Con 168 años de historia y un millón 200 mil ejemplares semanales, The Economist es una biblia periodística para muchos lectores en todo el mundo. Pese a su clara perspectiva conservadora, nadie niega el rigor de sus análisis, la calidad de sus corresponsales y su mesurado lenguaje.
Chile es tema inesperadamente frecuente en sus páginas. El catálogo de comentarios va desde la actualidad política a los problemas con y en los países vecinos. Pero, sobre todo, publica notas sobre economía, medio ambiente y otros temas que podrían parecer ajenos a la imagen de trascendencia que proyecta: vino, turismo y algunas exquisiteces que a veces en Chile ni siquiera conocemos. Eso explica el particular impacto de algunos comentarios, el último de los cuales se centró en el “testarudo” Presidente Sebastian Piñera.
The Economist planteó, sin eufemismos, que "el caso de HidroAysén no podría haber inquietado a la opinión pública tanto como sus nociones preconcebidas de estilo de gestión de Piñera... Piñera es un magnate de los negocios. Se ha centralizado la toma de decisiones en su propia oficina y rara vez pasa a través de un amplio proceso de consulta antes de tomar una decisión".
En el debate subsiguiente se ha hecho notar que el semanario británico pone demasiado énfasis en el caso de las represas de Aysén, cuando también hay otros temas que afectan la popularidad del Jefe de Estado.
Y, por cierto, desde que se publicó, más vientos de fronda han soplado sobre Chile: el escándalo de La Polar, la protesta estudiantil en todos los niveles, la dura llegada del invierno y el alza perceptible de la canasta familiar. Pero los conceptos de The Economist deben doler en Palacio más que cualquier protesta o descoordinación interna. Sobre todo si se comparan con quien se ha convertido en su obsesión: la imagen de Michelle Bachelet. Después de los titubeos iniciales de su gobierno (en especial la revolución pingüina), la Presidenta recibió una especial bendición del semanario: “Se ha convertido en una de las lideres políticas más formidables de América Latina”. Ahora la describió como “la popular predecesora” de Piñera.
En algunos sectores, en especial los más cercanos al gobierno actual, este elogio duele más que un doctorado en Harvard.
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