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lunes, 30 de enero de 2012

LOS CHILENOS TAMBIÉN PERDEMOS POR CODELCO

Por Hugo Latorre Fuenzalida

El especialista en cobre Julián Alcayaga ha sacado a relucir, nuevamente, las partes impresentables de nuestra industria minera. Esta vez las pérdidas por ventas a futuro y por facturación a menor precio de nuestro recurso minero, ejecutado por Codelco durante varios años, lo que arrojaría una pérdida estimada en cerca de US$ 12.000 millones de dólares para Chile.

Julián mismo había señalado hace un par de años que Codelco había sido defraudado en US$ 2.000 millones de dólares, de manera misteriosa. Parece que esa denuncia iba en la misma hebra que esta última.

Pocos deben tener en la memoria el caso Dávila, en que por ventas a futuro se fabricaron pérdidas por casi US$ 200 millones. Estas prácticas se vienen haciendo desde hace bastante tiempo y el problema puede estar en que el cruce de intereses entre la planta ejecutiva y empresas privadas de personeros cercano a la empresa nacional Codelco. La información se intercambia de tal manera que es muy fácil hacer pérdidas en las operaciones a futuro de Codelco para que sean gananciosas las empresas privadas de quienes intermedian las operaciones de esas mismas ventas.

Algo de esto sucedió con el caso Dávila y puede estar pasando ahora, ya que las prácticas de este tipo se vienen realizando en todas las operaciones de commodities del mundo y constituyen uno de los sectores más especulativos y donde se realizan las mayores operaciones fraudulentas del Orbe.

Es tanta la variación de precios-hacia el alza- que ostentan las materias primas en los mercados mundiales. Que se han transformado en un segmento privilegiado de apuestas financieras, superior al tráfico de armas y ya superando al tráfico de drogas.

Esto es así porque en este rubro todo parece legítimo y moral. No está presente el peso punitivo de los otros tráficos. Son defraudaciones que si no son desenmascaradas por gente a quienes les queda todavía un gen moral social (en un mundo donde este parece haber mutado de manera dominante hacia el nihilismo inmoralista y privatista) como parece ser el caso de Julián Alcayaga, Jorge Lavandero, Carlos Tomic u Orlando Caputo, entre otros, simplemente pasan por operaciones normales, como de hecho venía sucediendo en Chile y como sucedió con Enrom, con La Polar, las farmacéuticas, con Inverlink y con los más de US$ 10.000 millones que se lavan en la banca chilena cada año.

Cochilco, empresa asesora de las mineras nacionales en términos técnicos, siempre ha sido partidaria de liquidar lo antes posible las existencias de nuestro mineral y al mejor (¿o peor?) postor. Son de la idea de que el cobre será sustituido y que le sucederá lo mismo que al salitre, por tanto hay que aprovechar aunque sea la inversión para que den algo de trabajo en Chile.

Esa prédica es la que ha autorizado esta política tan perjudicial para Chile y sus intereses nacionales. Esa especie de “llegar y llevar” autorizado desde la parte técnica del estado es lo que autoriza las defraudaciones, pérdidas que son las más altas que haya sufrido Chile en todo su historia republicana.

Pero nadie se entera y a pocos parece interesar. Es que, como denunciaba el mismo Julián Alcayaga, la prensa y los medios no le dan cobertura, pero sí sobreexponen a un caso como el de Anglo American, que es una operación consecuencia de todas estas pervertidas licencias privatistas que se impusieron bajo el puño y la rúbrica de los gobiernos que supuestamente representaban el interés de Chile.

Como consta a este medio (KROHNE ARCHIV), varios artículos se han publicado sobre este mismo tema, y muchos más se deberán publicar en el futuro, porque pareciera que estos escándalos se multiplican como la hiedra y es que el interés sobre una riqueza tan enorme desata los apetitos más demoniacos de nuestra oligarquía pública y privada, acostumbrada por la dictadura a operar de manera impune.

Chile no podrá recuperar una verdadera función del Estado democrático mientras no se deshaga de toda esta generación de defraudadores de la cosa pública que se enquistó desde el pinochetismo y que sigue campeando de manera desvergonzada y siempre con resultados sustanciosos para sus particulares imperios.

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