REPORTAJE DE LA SEMANA: Las lecciones de la calle
Carabineros versus encapuchados
Por Hernán Ávalos Narváez

“! Presidente de Chile, termine con la represión ¡”, dijo la
presidenta de la CUT Bárbara Figueroa en pleno discurso del 1.o de Mayo.
Mientras, a sólo unas cuadras del escenario donde hablaba a los asistentes en la
celebración del Día del Trabajo, los piquetes antimotines de Carabineros
enfrentaban a los encapuchados que hacían destrozos en el mobiliario urbano, en
las fachadas de bancos y entidades representativas.
La dirigente había realizado igual petición a los jefes
policiales desde esa misma tribuna, llamándolos por sus nombres y apellidos,
como responsabilizándolos por lo que estaba ocurriendo y que amenazaba con
desvirtuar la conmemoración del ahorcamiento de los Mártires de Chicago.
Y no es la primera vez ni será la última que una acción
cívica multitudinaria termina siendo aprovechada por grupos anarquistas que
generan violencia callejera. La misma prensa se encarga de magnificar la acción
de los vándalos, dejando en segundo plano, incluso, ignorando las razones que
motivan a los manifestantes.
La verdad es que la mantención del orden público por lejos
es la función más compleja de las diversas que compete a Carabineros. Fue por
esto que dejó de usar los disparos de balines de pintura para individualizar a
los más exaltados, después que en una manifestación anterior, uno de los
participantes ajeno a los desmanes fue alcanzado en el rostro y perdió un ojo.
Y no siempre los
funcionarios actúan según los protocolos establecidos por su propia
institución. El miércoles último fue advertida la violencia excesiva ejercida
por algunos carabineros quienes usaron una luma más larga que la reglamentaria
para correr y golpear a diestra y siniestra a las personas obligándolas a
retroceder hacia una área aparentemente predeterminada por la autoridad.
Desde la vereda de enfrente fue vista una cincuentena de
sujetos exaltados atacar a golpes de palos, pies y puños a un piquete de
carabineros con equipo antimotines que por error táctico de sus superiores
quedó desprotegido en medio de la batahola.
.
Los casos de violencia, abusos y daños en los actos públicos
son muchos y variados. Hasta los mismos periodistas son víctimas de los beligerantes. Porque en
estos enfrentamientos hay dos bandos: el de los encapuchados y el de los
carabineros, donde ni uno ni otro gana y los que pierden son los convocantes a
la manifestación, los transeúntes, los automovilistas, los comerciantes y las
municipalidades que deben reponer los destrozos.
.

La violencia originada por los encapuchados no resulta
justificable, pero hay que hacer esfuerzos por entenderla. Los sociólogos ya
han hecho su perfil. Son grupos integrados por marginales, cesantes, resentidos,
lumpen, anarquistas y desesperanzados que no tienen nada que perder excepto su
vida. Están fuera del sistema por su realidad social o creen estar fuera de él por
convicción política. Propugnan el caos y la destrucción para construir una
sociedad comunitaria y solidaria que los integre. Y esconden sus rostros para
evitar la justicia que rechazan. Por tanto, no les interesa el prestigio
social. Su nihilismo está sustentado por el odio que les genera su condición
humana. Son inorgánicos y mantienen comunicaciones puntuales mediante las redes
sociales.
¿Por qué los carabineros no tienen éxito para detenerlos y
entregarlos a la justicia? Esta es la interrogante que muchos se hacen. Las
respuestas pueden estar en el ámbito profesional, institucional o político, como
una auténtica incapacidad para investigar y actuar, el temor a una intervención
cruenta que cause desprestigio a la propia policía o la posibilidad cierta de
controlar los brotes de violencia reiterada y eventualmente terminarla.

Luego los carabineros son el opuesto a los encapuchados. De
allí los enfrentamientos entre ellos. Representan el orden establecido, la ley
y el sistema socioeconómico vigente, todo aquello que los instigadores de la
anarquía y caos detestan. Y no sólo deben mantener el orden público a todo
evento, sino que también resguardar a los manifestantes cuando expresan sus
demandas en paz y libertad con la garantía del Estado de Derecho.

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Foto de The Clinic
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Así Carabineros logró
una nueva modificación legal que obliga a los ciudadanos requeridos en la calle
a identificarse con la cédula de identidad, la licencia de conducir o el
pasaporte. No sirve la mera condición
humana de caminar, hablar y pronunciar correctamente el nombre, la ocupación y
el domicilio. La norma logró preservar la sospecha y ahora todos somos,
potencialmente, delincuentes para los agentes del Estado, mientras no
demostremos con aquellos documentos extendido por las autoridades competentes
que somos ciudadanos honorables.
En los años siguientes la policía uniformada obtuvo una
última modificación a la ley que derogó la Detención por Sospecha. Consiguió
facultades para abrir los portamaletas de los vehículos, las mochilas y bolsos,
e inspeccionar las vestimentas de los transeúntes (cacheo), condicionado a que
tenga indicios o fundamentos que los requeridos se aprestan a cometer delito o
que lo cometieron.

La Detención por Sospecha fue una aberración jurídica, por
cierto inconstitucional, que vulneró el derecho a la libertad por más de un
siglo. Figuraba con esa denominación en el antiguo Código de Procedimiento
Penal. Y los carabineros abusaron de ella. Hacían redadas y detenían a
cualquier persona que les parecía sospechosa de cometer delito, sea por su
vestimenta, por el largo del pelo o por el contexto. No se tomaban la molestia
de investigar antes de privar de libertad. Simplemente ibas a la cárcel y al
día siguiente a presencia del tribunal. El
juez luego de interrogar sobre las razones de tal detención, no le quedaba más
alternativa que decretar la libertad del sospechoso de no haber cometido ningún
ilícito.
La verdad es que en democracia nadie desearía volver a una
legislación que restrinja los derechos civiles. La ciudadanía mayoritariamente
desea resolver sus diferencias en una convivencia civilizada sin represión ni
abuso policial. Y en la actualidad Carabineros
tiene el personal entrenado, los equipos para obtener evidencias y la
legislación adecuada para detener por flagrancia a quienes alteran el orden
público, interrumpen el tránsito o causan destrozos a la propiedad, estén
encapuchados o a rostro descubierto. Le falta decisión política.
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