Por Sebastián Schulz*- Tektónikos
Hay quienes
señalan vehementemente los peligros de una posible proyección imperialista de
China y quienes afirman que la reemergencia del país asiático contribuye a la
posibilidad de construir un orden internacional más justo y menos desigual.
“China es
un gigante dormido. Dejadlo dormir porque, cuando despierte, el mundo se
sacudirá” dijo Napoleón Bonaparte en 1816, dejando en evidencia el miedo de los
europeos frente a los supuestos peligros de un nuevo “despertar chino”.
Recientemente,
en 2023, la generala del Comando Sur, Laura Richardson, afirmó que China
“continúa expandiendo su influencia” en América Latina y “manipula” a sus
gobiernos mediante “prácticas de inversión depredadoras”.
La dinámica
imperialista
En su
clásica obra «El imperialismo, fase superior del capitalismo» (1916), Lenin
señala que el imperialismo surge cuando el capitalismo alcanza un nivel
avanzado de concentración de capital y de monopolización de la producción y las
finanzas. Cuando se satura la escala nacional de producción y realización del
capital, los Estados centrales salen a la caza de nuevos mercados mediante la
ocupación directa o indirecta de territorios en el resto del mundo.
La dinámica
china
Desde su
período dinástico, China fue constituyendo una forma específica de
relacionamiento con su vecindario más próximo, a partir de las ideas de virtud,
justicia y armonía, en la cual el intercambio comercial tenía un papel
destacado en el vínculo con sus Estados y pueblos cercanos.
En este
sentido, la vinculación de China con su periferia no sólo no estuvo
caracterizada por el envío de ejércitos y buques de guerra para someter pueblos
y naciones vecinas, ni por la promoción de una “Doctrina Monroe” mediante la
cual exigió primacía sobre su región circundante.
Por el
contrario, construyó una red de murallas de más de 21 mil kilómetros (una
extensión más grande que la distancia que separa la Tierra del Fuego de Alaska)
para defenderse de las constantes agresiones extranjeras sobre su territorio.
De este
modo, la interpretación occidental del «Zhong Guo» (中国) (país del centro, el nombre
oficial de China en mandarín) omite que la “centralidad” auto atribuida por el
país asiático no tiene pretensiones expansionistas ni universalistas, sino que
remite a una responsabilidad moral que le corresponde a los grandes Estados de
construir un orden armonioso.
La idea de
China como “centro del mundo” no solo remite a un significado geográfico (en la
antigua China, se creía que el país estaba situado en el centro del mundo
conocido), sino que tiene a su vez un significado histórico y cultural, en la
cual se refiere a China como una civilización con siete mil años de historia
que ha ejercido una influencia positiva sobre sus pueblos y naciones cercanas.
Una
comunidad de destino compartido
La
gobernanza china presentó hace diez años el concepto de “comunidad de destino
compartido para la humanidad”, una idea que intenta mostrar la visión actual de
China sobre el orden internacional deseable para el mundo. Dicho concepto ha
sido incorporado a los Estatutos del Partido Comunista de China.
La
“comunidad” se refiere al conjunto de los estados, pequeños y grandes, que
coexisten pacíficamente entre ellos a través de valores comunes inspirados por
los países líderes en cuanto responsables del orden internacional, respetándose
y ayudándose mutuamente.
Dicha
“comunidad”, sin embargo, no está constituida solamente por Estados nacionales
(una territorialidad sumamente reciente), sino sobre todo por civilizaciones y
pueblos que ocasionalmente se organizan en Estados, pero que los trascienden.
Por otro
lado, el “destino compartido” señala que, en un mundo interconectado y
globalizado, en donde “en lo mío hay algo tuyo y en lo tuyo hay algo mío”, las
relaciones deben promover el beneficio mutuo y compartido (cooperación
ganar-ganar).
Por último,
la idea de “humanidad” tiene una doble connotación. Por un lado, la gobernanza
china refiere a la humanidad como una totalidad compuesta por Estados, pueblos
y civilizaciones heterogéneas, con capacidad de convivir de forma armónica
Mediante la noción de la “comunidad de destino compartido para la humanidad” la diplomacia china intenta presentar un conjunto de nuevos principios que guíen el orden internacional, y que reemplacen la concepción occidental impuesta luego de la Segunda Guerra Mundial. Estos nuevos principios proponen recuperar el Espíritu de Bandung de 1955, al hacer foco en la paz como método de solución de controversias, el diálogo armónico entre civilizaciones, la cooperación de beneficio mutuo como mecanismo para el desarrollo compartido, la no injerencia en asuntos internos de terceros estados y el respeto por la soberanía y la integridad territorial.
Desde la
fundación de la República Popular en 1949, la gobernanza china ha hecho del
antiimperialismo una bandera de su política exterior.
Prejuicios
occidentales y distancias culturales
El ascenso
de Oriente como epicentro de los cambios geopolíticos conlleva la necesidad de
una profunda desoccidentalización de los análisis académicos y de anteojos
culturales con los que frecuentemente analizamos la dinámica internacional.
La relación
bilateral entre China y América Latina y el Caribe aún tiene mucho recorrido
por recorrer. Estas distancias, establecidas desde hace siglos, funcionan como
muros de contención para la construcción de lazos geopolíticos y estratégicos
conjuntos. Comprender las dinámicas internacionales de China es una tarea
fundamental en este proceso.
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*Especializado
en China e investigador internacional de UNLP, CIEPE y CLACSO. Agencia Europea Others News.
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