Por Walter Krohne
Cuando las cosas en Chile no funcionan, los dirigentes políticos recurren a las más diversas artimañas para explicar y soslayar todo tipo de responsabilidades, como la sorpresiva salida que tuvo la última semana el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, quien, al referirse a las bombas que han explotado en distintos puntos de Santiago y del país, acusó a la izquierda de “"tener una valoración distinta de la seguridad pública que la que tienen el Gobierno y la mayoría de los chilenos".
Es decir, el ministro nos trasmitió el mensaje de que los responsables de todos los desmanes es gente de orientación izquierdista, descartando, sin ninguna investigación seria, a todos los demás sectores del pensamiento nacional o a movimientos que puedan estar infiltrados en las mismas filas del aparato de seguridad nacional.
Lo cierto, es que este tipo de violencia surge como consecuencia de un sistema que no le da oportunidades a la gente para que pueda abrir las puertas del enredado puzle burocrático, con el fin de intentar al menos resolver algunos de los problemas cotidianos que afectan a toda sociedad en crisis como la chilena. Las bombas no sólo han sido históricamente utilizadas por la izquierda sino también por la derecha, lo que significa que acusaciones de este tipo pueden ir totalmente en contra del objetivo del Gobierno que debería ser el de la paz social, como suponemos.
No cabe la menor duda que la chilena es una sociedad con graves problemas, aunque las cifras del Banco Central nos hablen hoy que la economía chilena registró una expansión de 5,7% durante septiembre en comparación con igual mes del año anterior, superando todas las expectativas del mercado.
Para los “macroeconómicos”, que son los que venden “nuestro capitalismo exitoso” afuera en los grandes foros internacionales, el resultado es loable, pero no es así para el trabajador y el ciudadano común que diariamente tiene problemas graves, como vivir hacinado en poblaciones periféricas al borde de la pobreza o en la pobreza misma, con largas listas de espera para ser operado o sin seguridades médica, endeudados, maltratados en muchas empresas que no entregan a su personal ningún incentivo o se les impide formar sindicatos, con una lucha diaria para poder movilizarse cada mañana desde su casa al trabajo, sin ninguna seguridad laboral o subsidio de desempleo que hace vivir a la gente permanentemente en ascuas. Ya ni vale la pena insistir en los abusos descarados de los bancos y del sistema financiero en general.
La lista de problemas de esta sociedad en crisis es mucho más larga y engorrosa sobre los cuales los políticos de todas las tendencias hablan y han hablado siempre, pero ninguno ha hecho nada para resolverlos, porque ciertamente hay muchos intereses creados que impiden a los parlamentarios, con ingresos de hasta 35 millones de pesos mensuales (US$ 70.000) en algunos casos (en promedio se estima el ingreso de un trabajador en Chile es de entre 400 y 500 pesos - entre US$ 800 y US$ 1.000), atacar el meollo del problema.
¿Qué le dice a un chileno frustrado por la realidad descrita que se haya registrado un crecimiento de 5,7%? ¿Qué beneficio directo recibe este chileno que está con el agua al cuello?
El problema educacional, con ya siete meses de movilizaciones, ha sido planteado por los mismos estudiantes y no por los políticos, ni los empresarios ni tampoco por el Gobierno. Fueron los estudiantes los que han movilizados a la población adulta formada por trabajadores, profesionales, gente de la clase media, dueñas de casa y jubilados y los han invitado a sus marchas en Santiago y en Regiones. Hoy vemos una gran masa humana en las calles pidiendo un cambio, no sólo educacional, sino que ya se demanda también una reforma profunda del Estado chileno. Esto involucra desde una nueva Constitución hasta una amplia reforma tributaria, dos puntos tremendamente sensibles porque afectan a los dueños del capital, cuyos representantes crearon en la dictadura todo un sistema de protección para enriquecerse, vigente hasta el día de hoy.
Esta masa humana que pide cambios no está formada sólo por izquierdistas sino por los llamados indignados que ven cómo hay gente en este país que gana sumas inimaginables y otras que viven en el endeudamiento o en la pobreza. Es el tema de siempre: La mala distribución del ingreso.
Pero el ministro insiste: “Hay quienes en la izquierda de la Concertación plantean objeciones, reparos, dificultades, porque no quieren una ley contra los encapuchados. No quieren una ley en contra los saqueos o al menos quieren hacerle la vida difícil a ese proyecto de ley".
Lo curioso es que reiterativamente se ha denunciado por la prensa y dirigentes políticos de la oposición que habría encapuchados infiltrados dentro de las mismas fuerzas de seguridad, registrándose el caso de un carabinero que participó en una marcha estudiantil en Valparaíso y que debió ingresar al edificio del Congreso Nacional con su rostro cubierto para pedir auxilio en la guardia policial, señalándose posteriormente que el encapuchado era un funcionario civil que cumplía labores de "inteligencia". Hay muchas denuncias que deben aclararse como aquellas que acusan a Carabineros de haber lanzado a las marchas bombas lacrimógenas desde helicópteros o la participación de funcionarios de Carabineros infiltrados con cédulas de identidad falsas.
En una edición del programa “En la mira” de Chilevisión se reveló con imágenes, en julio pasado, la protección que Carabineros les daba en las marchas a encapuchados “infiltrados” que resultaron afectados por los gases lacrimógenos.
Entonces... ¿en qué quedamos Sr. Ministro?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario