Por Abraham Santibañez
Según un recuento de Cambio 21, las “piñericosas” no terminaron el 2011. La más notable sigue siendo la broma que causó muy poca gracia en un encuentro presidencial en México. Se ha reiterado, a partir de ese chiste machista y trasnochado, que el Presidente es incapaz de distinguir entre un asado con los amigos y una cumbre de mandatarios.
Hasta ahora este era un tema de opinologos: a los tics del Presidente se agregan sus impulsivas determinaciones, sus errores en materia de nombres y situaciones: llevaba menos de dos meses en La Moneda cuando felicitó, equivocando el apellido, al escultor Hugo Brunet en la inauguración de la estatua de Camilo Henríquez; hace un par de semanas, al invitar a los ex presidentes a La Moneda, omitió el apellido paterno de “Ricardo Escobar”.
Pero el tema, según las conclusiones que surgen de la encuesta CEP, puede ser más grave. El Primer Mandatario marcó el punto más bajo de popularidad de todos los presidentes democráticos de las últimas dos décadas. ¿Por qué? Fundamentalmente por su falta de sintonía con las personas. Más que ello, se puede decir que no genera confianzas... porque él mismo da señales de no confiar en nadie salvo su propio criterio.
Esto se advierte, según sus partidarios, en cómo pasa de un tema al siguiente (“otras cosa, mariposa”) sin terminar de comunicar lo que ha hecho. Iniciativas como el siete por ciento de los jubilados o la extensión del postnatal, no han sido debidamente valoradas por la ciudadanía en la medida de que el Presidente se olvida de ellas de inmediato, sin más explicación ni reiteración. Alguien, que se dio cuenta de esta deficiencia, puso en marcha una costosa campaña publicitaria –incluyendo una publicación periódica editada en La Moneda- pero hasta ahora no parece dar los resultados buscados. No sería raro que en unas semanas más alguien proponga revivir la edición impresa de La Nación. Esto recuerda la frase famosa del bautizo de Clodoveo: “Quema lo que has adorado. Adora lo que has quemado”.
Del mismo modo, no es suficiente un inesperado tono afirmativo (“he decidido”) con que anunció medidas a propósito del incendio en las Torres del Paine. La credibilidad se construye con paciencia a lo largo de un período prolongado. También debe incluir una mayor consideración de las personas. En la salida del ministro Felipe Bulnes se hizo evidente la falta de consideración hacia sus colaboradores, de cualquier nivel. Hay anécdotas al respecto desde sus años como presidente de LAN. Lo que trascendió ahora fue que Bulnes se resintió porque ni siquiera le avisara (no digamos consultara) el día en que el Presidente asumió por su cuenta el dialogo con los estudiantes. Aparte de que no tuvo éxito, genero una molestia insalvable con uno de sus más valiosos colaboradores.
Pero Sebastian Piñera no da señales de captar el sentido del mensaje. En entrevista con el director y el editor de suplementos de La Tercera, recordó así el episodio:
- ¿Tuvo algo que ver en la salida de Bulnes la discrepancia que tuvieron ambos respecto del diálogo con los estudiantes?
- No. Yo, después de varios meses de movilizaciones permanentes, que cada día eran más violentas y más destructivas, pensé que había llegado el momento de tomar riesgos y llamar a los estudiantes a un diálogo.
En otras palabras, la visión presidencial sigue intacta. Lo descubrirá pronto Harald Beyer, pese a su conocimiento del tema y el patriotismo con que asumió el reemplazo de Bulnes.
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