16-4-2014-KRADIARIO-Nº893
Por Patricia Castillo
Escribió en Cooperativa
Carlos Berger en carta a su madre desde prisión en Calama 15
de octubre 1973.
El domingo 13 de abril se rindió homenaje al abogado y
periodista Carlos Berger, asesinado por la Caravana de la Muerte el 19 de
octubre de 1973. Fue una ceremonia fúnebre en el que se enterraron restos que
fueron encontrados en una fosa común en 1990 y que finalmente fueron
reconocidos.
Carlos Berger, militante comunista, hijo, marido, padre.Sí,
padre, el papá de Germán Berger.
Germán tenía 11 meses cuando su padre fue ejecutado, en las
cartas que este alcanzó a escribir en prisión, le llamaba “el enanito” y le
dirigía líneas esperanzadas y reflexiones respecto a los desconcertantes
sentimientos provocados por la paternidad
“Me imagino que habrá salido todo bien en Santiago y que el
enanito está súper bien”. (Carta a Carmen Hertz, empezada el 26 de septiembre,
1973)
“Quedan tres temas: Usted, el enanito y yo. Cómo hay que
resumir un poco, tocaré sólo el tema más importante de los tres. ¿Cuál? El
enanito, por supuesto, y dejaré los otros para una próxima carta.
Me acuerdo mucho del enanito y lo echo muchísimo de menos.Es
increíble.Recuerdo ese dicho de que “el amor que baja es más fuerte que el amor
que sube.” Y así es efectivamente. Con todo lo que la quiero a usted, recuerdo
y echo mucho más de menos al enanito, por sobre todas las cosas, después de
Carmen”, (carta a su madre desde prisión en Calama 15 de octubre 1973).
El amor a los hijos. ¿Dónde quedó ese amor? A veces el horror
no deja ver, a veces los hijos, los niños, los “enanitos” de los luchadores
políticos pasan a un segundo plano y sus experiencias solo se reconocen cuando
al llegar a la adultez logran tomar la palabra como “grandes” para buscar a sus
padres perdidos entre esas caricias tempranas y las imágenes de los diarios.
Pero ¿dónde quedó ese amor? Las caricaturas que la dictadura
propagó, para difamar a los militantes de la resistencia, no ayudan a
encontrarlo: militantes desalmados que exponían sus familias, gente
inconsciente que no quería a sus hijos, promiscuos, desleales, etc.
La dictadura de Pinochet no se ahorró epítetos para
calificar a esos padres, obligando a los niños a construir una verdad paralela
desde otros lugares, otras referencias, otras formas de familia.
Germán por ejemplo, entrevistado por Augusto Góngora a los
13 años decía: “Cuando era más niño no entendía porqué lo habían matado solo
por pensar distinto. Yo no puedo meterme esto en la cabeza, todavía”.
(Documental Los niños prohibidos, 1986)
Ninguna respuesta es suficiente en esos casos, su padre no
era eso que la Dictadura decía, ni merecía el espantoso castigo que se le había
dado. Pero tampoco la respuesta de la inmensa familia de DD.HH que lo
acompañaban servía.
Y es que no se puede matar a alguien “por lo que piensa” y
eso “hasta” un niño lo sabe. Te pueden matar por lo que dices, por lo que
haces, por lo que estás construyendo, pero ese eufemismo tan propio de nuestra
sociedad es incomprensible y Germán lo demuestra impecablemente.
No, a Carlos Berger no lo mataron por sus ideas, lo mataron
porque hacía lo que pensaba, con compromiso, con decisión y también con amor. Y
dentro de ese proyecto político (el de una sociedad nueva) Germán también tenía
un espacio, porque al final de todo, las familias filian en más cosas que en lo
consanguíneo.
Tener hijos muchas veces implica enfrentar una pregunta que
es eminentemente política. ¿En qué se va a convertir esta sociedad?, ¿Es ésta
la sociedad que dejaremos para que nuestros hijos la habiten? En este diálogo
los hijos, muchas veces, se transforman en motor, en pregunta y en mandato.
Asimismo, a Germán Berger la paternidad lo empujó a buscar a
Carlos: “Después que nacieron mis hijos tu fantasma creció. Ahora sabía cómo tú
me habías querido a mí. Ahora sabía qué era ser padre. Yo soy tu hijo Germán,
el mismo niño que tomaba la papa a las 5 de la mañana entre tus brazos.” (Carta
de Germán Berger a Carlos Berger, leída durante el documental “Mi vida con
Carlos” 2008)
¿Pero dónde quedó ese amor? Está aquí todavía, entre los
tuyos y los nuestros, estaba en la complicidad de los adultos que limpiaban,
cocinaban y luchaban, que marchaban, que se organizaban, que llegaban tarde a
aprender/enseñar tablas de multiplicar o a esconder huevos de pascua (aún
cuando no fueran creyentes).
Ahí, en los intentos de proteger, a veces vanos. Y en todos
los actos que hacemos para transmitir la conciencia, la memoria y el nunca más.
Ahí está recreándose ese amor cada vez en todos los hijos.
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