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lunes, 19 de septiembre de 2011

El post conflicto en Libia

Por Ricardo Martínez Isidoro
Grupo Atenea

El avance final

La toma de Trípoli y de los principales sistemas superiores de mando y control libios es interpretada como un factor muy indicativo del fin próximo de las hostilidades en el país norteafricano, y de la consecución de los objetivos militares de la oposición al régimen de Gadafi. Se puede admitir que la fase de intervención en el conflicto libio está a punto de culminar con una victoria de los rebeldes, coordinados por el denominado Consejo Nacional de Transición (CNT), aunque todavía queden algunos bastiones leales al dictador y éste esté en paradero desconocido.

La intervención en Libia, que será seguida por una fase de estabilización para conseguir la necesaria seguridad general en el país, ha sido compleja y doctrinalmente inusual, si se compara con otras operaciones recientes en teatros de operaciones conocidos, como Irak, Kosovo e incluso Afganistán.

En Libia se ha producido una intervención humanitaria para proteger a la población de las exacciones del coronel Gadafi, como consecuencia de la represión realizada contra el denominado bando rebelde. La ausencia de un objetivo político militar tangible para apuntar las operaciones de la OTAN, organización designada para coordinar el esfuerzo militar de la coalición, creada para cumplir el mandato de la Resolución 1.973 del Consejo de Seguridad de la ONU, ha forzado a que sea el derrocamiento y la detención del dictador el objetivo político implícito de todos, tanto de la organización atlántica como de la oposición reprimida y victoriosa.

Si bien la intervención terrestre de la OTAN estaba especialmente descartada en la Resolución de la ONU, es necesario apuntar que no han sido solo las acciones aéreas y navales de la Alianza las que han conseguido las victorias militares sino, sobretodo, las operaciones llevadas a cabo por los rebeldes al régimen del coronel, con sus tácticas poco rigurosas pero efectivas que, a modo de fuerzas terrestres, se han coordinado con el esfuerzo aéreo aliado, dedicado a superioridad aérea (en la que ha participado España), interdicción y apoyo aéreo próximo, a través de asesores militares infiltrados por las fuerzas especiales y los órganos de acción de los servicios de inteligencia, emulando el conocido combate aeroterrestre; ya en Afganistán, en los primeros momentos de la intervención norteamericana (Libertad Duradera) se empleó esta modalidad basada en un gran esfuerzo aéreo norteamericano y el empleo de efectivos afganos organizados a través de los llamados "señores de la guerra".

El caos en Trípoli
De lo que no cabe la menor duda es de que en breve plazo comenzará la verdadera fase definitiva, la estabilización, donde deben ponerse en marcha las condiciones de funcionamiento de Libia para que sea un país seguro, con la igualdad de oportunidades que desean los que han combatido al régimen imperante y con una forma de gobierno que sea capaz de ofrecer alguna de las características de la democracia adaptadas a la idiosincrasia libia.

La lucha entre el régimen de Gadafi y la oposición armada ha destruido zonas importantes de las principales ciudades, escindido la población en al menos dos bandos, dañando importantes instalaciones portuarias, anulado sus Fuerzas Armadas y las principales infraestructuras de la defensa, dispersado a sus Fuerzas de Seguridad, y lo que es más definitivo, transformado dichosamente su forma de vida oficial.

Mustafa Abdul Jalil, Presidente del CNT.
Es necesario admitir, no obstante, que el CNT está exhibiendo desde los primeros momentos una buena planificación de su estabilización, en materia electoral, constitucional, económica, etc., aunque el trabajo es también arduo en este sentido dadas las carencias democráticas de la época vivida bajo Gadafi.

No existen partidos políticos, la propia composición de los rebeldes es enormemente heterogénea, la inexistencia de órganos y comisiones electorales, la sombra del islamismo radical siempre presente como formaciones más organizadas, la preeminencia del factor tribal y, sobre todo, la necesidad de integrar a los antiguos enemigos, los partidarios del coronel, para no cometer conocidos errores frecuentes en materia de organización del post-conflicto, como en IRAK; lo que parece evidente es que se está siguiendo el viejo adagio de la estabilización, que indica que esta funcionará mejor si está preparada antes de que finalice la intervención.

Las buenas maneras de que hace gala el CNT, previendo procesos e instituciones, cuando todavía no se han culminado las operaciones, es motivo suficiente para estimar que, muy probablemente, Francia está apoyando conceptualmente el proceso de planificación de la estabilización de Libia, con el gran acervo doctrinal que al respecto posee el país galo.

Muy consciente y seguidor de las lecciones aprendidas en cualquier teatro donde se desarrollan este tipo de operaciones, aunque no haya participado, como sería también el caso de Irak, al que consideran el paradigma de los errores cometidos en materia de estabilización; el liderazgo ejercido por Francia en materia política y militar con respecto a este conflicto hace que la hipótesis formulada anteriormente sea altamente cierta, como también lo será el aprovechamiento en réditos económicos del esfuerzo político, arriesgado en su momento, y militar, encabezando decididamente el esfuerzo de los ataques, para lo que también tiene doctrina y órganos adecuados.

Teniendo en cuenta este ideario, es de prever que algunas de las ideas doctrinales galas que se citan aparezcan en esta fase de estabilización que ahora se abre camino.

En primer lugar, abstención de realizar evaluaciones demasiado rápidas de la situación proponiendo objetivos imposibles de cumplir a corto plazo, típicas de las sociedades occidentales que, por su efecto mediático, tienden a anunciar resultados espectaculares.

Enfocar los esfuerzos a lograr la necesaria seguridad y restablecimiento de los servicios básicos, que son los objetivos que están en la preferencia de la población, que debe apreciar el cambio lo antes posible.

Iniciar cuanto antes el proceso de legitimidad interna de la nueva situación y la implicación adecuada de las colectividades locales.

Incluir una representación lo más amplia posible, que tenga en cuenta también a los perdedores tanto en las formaciones políticas como en los posibles cargos, aunque se privilegie a aquellos que verdaderamente desean que la estabilización tenga éxito.

Convocar elecciones, locales y generales lo antes posible, aunque los resultados sean imperfectos, para lograr que se produzca y crezca una dinámica democrática progresivamente más sólida.

Prever soluciones para los componentes de las fuerzas armadas y policía de Gadafi de tal forma que, asumiendo a los menos irreductibles, se impida que se forme un frente de oposición clandestina que pueda derivar en una insurgencia.

Promover lo antes posible medidas de justicia que se puedan aplicar durante un periodo corto pero crucial, a pesar de que sean sucedidas por un cuerpo legal más perfeccionado.

Si la comunidad internacional pretende tutelar la estabilización de Libia, se precisará una nueva resolución de la ONU en la que es muy probable que la acción directa de fuerzas militares extranjeras, con misión de estabilización, no se produzca, aunque pueda existir una operación de carácter humanitario. Sí parece probable que Naciones Unidas despliegue un amplio apoyo de medidas políticas que refuercen la precaria legitimación del nuevo régimen.

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