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lunes, 6 de junio de 2011

Perú: Un gobierno de concertación nacional

Por Roberto Mejía Alarcón
Director de Crónica Viva de Lima

Viene un tiempo nuevo. El de la concertación nacional. Lo que significa que desde ya, el pueblo peruano debe prepararse para entregar toda la suma de sus fuerzas y voluntades, hasta lograr ese viejo sueño de una sociedad fraterna, donde el disfrute del bien común sea un derecho de todos, absolutamente de todos. La democracia participativa puede eso y mucho más.

En sus primeras palabras, dirigidas a la ciudadanía que le ha dado el mandato de dirigir los destinos de la nación, a partir del 28 de julio próximo, el Presidente Electo, Ollanta Humala, ha tenido la grandeza de anunciar ese irrenunciable propósito. Su compromiso debe ser recibido, en consecuencia, como un gesto elocuente de amor a la patria y a su gente, sin odios y sin rencores. Un compromiso que va más allá de lo esperado y que lo muestra con el perfil del estadista que, en la medida en que cumpla con su palabra, tendrá el honor de escribir las nuevas páginas de la grandeza de nuestra historia.

¿Será cierto esto o todo quedará en una utopía? En las expresiones iniciales de lo que será su gobierno, Ollanta Humala está convencido que es una posibilidad que tiene fundamento serio. Lo reiteró luego en la vieja plaza 2 de Mayo, escenario de épicas concentraciones de trabajadores. Con un verbo elocuente rompió con fetichismos y negros augurios ante miles de personas que esperaron pacientemente su llegada, en tanto el Oficina Nacional de Procesos Electorales -ONPE- demoraba en dar cuenta de sus proyecciones en el conteo de votos a nivel nacional.

Tan enfático fue que, honestamente, creo que ha logrado abrir un espacio distinto al que se preveía. La enumeración de lo que piensa hacer, en ese afán de darle vida a la concertación, se pudo apreciar que el mismo se sustenta en un humanismo integral, dotado de aquellos principios de integralidad, solidaridad y subsidiaridad, que aunque no los citó textualmente, deben ser los dínamos de su futura gestión gubernamental.

Pero al margen de opiniones personales, pienso que a partir del momento en que manifestó su vocación de gobernar para todos los peruanos y promover entre ellos los beneficios del trabajo, de la salud y de la educación, se estaba refiriendo a la integralidad de una acción política y social, donde no habrá lugar para las exclusiones. Del mismo modo, cuando señaló el rumbo a seguir para que el país recupere el sentimiento de hermandad, estoy convencido que hacía alusión a la necesidad de hacer de la solidaridad, no una palabra hueca, sino más bien una práctica diaria de la inclusión ciudadana. Y en el instante en que mencionó la decisión de ir con los recursos económicos del fisco, hacia aquellos espacios territoriales, no ocupados por la inversión privada, Humala evidenció su propósito de hacer trabajar el dinero del Estado en forma subsidiaria.

¿La convocatoria habrá logrado sintonía entre todos los peruanos? Es posible que no. Las reacciones de algunos políticos que juegan a la oposición anticipada, comentaristas exageradamente parcializados y conductores poco preparados para participar de los programas políticos domingueros, así lo indican. Pero eso no tiene más trascendencia que lo anecdótico. La mayoría de la gente lo ha entendido y eso se advirtió a través de las redes sociales, incluyendo aquellas que tienen extendidas la prensa impresa y la prensa virtual que, aun en el mismo día de la votación, se las ingeniaron para favorecer, en forma frustrada, a quien gozaba de sus preferencias.

El Presidente Electo ha sido rotundo en su convocatoria. La concertación nacional estará abierta a todos los sectores de la sociedad civil. El objetivo es encontrar la mejor manera de gobernar para todos, continuar con todo lo bueno en cuanto a crecimiento económico, en tanto el mismo sea el motor que se requiere para acabar con la pobreza de millones de compatriotas. Pero, además, es indispensable, como bien dijo, para acabar de raíz con esos grandes males que afectan al país: el narcotráfico, la corrupción, el terrorismo y la inseguridad ciudadana.

¿Habrá posibilidad para ese reencuentro entre peruanos de buena voluntad? Quizá podríamos pecar de ingenuos. Pero nada se pierde con soñar. Primero el Nobel Mario Vargas Llosa y luego el ex Presidente Alejandro Toledo, entre muchos otros peruanos de arriba y de abajo, por citar una frase, han demostrado que sí se puede. El resultado está a la vista. El propio Ollanta Humala es ejemplo de tan nueva experiencia, acogiendo ideas distintas e integrando en su programa de trabajo gubernamental a economistas, políticos, líderes sociales que, hasta ayer nomás, estaban en la acera de enfrente. Falta eso sí, que otras mentes lúcidas se adhieran al proyecto, no para forjar un solo pensamiento, sino más bien para consensuar todo aquello que es indispensable para el desarrollo, del avance político, económico y social de un Perú que hace muchísimos años debió haber terminado con esa negra leyenda de "país mendigo sentado en un banco de oro".

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