Europa ha decidido activar y acelerar las defensas para proteger el euro. Los principales líderes de la zona euro, al margen ayer de la cumbre del G-20 en Cannes, decidieron activar rápidamente todas las defensas posibles para evitar que una eventual bancarrota griega –y, acaso, la salida del país de la zona euro– se contagie al resto del continente y la crisis de la deuda soberana ataque a los países más vulnerables, como España o Italia.
El principal instrumento de este "cortafuegos", como lo definió un miembro de le delegación española, es la activación inmediata del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), con una capacidad teórica de un billón de euros, que podría adoptar la forma jurídica de una agencia de financiación. El Fondo debería asegurar la compra de deuda en los mercados secundarios, ayudar a la recapitalización de los bancos europeos cuando resulte necesario y, en caso extremo, la concesión especial de créditos para cubrir problemas de liquidez.
La cumbre del G-20, más allá de su apretada y ambiciosa agenda, se inició inevitablemente centrada en la nueva crisis de la zona euro, desencadenada por la inopinada decisión del primer ministro griego, Giorgos Papandreu, de someter a referéndum el plan de salvamento acordado el pasado 27 de octubre en Bruselas, y la fase de incertidumbre e inestabilidad política que esta controvertida iniciativa ha abierto en la propia Grecia. El temor es que la crisis se extienda y termine arrastrando a toda la economía mundial.
"La tarea más importante del G-20 en los próximos días es resolver la crisis en Europa", subrayó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tras su llegada a Cannes, donde mantuvo encuentros bilaterales con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel. "Es a Europa a la que le toca arreglar el problema de la deuda europea", alegó por su parte el presidente chino, Hu Jinato, que el miércoles por la noche cenó con su homólogo francés.
El ultimátum lanzado a Grecia la víspera por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional(FMI), con la congelación de toda nueva ayuda internacional –de entrada, los 8.000 millones de euros que debía recibir este mismo mes de noviembre– y la amenaza de una salida forzosa de la zona euro, ha conseguido desestabilizar al Gobierno griego y podría quizá acabar forzando la marcha atrás de Atenas. Pero el grado de incertidumbre es en estos momentos elevadísimo, y aún en el caso de que Grecia diera un nuevo giro, difícilmente eso podría devolver automáticamente la confianza a los mercados.
Nicolas Sarkozy y Angela Merkel decidieron ya en la noche del miércoles acelerar la puesta en práctica de los acuerdos de Bruselas. Con este propósito se reunieron ayer, en una mini-cumbre extraordinaria, con el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi –mandatarios de los otros dos países de la zona euro que forman parte del G-20–, así como con los presidentes del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y la directora general del FMI, Christine Lagarde.
Durante la reunión, que se prolongó algo más de hora y media –con continuas interrupciones, a medida que iban llegando nuevas noticias desde Atenas–, los dirigentes europeos abordaron la cambiante situación en Grecia y la manera de afrontar sus consecuencias inmediatas, con el fin de garantizar la estabilidad de la zona euro. El encuentro pretendía, antes que nada, articular una posición común cara a la cumbre del G-20, en la que los europeos están obligados a rendir cuentas.
La Vanguardia de Barcelona
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