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martes, 9 de abril de 2013

Medicina-Serie-Parkinson

VIVIR (¿MORIR?) CON PARKINSON

Por Otto Boye Soto



Los artículos que comenzamos a publicar el martes 2 de abril, una vez por semana (los martes), han sido escritos por el destacado investigador, cientista político, ex diplomático y ex académico Otto Boye Soto. Son reflexiones de una persona que padece esta enfermedad, conocida en los medios, como la “dolencia hipócrita”, que están destinadas a ayudar a otros pacientes y lectores directa o indirectamente relacionados con este mal.

 Hoy publicamos el capítulo Nº2.

 Una bitácora muy personal

Personajes del mundo que han sufrido
el mal de Parkinson
Los médicos, cuando no deciden ocultarle la verdad al paciente, suelen al menos bajarle el perfil atemorizante a los diagnósticos de las enfermedades declaradas incurables. A mí creo que el neurólogo trató de tranquilizarme cuando me dijo que podía vivir casi en forma normal durante los próximos cinco años. Tomé nota mental del dato, porque estaba decidido a procesar todo con calma, obviamente después de la consulta.

Con lo comunicado tenía ya una inmensa tarea por delante. Omití por eso, equivocadamente pienso ahora, preguntar por un significado más exacto de lo dicho y qué vendría después de transcurridos estos cinco años casi “normales”. Hasta hoy no sé lo que me quiso transmitir el médico, porque “normal” no ha sido desde entonces mi existencia para nada.


Un par de meses más tarde, leí en un artículo de prensa esta frase para el bronce que también le bajaba el perfil al Parkinson:  nadie se muere de él, se muere con él.

¡Fantástico! ¡no me va a matar este mal, pero amablemente me va a acompañar hasta el día en que otra enfermedad acabe con mi existencia física! ¡No sería tan malo, después de todo, este muchacho! Lo que no se dice, uno lo siente a diario: el buen amigo no te acompaña gratuitamente. El precio lo cobra implacablemente. Consiste en un sistemático desgaste de las energías que uno tenía antes de hacer sentir su existencia. La disminución de las energías disponibles es la alfombra roja perfecta para que pasen los males que pueden acabar con uno y no recaiga la responsabilidad directa sobre él.

Pero hay más, bastante más. Por hoy añadamos que el mal de Parkinson tiene un aliado que suele presentarse poco antes o poco después de su propia aparición: la depresión. Yo la tuve y fuerte. Hasta hoy no logro precisar el orden de llegada. “Ambas van casi siempre de la mano” me explicó otro neurólogo distinto al que me diagnosticó el Parkinson.
 Debí haber sabido esto antes. Me habría defendido mejor. Aunque creo no estar deprimido hoy, no estoy plenamente seguro de ello. Cuando el ánimo está arriba, la duda tiende a desaparecer. Cuando por cualquier razón el ánimo decae, vuelvo a pensar que la depresión está ahí, anidada solamente y, por tanto, algo oculta, pero siempre al acecho, lista para actuar y ayudar al Parkinson en su tarea de desgastar energías para que otros males menos solapados den la cara y acaben contigo.

Próximo martes: En su pantalla de Kradiario lea el capítulo 3

1 comentario:

  1. Muy interesante esta columna. Con cada línea se puede leer que este texto es escrito por alguien que está viviendo diariamente con una enfermedad crónica como es el Parkinson y que ha reflexionado mucho entorno a esta enfermedad. Efectivamente el Parkinson como muchos otros males que uno va padeciendo a lo largo de la vida hay que aceptarlos como parte de la vida de uno. Hay que "amigarse" con esta enfermedad y hacerla sentir parte de uno, no como una enfermedad sino como una condición distinto del cuerpo. Que dificil en todo caso. Mucha fuerza de aquí en adelante. Cariños. Jessika Krohne

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