, que incluye la estimación de escaños por provincias. Y ese pronóstico refleja la irrupción de un tercer o un cuarto partido en muchos distritos electorales donde, en el 2011, sólo lograron representación dos formaciones concretamente, y según ese sondeo, nueve provincias de pequeño tamaño (de 3 o 4 escaños) que en el 2011 sólo adjudicaron diputados a PP y PSOE, ahora lo harían a un tercer partido. Y entre los distritos de cinco escaños, otros siete que hace cuatro años brindaron un resultado bipartidista, ahora darían entrada a un tercero o incluso a un cuarto partido. Y lo mismo ocurriría en siete provincias que atribuyen entre 6 y 8 diputados. Sólo seis de las 49 provincias que eligen tres o más escaños seguirían siendo bipartidistas.
De confirmarse esos pronósticos, esto significa que con un 15% de los votos repartidos en el conjunto de España (con puntas del 20% y valles de más del 10%), cualquier nuevo partido puede romper el cerrojo bipartidista en hasta 40 provincias. O sea: al final no son el señor d’Hondt ni las circunscripciones los que determinan el sistema de partidos, sino los electores con su voto.
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(*) d'Hondt - Es un procedimiento de conversión de votos en escaños parlamentarios, creado por Víctor d'Hondt, que se caracteriza por dividir a través de distintos divisores los totales de los votos obtenidos por los distintos partidos, asignándose los escaños a los promedios más altos y, por lo tanto favorece a los partidos mayoritarios.

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