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jueves, 30 de junio de 2016

Perú al Día
LA REVOLUCIÓN SOCIAL ESTÁ PENDIENTE

Por Roberto Mejía Alarcón


El presidente constitucional electo ha dicho una gran verdad: la revolución social que necesita, que le urge al Perú, aún no se ha realizado, está pendiente. Pedro Pablo Kuczynski Godard, el cuarto mandatario en una era de democracia iniciada en el presente siglo, a poco de recibir sus credenciales como tal, habló claro. Como para que le escuchen los de su entorno y quienes están más lejanos. Sabe y tiene la voluntad política de acabar con la desigualdad. Por lo menos así se le interpreta entre aquellos que saben que el Perú es una promesa realizable.

Para este ciudadano peruano, hijo de alemán y francesa, que en la década de los años treinta se internaron selva adentro de nuestra Amazonía, para entregar vida y conocimientos científicos para salvar a los enfermos de lepra, la realidad nacional no engaña, hay mucho por hacer, pero por sobretodo acabar con esa desigualdad que tanto daño le ha hecho a nuestro pueblo y que sometido a palabras y gestos demagógicos, sigue esperando su redención.
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Pareciera que Kuczynski estuviera animado del mismo propósito que años atrás predicara Juan Pablo II: “Una sociedad justa puede ser realizada solamente en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana. Ésta representa el fin último de la sociedad, que está a ella ordenada”. En otras palabras, da la sensación que considera como actitud prioritaria que el orden social y su progresivo desarrollo deben en todo momento subordinarse al bien de la persona, ya que el orden real debe someterse al orden personal, y no al contrario.

¿Podrá cumplir con ese cometido? Dejando de lado el análisis de cifras y estadísticas, muchos hacemos votos para que él y su equipo de trabajo, tengan la paciencia y el talento suficiente para hacer entender a sus opositores políticos, de derecha y de izquierda, que para hacer tal hazaña es suficiente mirar la realidad de una multitud ingente de hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos, en una palabra de personas humanas concretas e irrepetibles, que sufren el peso intolerable de la miseria.
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Son muchos millones, habitantes de la Costa, Sierra y Selva, los que carecen de esperanza debido al hecho de que, en muchos lugares, su situación se ha agravado sensiblemente. Lo que afirmamos no es una frase más. Basta viajar por tierra a lo largo de las carreteras de la Costa, para comprobar cuán abandonados están quienes ocupan los arenales y los cerros, cuán triste es la vida de quienes en las punas cordilleranas, no tienen un pan que llevarse a la boca, cuán absurda es la vida de aquellos que habitan los montes selváticos. Me estoy refiriendo a los que, con crueldad, se les llama ciudadanos de segunda clase o simplemente no contactados.
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Vale entonces esa promesa de Kuczynski. Hay que luchar contra la desigualdad, a brazo partido, contra la opinión de los opositores al cambio, contra la pose de aquellos que creen que la ciudadanía les ha dado el poder como un presente y no un mandato. La expresión revolución social tiene un contenido, un mensaje, esperado. Pone en la agenda política, de la reflexión, del debate y de la acción, lo que es el tema central de la preocupación de nuestro pueblo: la pobreza extrema junto con el marginamiento social que sufre un número creciente de compatriotas, contradiciendo lo afirmado en las cifras y estadísticas oficiales que por lo general no se ajustan a la verdad objetiva.

Ojalá que haya un cambio de mentalidad en muchos y que la competencia se de en términos democráticos, para terminar con lo que se llama un mal desarrollo, un desarrollo perverso que hace a los ricos más ricos, a los mafiosos más mafiosos, a los corruptos más corruptos y a los pobres más pobres.

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