El alto comandante de Hezbolá, Fuad Shukr (izq.), y el jefe de Hezbolá, Hassan Nasrallah.
Las dos víctimas fatales son: El comandante de Hezbollah Fuad Shukr (del autodenominado Partido de Dios, grupo político que es además paramilitar (musulmán chií libanés-Foto de portada). Su asesinato fue reconocido y su autoría confirmada por el ejército israelí. Era el jefe militar de mayor rango” del grupo chií libanés y el asesor cercano del líder de la organización, Hasan EL Nasrallah.
Hezbollah fue fundado en el Líbano en 1982 como grupo insurgente que aglutinaba a musulmanes chiitas entrenados, organizados y fundados por un contingente de la Guardia Revolucionaria iraní. Hezbolá recibe armas, capacitación y apoyo financiero de Irán y ha «funcionado con la “bendición” de Siria» desde el final de la Guerra Civil Libanesa.
Hezbolá (que cuenta con un poderoso brazo militar respaldado por Irán y ha estado enfrentándose con las fuerzas israelíes en la frontera libano-israelí desde el ataque de Hamás a Israel, en el que murieron 1.300 personas y más de 230 fueron tomadas como rehenes) confirmó la muerte de Fuad Shukra tras recuperar su cadáver de entre los escombros. Un día después se consumó el asesinato del líder político de Hamás, Ismail Haniya, en Teherán (foto abajo).
El líder supremo iraní, el
ayatolá Alí Jamenei, ha prometido un “duro castigo” y Hezbolá advierte que
la “determinación y tenacidad” de sus combatientes aumentará. Esta semana, Israel
cerró el espacio aéreo en el norte, las aerolíneas estadounidenses y británicas
Delta, United Airlines y British Airways cancelaron los vuelos al país y
Washington exhortó a no viajar al Líbano.
Los corresponsales militares israelíes apuntan ya dos previsibles
consecuencias: Hamás intentará cometer atentados en Cisjordania (puntuales en
estos 10 meses), y Hezbolá aumentará el alcance de sus proyectiles que hasta
ahora se habían centrado en el norte de Israel y en los Altos del Golán,
territorio sirio ocupado desde 1967.
La expectativa es una
“venganza por fases” que quizás incluya ataques desde Yemen, el país que Israel
bombardeó por vez primera en julio, en “una de las operaciones más lejanas de
la Fuerza Aérea israelí” en su historia, como se jactó el primer ministro,
Benjamín Netanyahu, en un discurso a la nación esta semana. Un dron explosivo
lanzado por la milicia hutí había matado antes a una persona en Tel Aviv. Fue
el cruce simbólico de dos nuevas líneas rojas que hace un año habrían sido
consideradas política ficción.
“Nos esperan días complicados”, admitió Netanyahu en su
comparecencia, en la que sacó pecho por el asesinato de Shukr y su gestión de
la crisis. “Desde hace meses, no hay semana en que no nos digan, aquí y en el
extranjero: ‘Acaba la guerra’. No me plegué entonces a esas voces, ni lo haré tampoco
ahora. Todos los logros que hemos obtenido es porque no nos rendimos. No ha
sido fácil. He tenido que rechazar muchas presiones”, señaló.
Todo ello con la potencia mundial con más capacidad de influencia,
EE UU, inmersa en su propio frenesí electoral. Por un lado, con un presidente,
Joe Biden, defenestrado por su propio partido y preso de su inercia proisraelí.
Por otro, con el favorito en los comicios de noviembre, Donald Trump,
partidario de dejar a Netanyahu “acabar el trabajo” y que catapultó a Biden en
el calamitoso debate de comportarse como un “palestino débil”.
Varios motivos convierten esta semana en particularmente delicada.
Uno es la jerarquía. Haniya es el dirigente de mayor peso asesinado por Israel
desde que comenzó la guerra en Gaza y, en general, en dos décadas. Lo mismo con
Hezbolá: Israel nunca había apuntado tan alto desde el asesinato de Imad
Mughniye por el Mosad, su agencia de inteligencia exterior, y la CIA en Damasco
en 2008.
Irán e Israel ya optaron por acabar en tablas su inédito enfrentamiento del pasado abril. Fue cuando Teherán lanzó el primer ataque de su historia desde su territorio contra el Estado israelí, pero con cautelas, para que tuviese más de mensaje que de amenaza real. Era cuando Biden aún se hacía oír para impedir una guerra en el Medio Oriente en pleno año electoral. Y, sobre todo, antes de una nueva humillación para Irán.
Los asesinatos de Haniya y Shukr muestran la capacidad de Israel de superar consecutivamente las defensas (muy poco ha trascendido del ataque, apenas que fue con un misil guiado) en plenos feudos de sus enemigos chiíes. “Ambas operaciones demuestran lo excelente que fue la precisa información de inteligencia y la capacidad de la inteligencia israelí de penetrar en Hezbolá y las capas de seguridad en Teherán.
Aporte de OTHER NEWS - Agencia europea con asiento en Roma y con material periodístco del Archivo de KRADIARIO.
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