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jueves, 18 de abril de 2013

18-4-2013- Política y Sociedad 

CACEROLAZOS,  UN

PRODUCTO
CHILENO DE
EXPORTACIÓN
 
Por Enrique Fernández

Cacerolazo Venezuela.jpgLas cacerolas hicieron oír su bulliciosa protesta en Venezuela, luego de la estrecha victoria electoral de Nicolás Maduro, que mañana viernes jurará como nuevo Presidente. Fue el derrotado candidato Henrique Capriles quien llamó al “cacerolazo” la noche del domingo, cuando se negó a reconocer el triunfo del sucesor de Hugo Chávez.

¿Dónde y cuándo nació esta sonora modalidad para expresar el descontento social?

Fue en Chile, según recuerda una crónica de la corresponsal en Santiago de la Agencia France Presse (AFP), Paulina Abramovich. Sucedió hace cuatro décadas, en tiempos del Presidente socialista Salvador Allende, cuando las mujeres del Barrio Alto de Santiago comenzaron a golpear cacerolas y sartenes, al caer la noche, para reclamar por el desabastecimiento y la inflación.

“Fue la demostración más sonora de la fuerte polarización social que se vivía en Chile en esa época y que derivó en el golpe de Estado que el 11 de septiembre de 1973 acabó con el gobierno de Allende e instaló la dictadura de Augusto Pinochet”, señala el despacho de la corresponsal.

Rodolfo_Seguel_Molina.jpgPasaron 10 años, hasta que el 11 de mayo de 1983 se volvieron a escuchar las cacerolas, botellas, campanas, bocinas de automóviles y todo tipo de objetos sonoros, para protestar contra el régimen de Pinochet. Ese día, convocada por la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), estalló la Primera Jornada de Protesta Nacional que exigía “el restablecimiento de la democracia”. Y el líder de una explosión social que parecía imposible, frente al poder y la represión que impusieron los militares, fue el dirigente minero de 30 años Rodolfo Seguel.

"Nosotros habíamos convocado a un paro nacional, pero como la dictadura militarizó todos los yacimientos y teníamos información de que iba a haber una gran matanza, preferimos no hacer un paro y decidimos transformarlo en protesta, haciendo sonar las ollas", recuerda Seguel, en declaraciones a la periodista de la AFP.

Lech_Walesa_-_2009.jpg"El ruido era una cosa que enfermaba a cualquiera. Con el paso del tiempo, las protestas fueron aumentando en contenido y la gente fue arriesgándose cada vez más", agrega Seguel, a quien alguien bautizó como “el Walesa chileno”, al compararlo con el líder de los astilleros polacos Lech Walesa (izquierda), que se alzó contra el régimen comunista.

En 1990, el mismo año en que se restauró la democracia en Chile, Walesa se convirtió en Presidente de Polonia, mientras Seguel pasaba a ocupar un escaño en la Cámara de Diputados, en representación del Partido Demócrata Cristiano (PDC).

Las bulliciosas jornadas chilenas se extendieron entre 1983 y 1985, con una estela trágica de decenas de muertos bajo los disparos de la policía y los militares. Por esa época, a partir de agosto de 1983, también estallaron cacerolazos contra la dictadura militar en Uruguay.

Pero este producto de exportación también se hizo presente en Argentina, donde  aparecieron los cacerolazos durante la crisis económica de 2001 y 2002. Y en octubre pasado el ruido de las cacerolas llegó a México, durante protestas convocadas por el Movimiento Juvenil “Yo Soy 132”, en la línea de los “Indignados” de España.

Henrique Capriles también recurrió
al cacerolazo la noche de su derrota
el domingo pasado.
Cuando se restauró la democracia en Chile, las cacerolas volvieron a ocupar su lugar habitual, en la cocina. Hasta que hace dos años los estudiantes chilenos se tomaron las calles en manifestaciones multitudinarias e invitaron a la población a protestar por las noches con el bullicioso golpetear de sus utensilios.
A diferencia de lo que ocurrió bajo el gobierno militar, cuando las convocatorias a las protestas corrían de boca en boca o por conductos clandestinos, los jóvenes de hoy que exigen gratuidad en la educación, utilizaron las modernas redes sociales que les ofrece la tecnología.

Los manifestantes de esta época salen a las calles y plazas junto a familiares y profesores, en un ambiente casi de fiesta, mientras en otros tiempos no sabían si volverían a casa o pasarían a integrar las listas de muertos y desaparecidos.

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