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viernes, 19 de mayo de 2017


PEÑA Y GUILLIER: UN ANÁLISIS DE CONCEPTOS

Por Héctor Toledo Nickels
Don Carlos Peña columnista del Mercurio, titula “Guillier y la utopía tonta”, un insulto gratuito y poco inteligente, ya que la etimología describe: U = ninguno; Topus=lugar. Utopía no tiene lugar en el espacio ni en el tiempo: Lo que no existe. Ergo, lo que no existe no puede ser ni inteligente ni tonto; ni blanco ni negro; ni grande ni chico. Porque NO es un sustantivo al que se le pueda adscribir un adjetivo. Y “tonto” es entonces, un adjetivo que se devuelve a su dueño, al señor Peña.
Agrega don Carlos que Guillier es intelectualmente confuso.
Confusión es un enredo de conceptos sin orden y coherencia. Y Don Carlos está seguro que hay confusión en toda candidatura INDEPENDIENTE apoyada por partidos. Pero no analiza su hipótesis, sólo se encarniza con Alejandro Guillier. ¿Pero no es esa la misma condición de Osandón, de Piñera, de la Señora Sánchez, del académico Mayol? No es entonces un análisis, es simplemente un ataque personal…Está confundido Don Carlos…
Confusión es también no saber distinguir realidades. Sin embargo, Don Alejandro Guillier desde el primer día, ha sido nítido en graficar la realidad cotidiana de los chilenos agobiados por el centralismo, y la realidad kafkiana de la política del cuarto oscuro en que se mueven las cúpulas partidarias. Ha sido también muy nítido en distinguir la necesidad de las Reformas educacional, laboral, tributaria y también la necesaria eficiencia en su implementación. El candidato independiente también ha sido claro en distinguir los métodos seudo técnicos de las cúpulas en elaboración de programas, y por otra parte, la sabiduría irredargüible  de las comunidades laborales, barriales, campesinas para diagnosticar con realismo sus problemas, sus soluciones y sus proyecciones. Ha sido también muy claro a enfrentar al candidato de la especulación, y a toda forma de corrupción, esté donde esté.
A don Carlos le encanta abrir paréntesis filosóficos en sus escritos (correctos, la mayor parte del tiempo) Pero, ahora con honestidad, deberá reconocer que Guillier como Descartes, ha emitido en estas materias sustantivas conceptos muy “claros y distintos”. Y esa es la fuente de la empatía del candidato con la ciudadanía.
Sin embargo en este malhadado artículo, don Carlos le endilga a Guillier el mote de populismo, palabrota indigna de un filósofo, porque fuera de sus fonemas, no tiene significado conceptual ni real. No, la sintonía con las mayorías nacionales es democracia efectiva en el origen de la candidatura y del programa. Y mañana esa misma metodología, será gestión transparente del Estado.
Don Carlos le reconoce que Alejandro Guillier tiene liderazgo carismático y popularidad. Lo hace a regañadientes, pero agrega –como escupitajos – los adjetivos de “transitorio” e “hipnótico”. Pudo haber agregado, para ser verdadero: Liderazgo ético, honesto, sencillo, serio, convocante, abierto, valiente, generoso, tolerante, austero, auténtico. Porque esa es la percepción del pueblo que se traduce en popularidad y carisma.
Dice Don Carlos: “¿Acaso es deseable repetir la retórica de la ciudadanía para ocultar la ausencia de ideas y envolver diagnósticos errados?”
¿Quién está confundido? Porque cuando se elabora cualquier diagnóstico hay ideas que evalúan la realidad, que explican sus causas, que describen sus procesos, que rediseñan sus estructuras y funciones para lograr objetivos. Aunque sean errados, un diagnóstico es un sistema de ideas. Pero Don Carlos afirma “la ausencia de ideas” como premisa mayor. ¿Alguien sin ideas, puede hacer diagnósticos?...Si de confusión se trata, habrá que hacer algo “con la viga en el ojo propio”….¿O no?
En general don Carlos es un analista culto y lógico, pero esta vez descentrado de la Razón y llevado por una extraña odiosidad personal, se disparó grotescamente en el propio pié.
Me recuerdo que con esta misma lógica y en ese mismo diario se disparaban como peñascos (¿coincidencia con Peña?) contra Eduardo Frei Montalva:” confuso”, “utópico”, “comunista con escapulario”, “vago de ideas”, “inexperto”, “ambiguo”, “demagogo”, “indefinido”, “oportunista”, “vacilante” etc. Y hoy, nacional e internacionalmente es sin duda el más grande de nuestros estadistas.
Don Carlos gusta (con gracia en general) de las locuciones latinas y griegas. Vaya esta de Juvenal: Facit indignatio versum (La indignación hace brotar los versos) Pero cuando la indignatio no es una noble reacción frente a la maldad, sino pura odiosidad personal, obtusa y torpe, no brotan los versos, sólo se vomitan ácidas y malolientes diatribas.
Don Carlos tiene profundamente confundida el ánima.

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