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viernes, 24 de junio de 2016


BREXIT!- HACERSE A LA MAR SIN CARTA DE NAVEGACIÓN
Por Martín Poblete


En resultado ajustado pero claro, los ciudadanos/súbditos británicos han votado, democrática y libremente,  la salida del Reino Unido de la Unión Europea. En medio de un amplio frente de mal tiempo con lluvias torrenciales en el suroeste, el 72,2% de los inscritos en registros electorales concurrió a votar.  

Por el BREXIT lo hizo un 52%, por permanecer en la UE un 48%; en Londres y distritos circundantes, la permanencia ganó con 59,9%, en el resto de Inglaterra ganó el BREXIT con promedio de 57%; en Escocia ganó la permanencia con el mas alto porcentaje 62%. Esta significativa diferencia con Inglaterra podría dar impulso a un nuevo referéndum independentista, así lo han indicado Nicola Sturgeon y otros políticos escoceses.


El Centro/Sur de las Islas, es decir Londres y lrededores mas el Suroeste, la histórica "Merry England", votó por permanecer; los galeses del Suroeste y todo el Centro/Norte corazón de dos revoluciones industriales, votaron por el BREXIT. Los trabajadores de los tradicionales sectores manufactureros metal-mecánico y textil, y las clases medias ligadas a esos enclaves productivos, manifestaron su frustración y su furia contra la  globalización, la percepción de inmigración descontrolada, el elitismo en Bruselas y sus contrapartes en la City de Londres.  Se pueden argumentar interpretaciones, pero esta fue una de esas circunstancias cuando las percepciones pueden ser tan importantes como la realidad.

En el plano político, el Primer Ministro David Cameron anunció algo así como una renuncia diferida, efectiva en octubre cuando la conferencia anual del Partido Conservador elija nuevo líder para seguir gobernando hasta la elección general de 2019; en el marco de esa decisión, dejó  para quien lo suceda ejecutar la aplicación del Artículo 50 del Tratado de Lisboa. En ese instrumento multilateral se regulan las condiciones de salida de la Unión Europea de un miembro decidiendo partir, caso del BREXIT, en el lenguaje del Tratado no queda bien definido si hay un plazo de dos años para negociar a partir de la notificación oficial, o si hay dos años de plazo para notificar, lindo trabajo para diplomáticos y abogados internacionalistas.  En el mismo discurso, Cameron separó las negociaciones sobre la salida del UK de la Unión Europea, de las negociaciones sobre el futuro de las relaciones comerciales y financieras del UK, léase la City de Londres,  con la Unión Europea en el marco de referencia de varios tratados especialmente el de Maastricht.
Mientras tanto, los hombrecitos en ternos de tonos de gris desde sus torres de acero y cristal en Bruselas,  al borde de la histeria, piden empezar las negociaciones de inmediato;  arrogantes, ocasionalmente faltos de criterio, siempre deficitarios en imaginación,    los altos cargos designados de la Unión Europea  son tan responsables del BREXIT como David Cameron, quien por lo menos puede refugiarse en la legitimidad democrática de su mandato.   Para el próximo sábado se ha convocado  a reunión de ministros de relaciones exteriores de los países fundadores de la original Comunidad Europea:  Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Italia, y Luxemburgo.
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En desarrollo paralelo, van surgiendo llamados a referéndum como el británico en varios países miembros incluyendo Francia.  La situación de Dinamarca y Suecia, habitualmente seguidores del Reino Unido en todas las votaciones, luce particularmente complicada.   En duro costalazo contra la realidad, los hombrecitos en Bruselas han suspendido reuniones  sobre cuestiones de seguridad en el Mediterráneo, básicamente interdicción del tráfico de migrantes desde África y el Medio Oriente, pues el único miembro con marina de guerra  capaz de sostener operaciones continuadas lejos de sus bases es el Reino Unido.


En  mercados bursátiles y financieros, es la hora de jugadores de alto riesgo y especuladores; a los chilenos en fondos de inversión, máxima cautela, evitar movidas de capitales en estos días, estar frente a un computador en Santiago no basta para un mínimo control de transacciones en tiempo de máxima turbulencia. 

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