Por Walter Krohne
Director-Editor
El desarrollo del proceso electoral peruano ha sido hasta ahora impecable por su total respeto a la democracia. Esto lo ha ubicado en un nivel ejemplar y digno de ser imitado por naciones donde la conciencia democrática no está todavía tan avanzada.
En ésto, el Perú ha invertido años de trabajo duro y ha caminado paso a paso desarrollando el espíritu cívico, logrando en paralelo un crecimiento económico estable de entre 6 y 7%, modernizando el Estado y reduciendo el nivel de pobreza que hoy llega a un 31,8% (pobreza extrema: 9,8%) como también la desnutrición crónica estimada actualmente en 17,9 por ciento de la población.
Director-Editor
El desarrollo del proceso electoral peruano ha sido hasta ahora impecable por su total respeto a la democracia. Esto lo ha ubicado en un nivel ejemplar y digno de ser imitado por naciones donde la conciencia democrática no está todavía tan avanzada.
En ésto, el Perú ha invertido años de trabajo duro y ha caminado paso a paso desarrollando el espíritu cívico, logrando en paralelo un crecimiento económico estable de entre 6 y 7%, modernizando el Estado y reduciendo el nivel de pobreza que hoy llega a un 31,8% (pobreza extrema: 9,8%) como también la desnutrición crónica estimada actualmente en 17,9 por ciento de la población.
Perú es hoy un país que muestra progresos visibles y tangibles, al menos en Lima, la capital, donde en todos los rincones se encuentran puntos históricos de interés y barrios con suficientes áreas verdes que muestran los emprendimientos culturales y de conservación de una arquitectura tradicional e histórica.
El problema del Perú parece ser hoy político. Como causas de éste pueden mencionarse principalmente las pasadas dictaduras, pero también la implantación del modelo neoliberal. Esto mató las ideologías y uniformó a los partidos que, como ocurre en Chile y otros países, todos se subieron al mismo carro del neoliberalismo. Así, los partidos como piensan casi iguales, han ido desapareciendo o debilitándose a tal punto que ya no tienen la estructura de lo que fueron antes. Es cosa de ver sólo el estado en el que se encuentra el Partido Aprista, uno de los últimos de los más tradicionales.
Lo que hay hoy en Perú son movimientos que funcionan principalmente en tiempo de elecciones, pero que parecen "máquinas" electorales, como ocurre con Fuerza 2011 de Keiko Fujimori y Gana Peru de Ollanta Humala. Son en el fondo organismos grupales que se encargan de la vocería y preparación de los actos públicos de candidatos, pero que carecen de una ideología definida y profunda. Si comparamos a estos movimientos entre si no se vislumbran grandes diferencias, tampoco en los programas presidenciales de los candidatos. Cualquiera de los dos que salga elegido orientará su gobierno en una línea neoliberal, porque ninguno tiene la posibilidad concreta ni tampoco la capacidad para realizar un gran cambio político revolucionario en Perú. Es por esta razón que el debate presidencial del último domingo estuvo muy cerca del aburrimiento, porque más que guiar a los electores indecisos, parece que consiguió justamente lo contrario.
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El electorado peruano, especialmente el que está más necesitado socio-económicamente, se aburrió de esperar, esperar y de escuchar promesas. Necesita resolver hoy mismo sus problemas. Esto explica, en parte, la concentración de los votos en primera vuelta en los dos candidatos más populistas y de los cuales debe salir el domingo el próximo Presidente del Perú. .
En otras palabras lo que ha pasado puede interpretarse como una crítica directa del electorado al “establishment”, porque ya no interesa tanto quien de los dos pueda llegar a ser elegido, sino más bien de cómo pueden los electores beneficiarse mayormente con las promesas que les han escuchado a uno y a otro durante la campaña. Llegar a este estado de cosas ha sido también responsabilidad del resto de los candidatos que fueron derrotados en primera vuelta, porque en su debido momento no supieron o no quisieron hacer alianzas electorales estratégicas para poder afrontar con más solidez y fuerza a los dos candidatos que son descritos como populistas.
La votación de Humala en primera vuelta, con 31,72% y de Fujimori, con 23,56%, acumula en total más del 55 por ciento del electorado peruano. ¿Podría decirse que hay un 55% de descontentos? En parte sí, pero quizá sea más importante incluir también en esta cuenta al 20 por ciento que hoy todavía no sabe por quién votar el domingo o aquellos que ya han decidido anular la papeleta o devolverla en blanco.
Ollanta (48) es un nacionalista y populista que le dedicó su vida al Ejército peruano. No es un gran líder ni tiene ideas originales para resolver los problemas del Perú, pero quiere ser Presidente y ya lo ha intentado antes sin resultados. Dice ser de izquierda, pero su programa tiene tendencias, no muy claras, de querer caminar igualmente por terrenos de la derecha.
Keiko (36) es algo similar pero orientada definitivamente a la derecha. Ella tiene la experiencia política que logró acumular con su padre cuando tuvo que acompañarlo como primera dama con sólo 19 años de edad. Ambos podrían ser "políticamente peligrosos" para algunos sectores: Humala por Hugo Chávez y Fujimori por su padre Alberto, el ex presidente que está preso y condenado a 24 años por delitos de corrupción y de derechos humanos. O sea, los dos candidatos no parecen ser la misma cosa, como dicen algunos de sus detractores, pero los dos buscan los votos en los mismos sectores, que en gran parte son donde viven los pobres. Y para mayor parecido o igualdad, ambos llegan a la elección con un empate técnico, según las encuestas.
Keiko (36) es algo similar pero orientada definitivamente a la derecha. Ella tiene la experiencia política que logró acumular con su padre cuando tuvo que acompañarlo como primera dama con sólo 19 años de edad. Ambos podrían ser "políticamente peligrosos" para algunos sectores: Humala por Hugo Chávez y Fujimori por su padre Alberto, el ex presidente que está preso y condenado a 24 años por delitos de corrupción y de derechos humanos. O sea, los dos candidatos no parecen ser la misma cosa, como dicen algunos de sus detractores, pero los dos buscan los votos en los mismos sectores, que en gran parte son donde viven los pobres. Y para mayor parecido o igualdad, ambos llegan a la elección con un empate técnico, según las encuestas.
Al primero se le acusa de tener vínculos con el venezolano Chávez y poder llegar a pisar el mismo palito del Alba y la revolución bolivariana, como lo hizo en su momento el derrocado ex presidente Manuel Zelaya de Honduras, lo que podría paralizar el modelo peruano y provocar la ira de los inversionistas, es decir una crisis contundente.
Con Keiko se teme que una vez que llegue al poder comience a articular una estrategia para sacar a su padre de la cárcel y proyectar el fujimorismo al más largo plazo posible. ¿Cómo una hija no va a liberar a su padre de la prisión?, se preguntan muchos. Para ello ya logró el primer paso: su hermano Kenji Fujimori, el hijo menor del ex presidente -y según muchos el preferido-, fue el candidato más votado en la elección al Congreso en marzo de este año, tal como ocurrió con Keiko en las elecciones generales de 2006. "Este es el comienzo de la reivindicación del fujimorismo", habría señalado Kenji de sólo 30 años de edad al triunfar en las urnas.
El resultado del domingo, en las elecciones más reñidas de la historia del Perú, indicará con mayores fundamentos hacia dónde marchará el carro de la política peruana en los próximos años, aunque muchos sectores, entre ellos los inversionistas, se quejan de que faltando sólo horas para la votación, aún no tienen suficiente claridad sobre el destino que le espera al Perú y a ellos.
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