Hablemos con las cartas sobre la mesa, no las escondamos.
Por Walter Krohne
Director-Editor
Chile es un país en el que abundan las personas infelices, los frustrados y los que deambulan por las calles sin mayores perspectivas. Un número significativo de santiaguinos es además calificado como parte de una sociedad que padece de enfermedades mentales causadas por un modelo o sistema de vida que funciona mal o simplemente que no funciona y que mantiene a la gente viviendo bajo un fuerte estrés y permanente incertidumbre.
Nuestra mala calidad de vida la notamos cuando estamos embotellados en los tacos vehiculares ya tradicionales en las mañanas y en la noches, en verano con un calor sofocante y en invierno con un frío que cala los huesos. Con un transporte público que deja mucho que desear y que es escaso por las noches, teniendo siempre encima el peligro de la criminalidad que este Gobierno iba a erradicar rápidamente, pero que aún no lo ha hecho. “El fin de la puerta giratoria”, ¿se recuerdan? Ni pensemos en los días en que hay restricciones para catalíticos y no catalíticos que nos obliga a viajar colgando de los buses. Y aparte de todo esto vivimos en uno de los países más caros del mundo, especialmente en Santiago.
Toda esta frustrante situación se agrava por las dificultades laborales, los bajos sueldos, el pago de cuentas abusivas, los colegios, las universidades, el dividendo de la casa o alquiler que sube de mes a mes, los servicios básicos (cada vez más privatizados y más caros), las contribuciones, la salud (las isapres suben las tarifas con la UF todos los meses y además agregan reajustes extras anuales) y las tarjetas del retail que ahora sabemos que nos han cobrado lo que se les ha dado la gana. Es el capitalismo en todo su esplendor que está siendo manejado con una inmoralidad que ya no tiene nombre.
Para los portavoces del Gobierno, no hay que preocuparse porque la “situación financiera y económica que vivimos los chilenos es excelente”, además que tenemos un tremendo fondo de excedentes con las ganancias del cobre.
Pero, a pesar de estos “éxitos y logros” que nos recuerda frecuentemente el Gobierno, muchos de sus personeros parecen extrañarse por las protestas callejeras, que ya se repiten casi todos los días y que son interpretadas como “muestras de incomprensión y descontento” y ¿a pesar de los “logros” del neo liberalismo?
Para nombrar las cosas por su nombre, las movilizaciones son nada más y nada menos que el resultado de las frustraciones de las que hablamos antes, como los “indignaos” en la Puerta del Sol en Madrid, por la existencia de una democracia débil y sin transparencia que mantiene a los chilenos con las manos atadas por carecer de voz y voto frente a problemas cruciales como son hoy la educación, hidroaysén, la salud o la regulación de la vida de los homosexuales.
Si revisamos la vergonzosa distribución del beneficio social del crecimiento económico en Chile, una de las naciones que más trabaja en el mundo en cuanto a cantidad de horas, como se dijo el domingo en el programa Estado Nacional de TVN, tenemos el siguiente resultado: Hay 2.500.000 chilenos que son pobres y que viven con menos de $ 170.000 al mes , hay otros 4 millones que tienen que vivir con $ 240.000 al mes (una familia de cuatro persons) y luego hay 5 millones de chilenos que viven con 500.000 pesos al mes. ¿No es esto un verdadero escándalo en el siglo 21?
En las manos del gobierno y de los políticos en general está en definitiva hacer mucho más a favor de estos casi 12 millones de chilenos que no pueden vivir o viven con lo justo y obligadamente endeudados. Esta mayoría de chilenos carece de un ingreso ético familiar real o de un seguro de desempleo justo, sin que exista tampoco un sistema de control por parte del Estado frente a los cobros excesivos e inadecuados que detectamos en todos los sectores, ya sea de servicios básicos, bancarios, alimenticios, farmacéuticos, médicos o educacionales.
Que no se nos quede afuera el tema del lucro en la educación, porque hoy las universidades son financiadas en un ochenta por ciento con los ingresos de las familias de la clase media, para las cuales tener uno o dos hijos en la educación superior es una verdadera tragedia familiar.
El periodista de Radio Cooperativa Sergio Campos daba ayer un solo ejemplo, diciendo: “Tengo grabada en la mente la imagen de Ariel, un estudiante universitario de 19 años, que cursa segundo año en la Universidad de Chile, que porta un cartel con sus “compromisos” financieros. Los datos duros que se leen de su deuda que ya está acumulándose en su contra, son los siguientes:
1.- Deuda con el Estado: $1.949.684; 2. Con el banco: $1.364.361; 3.- Con la universidad: $ 2.154.506. Total adeudado: $5.468.551. Pero eso no es nada si se compara con la suma que quedará debiendo al final de su carrera que serán $ 20 millones de pesos.
Es decir a este estudiante le va a costar mucho tiempo y trabajo poder salir adelante cuando comience su vida laboral, porque dependerá del pago de la deuda y de los intereses que le cobren los bancos, lo que reducirá seguramente sus ingresos en un 30 o 40 por ciento.
La Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), en la que Chile se siente tan orgulloso de haber sido aceptado como país miembro, declaró a este socio latinoamericano, en abril de este año, como el que tiene la peor distribución de la riqueza entre los treinta miembros, es decir en el país donde hay mayores desigualdades en términos de ingresos y el tercero en lo que se refiere a proporción de pobres. En otras palabras, se puede decir que Chile fue declarado “la oveja negra” de la gran familia de los que luchan por ser ricos o más ricos.
Indudablemente que todo esto no puede seguir así. La oposición tiene toda la razón cuando va a La Moneda y pide urgencia para las reformas políticas. Chile, no sólo necesita una reforma electoral sino una gran reforma constitucional que regule especialmente la cuestión del manejo del poder o de la forma de Gobierno, que hoy está fuertemente concentrado en la persona del Presidente. No debe dejarse tampoco de lado o tenerle miedo a la implantación del plebiscito nacional para dirimir conflictos como los mencionados. Pero igualmente debe imponerse una reforma económica global que le permita a los chilenos vivir en mejores condiciones, para lo cual es imprescindible una gran reforma tributaria.
No vemos otra salida para un Chile que pareciera querer estar entrando en una segunda etapa del desarrollo.
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