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miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL PENSAMIENTO DE LA DERECHA - ESCRIBE HUGO LATORRE


Por Hugo Latorre Fuenzalida

¿Cómo abordar el pensamiento de la derecha?

No es tarea fácil, ni sociológicamente ni en lo psicológico, tampoco en la clasificación y la tipología del hombre de derechas; porque finalmente la derecha está formada por personas de carne y hueso, fulanos y menganos que tienen su historia y su ubicación en el espacio y transitan por el tiempo.

Si se desea intentarlo desde la perspectiva psicológica, hay para escarbar bastante, como para armar tratados; en la parte sociológica puede ser más simple, pues se concentran por mayorías bastante coherentes y definidas.

También el pensamiento de la derecha carga con un problema cultural, que es bastante poblado de matices.

Pero tratemos de conformarnos con una primera impresión respecto de nuestras derechas; que en verdad son varias derechas.

El pensamiento de la derecha es esencialmente dominador, hacia lo interno, y sumiso hacia el más poderoso, obviamente externo. Su veneración al poder le lleva a actuar en ese mundo dual.

Como toda mentalidad reverencial al poder, es por definición autoritaria. Para ejercer autoridad se debe tener estamentos dominados o sometidos a su autoridad, por tanto gustan de las segmentaciones (dominador-dominado). De ello se deduce que no creen en las estructuras horizontales, es decir con expansivas fuerzas de igualación democrática.

Las derechas que poseen un ingrediente religioso, suelen segmentar de manera heterónoma, es decir postulan y justifican sus posturas desde una autoridad superior, es decir que Dios divide al mundo entre seres privilegiados y seres que son, por fatalidad, vulgares parias. Ellos son, indudablemente “hijos privilegiados de Dios” y cargan con el mandato divino de la paternidad caritativa para con el resto de los “comunes” o “intocables”.

La derecha puede ser en algunas oportunidades de corte liberal, es decir abierta a ciertos derechos y cierto progreso de las comunidades que buscan espacios de progreso o superación; pero esa apariencia de apertura y liberalismo se tolera siempre que el segmento afincado en el poder no se vea perjudicado en sus intereses y controles efectivos. Cuando menos debe ser una resultante de suma cero del poder, nunca una pérdida. Si ello llega a acontecer, entonces rápidamente se quitan la piel liberal y asoma la fiera más engrifada.

En tiempos de tibieza económica o cultural, la derecha puede adoptar posturas bastante tolerantes y de integración, puesto que la abundancia de ese momento permite compartir ciertas migajas sin arriesgar su jerarquía o posición. En todo caso la derecha sabe que incluso asumiendo las bondades de repartir riqueza, son ellos mismos los que terminan ganando un plus mayor, por la simple lógica del circuito acumulativo final.

Pero cuando asoman las crisis de estrechez, entonces esa bondad que apenas se insinuaba, se revierte rápidamente en adusto ceño y voluntad indoblegable para disciplinar al rebelde levantisco y hacer pagar las costas de la crisis a quienes menos defensas tienen.

Ellos creen firmemente en su superioridad y en los derechos irrenunciables que les otorga esa jerarquía.

Se sienten ética, moral, racial y culturalmente superiores, por tanto su intelecto es también superior, y es esa superioridad biológica la que impone legitimidad a su mandato.

Por tanto, sus “verdades”, al ser refrendadas por una razón natural, son inobjetables; no son tema a discutir….simplemente son. Eso hace que su intolerancia y desprecio del espíritu democrático sea tan profunda y tan recurrente. No creen en nada más que en ellos. Es una especie de cartesianismo desvirtuado, pues el “yo pienso” se hace restrictivo a su clase, lo que deja fuera toda posibilidad de razón lo que no se instala en su ámbito social. Por eso las derechas tienden (todas) a una especie de totalismo, pero excluyente, a una especie de fanatismo indeleble, que puede maquillarse de un discurso superficialmente tolerante, pero será sólo apariencia y circunstancial conveniencia. Cuando se deba buscar definiciones, la cabra tirará invariablemente al monte, es decir al autoritarismo represivo e intolerante.

Ellos son proclives a resaltar las virtudes del mercado, como el león promueve la libertad de caza; es decir, siempre y cuando se dé en su reino, donde ellos juegan el rol de “cabeza de león”.

Poseen una visión patológicamente estrecha, es decir en túnel. Por eso entienden que un país progresa sólo si ellos progresan; un país o sociedad está normal sólo si nadie les cuestiona. Ellos sienten que no son dignos de coartación, control o supervisión., pues son moralmente superiores.

La moral de la derecha es ambivalente, pues son capaces de una espiritualidad privada, unido a un materialismo furioso e impenitente en lo social; pueden armonizar en su psiquis un amor filial casi tierno, con una indiferencia perversa ante el dolor de sus semejantes.

Ellos dicen no gustar de los postulados ideológicos; eso lo consideran propio de los populismos decadentes. Sostiene una vocación pragmática; sin embargo toda su visión y acción ante el mundo está impregnada de una intransable convicción ideológica. Incluso se presentan como políticamente independientes, ajenos a esas ideas sociales con los que los demagogos seducen al pueblo. Sin embargo todos sus postulados son simple armazón metafísica; nada es real, nada es comprobable; es pura y simple especulación teórica. Sus certezas no son científicas, sus axiomas se desplazan a un origen indescifrable y sus resultados son tan acotados, que no pueden representar ni una milésima de la realidad verdadera.

Pero este pensamiento tiende por totalista a ser totalitario; por simplista a ser categórico y por lo irrealista a ser inapelable.

Entonces, tenemos un problema serio con la derecha: no puede ser realmente democrática y nuestra sociedad lo quiere ser; no puede dejar ser al pueblo, y el pueblo quiere ser protagonista; no puede abrir espacios de libertad, pues es profundamente autoritaria; no puede avanzar en igualdad y Chile requiere de justicia básica; no pueden evitar la represión y el pueblo no desea más castigos.

Entonces, a esperar que termine su período, y a “desalojar”, para poder abrir otro capítulo de nuestra historia.

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