Por Hernán Lillo Nilo (*)
.
Recién durante el largo fin de semana, de dolor para muchos conciudadanos por el tremendamente trágico problema de otro de los insolucionables problemas del país, las muertes en carreteras, decidimos con el grupo familiar abandonar por algunas horas la atochada ciudad de Viña del Mar, aprovechando además el hermoso día Sábado. Aprovecharíamos, además aliviar algo nuestros bolsillos con algunas adquisiciones de frutas y legumbres. Nos dirigimos a la cordillera andina de nuestra región.
Hicimos un plan estratégico para economía financiera en peajes.
Gozamos del nuevo sector de la carretera, del aire puro y su oxígeno, del paisaje. Les hablamos a los nietos de la iglesia de Curimón, de la leyenda del salto del soldado, de que en la construcción del camino había participado como constructor un queridísimo amigo nuestro que ellos conocían. En fin un interesante viaje. Nuestra meta era que los nietos gozaran del hermoso y majestuoso espectáculo de la nieve y la cordillera, algunos ya expertos y otros principiantes. Yo con mi esposa, viejos esquiadores, deseábamos añorar experiencias ya no repetibles.
Todo bien hasta que terminada de avanzar las 19 curvas nos encontramos con la enorme sorpresa. Sorpresivamente obstruían el camino dos o tres improvisadas casuchas, con letreros que avisaban el pago de peaje, nada menos que de $ 3.600, con un funcionario mal presentado, de mal talante y modales, tal vez de mal sueldo. Ya no quedaba otra alternativa que cancelar esta suma para lograr el objetivo final. Peaje a cancelar a todos los que como nosotros llevaban a sus grupos familiares, especialmente niños, a conocer el majestuoso espectáculo natural de la laguna del Inca, de las Tres Hermanas, de la piedra de Jack, el Hotel de Portillo y practicar con alegría pequeños deslizamientos artesanales.
Nos preguntamos la racionalidad de este peaje y si también lo habrían tenido que cancelar los sacrificados hinchas que viajaron a apoyar a la “roja de todos”. El costo de peajes hasta llegar a este objetivo ya es alto por sí, para el gran porcentaje de la clase media, considerando además, la reiterativa alza del combustible.
Desde mi época de juventud, en mi calidad de esquiador, que subía en camiones a Farellones, pensé que este deporte debería tener la calidad de popular, por la cercanía de las canchas, la fabricación nacional de esquíes y calzado especial de buena calidad, que muchos esquiadores extranjeros se llevaban a sus países.
Esta es una demostración más del criterio de los responsables nacionales del desarrollo de nuestro turismo y las facilidades para la inmensa mayoría de los ciudadanos.
¿Es esta la economía social de mercado o el mejor aprovechamiento del actualizado lucro?
(*) Doctor en medicina. Reside en Viña del Mar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario