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miércoles, 2 de noviembre de 2011

LOS EQUILIBRIOS MACROECONÓMICOS: UNA MENTIRILLA MÁS

Por Hugo Latorre Fuenzalida

El presidente Piñera en un discurso emitido en Uruguay, y a raíz de las manifestaciones de los estudiantes charrúas en apoyo a los estudiantes chilenos, manifestó que todos quisiéramos una educación gratis, pero no se puede en Chile, pues mantener los equilibrios macroeconómicos exige acotar el gasto público.

Estas cosas las dice el Presidente y la derecha chilena con una tranquilidad y soltura de cuerpo que abisma. Nadie medianamente culto en economía puede soltar una simpleza así sin tener muy buenos argumentos, que en el caso del presidente Piñera no se vislumbran por ninguna parte.

¿Cómo en un país donde se subsidia por distintos medios a los empresarios poderosos con más de 1500 millones de dólares cada año, bajo la disculpa de ser un incentivo a la inversión; que además se evaden más de 3.500 millones de dólares cada año en pagos de impuestos y se eluden tributos por otro monto similar, amén de que la ley tributaria chilena autoriza ejercicios de “creatividad tributaria” que hace que las grandes ganancia no paguen prácticamente nada de impuesto, el Presidente se atreva a decir que por mantener los equilibrios macroeconómicos no se puede conceder gratuidad en la educación?

¿Acaso el Presidente no sabe que todos los empresarios de Chile contribuyen con no más del 3% del ingreso del fisco? El grueso del ingreso del estado está financiado por el IVA, ese que tampoco pagan los empresarios (60%), Codelco aporta casi un 20% y el resto por impuestos diversos específicos (cigarrillos, licores, documentos, etc.) más impuestos por importaciones y exportaciones y global complementario, que fundamentalmente lo pagan los asalariados.

Entonces, queda muy claro que para reunir los 4.000 millones de dólares que costaría una educación gratuita y otros dos mil millones de dólares que costaría en invertir para hacerla de calidad, tendríamos que simplemente ajustar las exigencias sobre exenciones tributarias (1500 millones de dólares), estímulos perversos e innecesarios (700 millones de dólares), elusión tributaria (3.500 millones de dólares) y subir la tributación a las empresas mineras privadas hasta un tributo por venta del 35% efectivo a precios internacionales promedios del año para obtener unos recursos suficientes para financiar sin generar déficit fiscal la educación pública y parte de la recuperación de la salud pública, hoy por hoy cada vez más mercantilizada e insuficiente.

No hablo de subir los impuestos a las empresas, sino de evitar la perversión de una ley que traslada la tributación efectiva al distribuir las ganancias a los capitalistas, cosa que no hacen, sino que se transfiere a las sociedades de inversión donde se ejerce la “ingeniería tributaria”, capaz de esfumar toda carga de impuestos en bicicletas y “agujeros negros” que todo se lo tragan, tal cual acontece con las “empresas espejos” del sector universitario.

También se puede cambiar la tributación en el extranjero que hacen la mayoría de las empresas europeas instaladas en Chile y la inscripción en paraísos fiscales de empresas de chilenos, justamente para no tributar en Chile.

¿Entonces, tenemos o no tenemos fórmulas para recuperar esa sangría de dinero que no está llegando a manos del Fisco, y que se elude o evade por desidia o complicidad de toda la plana política que ha gobernado a Chile los últimos 38 años?

De hecho, el Estado tiene como presupuesto fiscal apenas el 19% del PIB (unos 38.000 millones de dólares, contra casi 200.000 millones de dólares del PIB), de los cuales sólo Codelco aporta unos 8.000 millones de dólares, es decir casi el 20 % de ese presupuesto del Fisco.

Lo que viene sucediendo, entonces, es que la clase política está convencida que un país de desarrollo mediano se puede sostener sin cargar a los que más ganan para financiar las exigencias de un desarrollo más exigente. Más aún, creen firmemente que el estado no debe tener actividad económica alguna, lo que contradice todas las teorías y experiencias de los países que se han desarrollado en el planeta Tierra, anulando una vertiente tremendamente potente y necesaria para las sinergias del crecimiento, como es el sector público de la economía.

Argumentan nuestros ideólogos de la derecha y la Concertación (hasta hace poco), que la crisis de los países de Europa se debe a que vivieron gastando más allá de lo que sus economías autorizan, entonces, ergo, Chile no debe seguir ese mal ejemplo, debe cuidar sus equilibrios macroeconómicos y restringir o disciplinar el gasto.

Los países de Europa que están en problemas, son los que aplicaron economías de crecimiento y no de desarrollo, tal cual lo ha hecho el modelo chileno. No han generado sectores industriales realmente competitivos, sino desarrollos financieros e inmobiliarios. Sus economías eran dependiente de los países efectivamente industriales de Europa: Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, etc., tal cual nosotros somos dependientes del boom minero.

Si a nosotros nos quitan el ingreso del cobre, entramos en un ciclo de déficit igualmente peligroso que el de los países de la periferia europea; así de frágil es nuestro modelo, justamente porque tampoco hemos forjado una economía de producción industrial (con valor agregado y empleos efectivos), si no que nuestra estrategia es de “crecimiento”, pero un crecimiento deformador, empobrecedor, monstruoide, que nos desfigura, con una cabeza enorme y un cuerpo raquítico.

Tenemos de momento los recursos y excedentes económicos para financiar un gasto social de “puesta al día” dentro de lo que se entiende como normal en nuestra fase de desarrollo. No tenemos necesidad de crear déficit ni alterar los equilibrios macroeconómicos, como sostiene Piñera y sus seguidores, pues basta con cobrar lo básico que hoy no se paga y sobra dinero para esos gastos de educación y salud.

Chile tiene mucho que corregir y cambiar en el funcionamiento del Estado, pero la principal falencia no está en lo que hace el estado, sino en lo que deja de hacer.

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