22-4-2014-KRADIARIO-Nº894
CHILE TRÁGICO
Por Wilson Tapia Villalobos
Las tragedias acompañan la existencia del país. Y seguirán
haciéndolo. Es su condición natural al estar asentado sobre un área en que las
fuerzas tectónicas necesitan liberar energías estancadas o acomodarse para
seguir un ciclo vital, cuyas particularidades aún ignoramos. También aparece
como una condición natural el comportamiento humano. Esas particularidades han
ido modelando nuestra manera de ser. La forma que tenemos de enfrentar el acontecer.
Y debiera enseñarnos cómo comportarnos en el futuro. Desgraciadamente, esa
parte de la tarea aún nos resulta difícil y, hasta ahora, imposible de cumplir
a cabalidad.
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Si no fuera así, los daños mayores en el terremoto del Norte
no habrían afectado especialmente a las soluciones habitacionales destinadas a
los sectores vulnerables de la sociedad, o a las vetustas viviendas en que
habitan los más pobres. Una realidad que se repite cada vez que la naturaleza
nos pone a prueba. Si no fuera así, las alertas de tsunami habrían funcionado,
salvando decenas de vidas el 27 de febrero de 2010. Si no fuera así, los grifos
de los cerros de Valparaíso habrían surtido chorros poderosos para tratar de
contener el fuego. Si no fuera así, las construcciones en las laderas habrían
seguido un plan regulador sensato y estricto. Si no fuera así, los cuarteles
bomberiles no estarían todos en el plano, algunos se ubicarían en los cerros
porteños. Pero la realidad nuestra es como es y se refleja no sólo cuando nos
apabullan las tragedias.
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Después que sobreviene el drama aparece la parte más
encomiable de los chilenos. Aquella en que la solidaridad, el desprendimiento y
la fortaleza les ayudan a sobreponerse y seguir adelante. Esa de la
colaboración desinteresada y de sol a sol. Pero es la otra cara la que nos
acompaña diariamente. Es la que nos hace relacionarnos con nuestros pares, la
que muestra cómo entendemos el sentido gregario. Y esa cara ha ido magullándose
con el correr de los años y la imposición de sistemas político-económicos cada
vez más apegados a lo material y alejados de lo valórico.
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Con seguridad, hoy vemos limpiando escombros, combatiendo
las llamas, acarreando enseres y productos vitales a los albergues y a los
sitios de acopio, a muchos Giorgio Jackson o Gabriel Boric. Con certeza, entre
ellos no habrá ningún Pepe Auth. Y esta contradicción entre diputados es donde
más claramente uno puede distinguir las dos vertientes del alma chilena. Tal
vez por su juventud o porque su fuerza interior tiene otra vertiente, Boric y
Jackson no se limitan a condenar la desigualdad imperante aquí. Proponen
desprenderse de la mitad de su dieta parlamentaria, que hoy alcanza a más de $
8 millones 600 mil -alrededor de US$ 16 mil- mensuales.
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Hay que considerar que el salario mínimo de un trabajador
chileno es de $ 210 mil -alrededor de US$ 400- mensuales. Pepe Auth atribuyó la
iniciativa a la juventud de quienes la propugnan. Agregando que ellos no tienen
a una familia que mantener y están acostumbrados a recibir el dinero de sus
padres. Es curioso constatar que tanto Boris y Jackson, como Auth, pertenecen a
la coalición gobernante.
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Ejemplos como éste se ven profusamente en Chile. Como el de
la ex vocera de la presidenta Michelle Bachelet en su anterior administración
y, previamente, encargada de Educación Superior en el gobierno del presidente
Ricardo Lagos, Pilar Armanet. Hoy, Armanet es la rectora de la Universidad de
las Américas (UDLA). Se trata de una corporación vinculada a capitales
norteamericanos -Laureate-, cuyos representantes han reconocido públicamente
que su finalidad es el lucro. Objetivo que está expresamente prohibido por la
ley chilena y condenado por la coalición que hoy gobierna.
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La UDLA no ha sido acreditada por la cuestionable calidad de
la enseñanza que imparte a sus 30 mil estudiantes, y se encuentra bajo
investigación por fraude tributario.
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Estas incoherencias sólo pueden interpretarse como un afán
de resolver los problemas personales, dejando de lado la obligación superior
con los compatriotas. Tal vez por eso Chile es uno de los países que exhibe
mayor desigualdad entre ricos y pobres en el mundo. Seguramente en un país como
Suecia, los montos de las suculentas dietas de los parlamentarios chilenos -que
se reajustan ellos mismos- resulten incomprensibles. Aquí, en cambio, marcan el
diario vivir y dibujan el perfil de quienes debían ser nuestros referentes.
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Si Chile reorienta su rumbo hacia metas valóricas,
seguramente los golpes de la naturaleza serán siempre fuertes, dolorosos, pero
sus efectos podrán preverse, paliarse con mayor eficacia. Y, sobre todo,
golpearán por igual a seres humanos que nacen iguales.
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